viernes, noviembre 07, 2008

LA AVENTURA DE SEGUIR SIENDO HERMANOS

La aventura de seguir siendo hermanos


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La revista ha sido tribuna de los intelectuales, pero también el lugar donde los más humildes han encontrado espacio para su voz.
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Por José Conrado
Madrid | 06/11/2008


La revista Encuentro de la Cultura Cubana cumple 50 números. Normalmente, la duración, el transcurrir del tiempo, lo solemos contar en años… pero a esta revista, nacida del corazón de un cubano excepcional que se llamó Jesús Díaz, acunada, cuidada y apoyada por tantos cubanos que la agradecen, que le dan su aporte y la hacen crecer, es hoy una realidad palpable. Como decía mi amiga sor Manuela sobre el asilo que levantó en La Habana socialista, en los lejanos setenta: "el trabajo, la providencia y la fe han puesto a esta casa en pie".

Mucho trabajo se ha necesitado para sacar a luz estos primeros 50 números de Encuentro. Mucha fe. Y yo estoy seguro de ello, también la Providencia divina, en la que firmemente creo. Cada vez más admiro a los buenos, a aquellas personas que construyen y aman, que se superan a sí mismos venciendo el tedio, la tristeza, el desamor y la apatía, y son capaces de construir con los ladrillos que les da la vida.

Aquellos que abren ventanas, que se sienten y son "hijos de la luz e hijos del día", porque promueven "el bien de todos y el bien con todos", aquellos que han descubierto que "no son inútiles la verdad y la ternura". Y quiero creer, y creo, que esta revista, que tiene tan bien puesto su nombre, en este mar de desencuentros en que se ha convertido nuestra historia nacional, y aun la historia personal de cada uno de nosotros, ha sido lugar de encuentro, momento de reflexión, empeño de amor, palestra del diálogo y tribuna de la verdad. Lugar en el que cada cual puede decir su verdad sin ser condenado, sin poner en peligro su vida o libertad, sin condenar, descalificar o negar al otro. ¡Y cuán necesitados estamos los cubanos de todo esto!

He dicho antes que Encuentro cumple, porque creo firmemente que ya ha cumplido con los propósitos que la inspiraron y se reflejaron en aquel lejano primer número. Y mi mayor deseo es que esta revista "siga cumpliendo" con su labor insigne y necesaria de ser patria común para todos los cubanos y los que quisieran sumársenos en la aventura de seguir siendo hermanos, aunque nos separen tantos kilómetros y nos aíslen tantas fronteras. Incluso aquellas que no son cuidadas por guardafronteras, que son las peores, porque las levantó la intolerancia, la negación del otro como distinto o simplemente diferente. Ladren pues todos los perros de cualquier lado, que si ladran es porque estamos cabalgando.

Encuentro ha sido el altavoz, y no es este su menor mérito, para los grandes especialistas con renombre, los intelectuales ya reconocidos, de dentro y fuera de la Isla, pero también ha sido el lugar donde los más humildes y desconocidos han encontrado un lugar para su voz. Los ortodoxos desde cualquier perspectiva, y los disidentes de todos los bandos y banderas. Los gordos y los flacos, los altos y los bajitos.

Quiero agradecer de manera especial a esa prolongación de la revista que es CUBAENCUENTRO.com, que me hayan permitido conocer el texto de Eliécer Ávila, ese joven de 22 años, que me ha emocionado con su valor y su sabiduría y me ha hecho sentir que, efectivamente, no todo está perdido, porque hay jóvenes con corazón y con cabeza, y mientras un pueblo cuente con gente así, hay esperanza.

Por eso quiero darle hoy un ¡gracias! de todo corazón a todos los que han hecho posible que Encuentro llegara a su número 50. He celebrado este importante aniversario reuniéndome con el equipo de redacción que está en Madrid. De mi magro bolsillo de cura pobre, compré y traje una botella de champán, o de cava, que es lo mismo, para brindar y celebrar, y para darles el abrazo que merecen y el cariño de todos los que dentro de la Isla esperamos la llegada de cada número —Dios sabe cómo y por dónde—, para disfrutar, pensar, soñar, y una vez más, sentirnos orgullosos de ser cubanos. Mi bendición.

* El autor es párroco de la iglesia de Santa Teresita de Jesús, en Santiago de Cuba.

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