jueves, diciembre 18, 2008

EL RETO DE TRABAJAR POR LOS JÓVENES

Tomado de http://www.primaveradecuba.org/

El reto de trabajar por los jóvenes


Por Yaxys Cires Dib

Medio siglo después de su llegada al poder la casta gobernante cubana conoce de primera mano su inventario casi nulo en materia de prosperidad y respeto a los derechos humanos, pero también tiene muy claro lo que quiere para las próximas décadas: perpetuar su dominio y el de sus descendientes sobre el pueblo de Cuba.

Para los demócratas cubanos, el aniversario 50 de la revolución castrista sirve de marco idóneo para promover en la sociedad un balance del medio siglo de comunismo en Cuba. ¿Qué se nos prometió? ¿Qué se ha cumplido? ¿En qué hemos mejorado y en qué hemos retrocedido?, son algunas preguntas que nos podríamos formular. Pero también es una buena oportunidad para, a partir de la triste realidad que constatamos, proponer acciones efectivas sin cometer los mismos errores pasados, pensando en el camino que falta por transitar.

Si en el número anterior de La Primavera de Cuba abordaba la relación asimétrica entre el régimen castrista y los jóvenes, hoy quiero echar una mirada al futuro de la nación, cuyo devenir no puede concebirse o siquiera imaginarse sin el aporte sustancial de la actual juventud cubana.

Hace poco, convocados por la Fundación Konrad Adenauer, nos dimos cita en la capital mexicana un grupo de personas de diferentes nacionalidades, con el objetivo de participar en un congreso sobre "Juventud y culturas cubanas". No quisiera pasar por alto el hecho de que entre los cubanos asistentes los había de diferentes intereses profesionales, tendencias políticas y caminos de vida recorrido. Desde el primer momento los organizadores del evento expresaron su deseo de conformar una visión plural sobre la realidad y perspectiva de la juventud cubana.

Los temas tratados fueron resumidos en cuatro grandes paneles: las expresiones culturales, la comunidad virtual, la visión de los jóvenes sobre la política, y su relación con la sociedad civil. De todo lo dicho y debatido en aquellos dos días hay tres ideas que considero claves a la hora de proyectar nuestro trabajo en este sector de la población cubana.

En primer lugar, creo que es importante reconocer al joven cubano en medio de su propia complejidad, sin incurrir en falsas idealizaciones o encasillamientos apriorísticos. Los jóvenes en Cuba viven un gran desencanto al constatar que sus más elementales aspiraciones se ven obstaculizadas. Ante esa frustrante realidad, el joven suele huir o rebelarse. Hay una huida que podríamos llamar geográfica, que es, en esencia, salir de Cuba, pero hay otra modalidad de “fuga” que es la más peligrosa: la evasión de la realidad entregándose en brazos del alcohol, la prostitución y/o la desesperanza.

Cuando el joven opta por rebelarse, lo hace también de diferentes maneras, mediante la crítica espontánea, el irrespeto a lo que materialmente representa al régimen, el choteo e inclusive la vulgaridad. Pero en general, el joven cubano que huye o que se rebela, no suele dar respuestas grupales a sus problemas.

A esa última realidad hay que prestar especial atención. Los luchadores por la democracia en Cuba no pueden llegar a los jóvenes con discursos políticos o moralistas preelaborados y mucho menos con radicalismos inflexibles. Hay que buscar formas y contenidos para un intercambio más cercano a la complejidad del joven y a sus maneras de expresarse. Para conectar con la juventud, confiar en los jóvenes es el punto de partida. La palabra clave es ésa: confianza.

La segunda idea, se la escuché a uno de los participantes en el evento y creo que es una muy buena iniciativa: los propios jóvenes de la Isla y del exilio tenemos que establecer cuáles son los pilares comunes de la juventud cubana.

En diferentes universidades norteamericanas existen interesantes movimientos de jóvenes, nietos e hijos de exiliados cubanos, que buscan cultivar lazos afectivos con la patria de sus antepasados que es la suya también. Sería interesante que, sobrepasando los límites de lo anecdótico o lo nostálgico, jóvenes de aquí y de allá asumieran la iniciativa de buscar los muchos –o los pocos– puntos de coincidencia existentes en la juventud cubana.

La tercera idea es la preocupación por el daño antropológico infligido al cubano actual y en especial a los jóvenes. Partiendo de las estructuras totalitarias, dicho daño ha incidido verticalmente sobre el pueblo cubano y se ha ido propagando transversalmente a todos los estratos sociales, transmitiéndose asimismo de generación en generación.

Si bien es difícil encontrar la libertad y la democracia a partir del estado actual, mucho más complicado resulta lograr la regeneración de la persona humana y la restauración de su íntegra dignidad. Hay pueblos que han vivido transiciones desde el punto de vista estructural, pero la persona humana ha seguido con esquemas de vida marcados por el poco respeto a los valores, que por lo menos en Occidente son apreciados.

En ese sentido, la protección de los pocos reservorios morales, en especial la Iglesia Católica, debe estar presente en la lucha de los demócratas. No se trata de que todos seamos católicos ni de pensar en una futura Cuba confesional; es reconocer que la Iglesia representa y promueve en los jóvenes que se le acercan, valores que están en sintonía con los que identifican a las sociedades donde se respeta la dignidad humana.

Las desilusiones coyunturales, aunque a veces sean fundadas, no deben inhibirnos de pensar qué es lo mejor para Cuba.

Comprensión y confianza a la hora de tratar a los jóvenes, encontrar sus pilares o puntos comunes y pensar en cómo ayudar a superar el daño antropológico son tres ideas que deberían estar en la base de cualquier proyecto que busque rescatar a las nuevas generaciones. Tres ideas que el Padre Félix Varela tuvo bien claras