LA AVENTURA DE SEGUIR SIENDO HERMANOS
La aventura de seguir siendo hermanos
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La revista ha sido tribuna de los intelectuales, pero también el lugar donde los más humildes han encontrado espacio para su voz.
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Por José Conrado
Madrid | 06/11/2008
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Mucho trabajo se ha necesitado para sacar a luz estos primeros 50 números de Encuentro. Mucha fe. Y yo estoy seguro de ello, también la Providencia divina, en la que firmemente creo. Cada vez más admiro a los buenos, a aquellas personas que construyen y aman, que se superan a sí mismos venciendo el tedio, la tristeza, el desamor y la apatía, y son capaces de construir con los ladrillos que les da la vida.
Aquellos que abren ventanas, que se sienten y son "hijos de la luz e hijos del día", porque promueven "el bien de todos y el bien con todos", aquellos que han descubierto que "no son inútiles la verdad y la ternura". Y quiero creer, y creo, que esta revista, que tiene tan bien puesto su nombre, en este mar de desencuentros en que se ha convertido nuestra historia nacional, y aun la historia personal de cada uno de nosotros, ha sido lugar de encuentro, momento de reflexión, empeño de amor, palestra del diálogo y tribuna de la verdad. Lugar en el que cada cual puede decir su verdad sin ser
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He dicho antes que Encuentro cumple, porque creo firmemente que ya ha cumplido con los propósitos que la inspiraron y se reflejaron en aquel lejano primer número. Y mi mayor deseo es que esta revista "siga cumpliendo" con su labor insigne y necesaria de ser patria común para todos los cubanos y los que quisieran sumársenos en la aventura de seguir siendo hermanos, aunque nos separen tantos kilómetros y nos aíslen tantas fronteras. Incluso aquellas que no son cuidadas por guardafronteras, que son las peores, porque las levantó la intolerancia, la negación del otro como distinto o simplemente diferente. Ladren pues todos los perros de cualquier lado, que si ladran es porque estamos cabalgando.
Encuentro ha sido el altavoz, y no es este su menor mérito, para los grandes especialistas con renombre, los intelectuales ya reconocidos, de dentro y fuera de la Isla, pero también ha sido el lugar donde los más humildes y desconocidos han encontrado un lugar para su voz. Los ortodoxos desde cualquier perspectiva, y los disidentes de todos los bandos y banderas. Los gordos y los flacos, los altos y los bajitos.
Quiero agradecer de manera especial a esa prolongación de la revista que es CUBAENCUENTRO.com, que me hayan permitido conocer el texto de Eliécer Ávila, ese joven de 22 años, que me ha emocionado con su valor y su sabiduría y me ha hecho sentir que, efectivamente, no todo está perdido, porque hay jóvenes con corazón y con cabeza, y mientras un pueblo cuente con gente así, hay esperanza.
Por eso quiero darle hoy un ¡gracias! de todo corazón a todos los que han hecho posible que Encuentro llegara a su número 50. He celebrado este importante aniversario reuniéndome con el equipo de redacción que está en Madrid. De mi magro bolsillo de cura pobre, compré y traje una botella de champán, o de cava, que es lo mismo, para brindar y celebrar, y para darles el abrazo que merecen y el cariño de todos los que dentro de la Isla esperamos la llegada de cada número —Dios sabe cómo y por dónde—, para disfrutar, pensar, soñar, y una vez más, sentirnos orgullosos de ser cubanos. Mi bendición.
* El autor es párroco de la iglesia de Santa Teresita de Jesús, en Santiago de Cuba.
© cubaencuentro
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