viernes, noviembre 21, 2008

MUELA Y AMAGO

Muela y amago


Por José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Cuando en los potreros de Cuba apenas quedan vacas, diezmadas durante décadas por falta de fomento, por la desidia y por el robo, el régimen manifiesta su alarma ante el éxodo de ingenieros pecuarios hacia otras profesiones.

Igualmente le inquieta que los agrónomos no quieran doblar el lomo tierra adentro, cuando de sobra es sabido que la tremebunda escasez de productos del agro que sufrimos, con o sin huracanes, no tiene que ver con la aplicación de la ciencia, sino más bien con la desaplicación de la conciencia.

El rechazo de los graduados universitarios a ejercer sus profesiones es un tema ya viejo, que desborda los lindes de nuestra problemática agropecuaria. Va desde los muy diversos motivos que obligan al estudiante a escoger carreras por las que jamás sintieron vocación, a los consabidos salarios de miseria, pasando por la desilusión profesional provocada por un sinfín de obstáculos que también responden, en la mayoría de los casos, a los desaciertos del gobierno.

Pero si de los problemas del agro se trata, mucho más que lamentar el éxodo de agrónomos e ingenieros pecuarios, les convendría verificar que en este momento –tal como ha venido sucediendo durante varios decenios- continúan desalentando al guajiro mediante coyundas que frenan su laboriosidad.

De muy poco vale el nuevo remedo de reforma agraria consistente en la entrega de parcelas a personas previamente escogidas según características, que no siempre se relacionan con su historia como trabajadores agrícolas. Una vez en “posesión” de tales terrenos, los favorecidos no disponen de la independencia mínima para trabajarlos de acuerdo con sus propios planes, criterios, necesidades, experiencias.

Por un lado, el afán del régimen por controlarlo todo, convencido de que sólo bajo su tutela funcionan las cosas, no deja ni un resquicio para la iniciativa individual. Por otro lado, su preocupación enfermiza por obstaculizarle al guajiro el progreso económico que merece según su esfuerzo, le conduce a trabas e imposiciones de carácter comercial que terminan volviéndose contra ellos mismos, pues frenan la productividad y merman la oferta en el mercado.

En pocas palabras, es lo omnipresente en nuestra isla, siempre y en todos los sectores: la falta de libertad entre la gente para vivir y dar vida a los demás, para prosperar y hacer que el país prospere mediante el concurso mancomunado, pero partiendo del esfuerzo y de la voluntad soberana de cada cual.

Ahora mismo, el régimen cuenta con la ventaja de echarle a los ciclones toda la culpa por la escasez de productos del agro. Pero como ya se verá, esta excusa alcanza menos que a medias para encubrir su responsabilidad. Y será transitoria, por mucho que la sobredimensionen y la estiren en el tiempo.

Más temprano que tarde volverá a quedar claro que aquí no hay solución para el agudo problema de las insuficiencias en el mercado de productos agrícolas mientras no sea liberado el campesino.

Si el régimen, debido a su naturaleza totalitaria, no puede permitirse la liberación plena del guajiro como ser humano, al menos tendrá que dejarlo trabajar la tierra libremente, disponiendo del provecho de sus frutos a cuenta y riesgo.

Lo demás es muela y amago. La vieja y conocida coartada para marear a la perdiz.