¿ EN SERIO O JUGANDO ?
Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Conocido es que entre cubanos tendemos a lanzarnos en chanza las ofensas más graves. También desgranamos en serio los enjuiciamientos menos sustentables. Que cada criterio vaya calzado o no con buena dosis de razón no parece ser fundamental. Lo importante es darle cauce a la tremenda.
Entre los múltiples atrevimientos locos e hilarantes que le acreditan a Juana Bacallao, se habla de uno que tuvo lugar cierta noche en Tropicana. Estaba en medio de una actuación, cuando entre los espectadores más cercanos al escenario reconoció a un alto jerarca del régimen. Cuentan que Juana detuvo en seco su característica sandunga y apuntó hacia el jerarca con el puño cerrado, como suelen saludar los compadres en el bajo mundo, al tiempo que le gritaba alegremente con su voz rasposa: “¡Vaya, la gente de la mafia!”.
Tal vez la chanza no haya tenido mayores consecuencias porque Juana posee patente de orate. O tal vez las tuvo y no nos enteramos. Es algo que no viene a cuento. Porque el caso ahora está relacionado con el otro extremo, el de los que expresan con total seriedad los más risibles disparates.
Hace pocos días el intelectual cubano Pedro Pérez Sarduy, uno de los tantos gozadores que habitan lo que aquí se llama el “exilio de terciopelo” (vivir afuera en complicidad con quienes mandan adentro), declaró públicamente que si apenas se ven negros en las altas esferas del régimen en la Isla es debido a que a ellos no les gusta la política. Sarduy dijo literalmente: “Los negros dejan la política para los otros. Por eso en Cuba hay tantos profesionales negros”.
( Pedro Pérez Sarduy )
Los cubanos tendemos igualmente a la malicia, un tanto astuta y otro tanto marrullera, de expresar las verdades jugando para que sean tomadas en serio.
Aunque verdaderamente, en este caso ni jugando resulta dispensable que alguien dispare en público un irrespeto tal contra los negros como ese de que si no participan plenamente en el gobierno de su país es porque no quieren. Menos dispensable es si quien lo manifiesta pertenece a ese grupo racial. Además, Sarduy no jugaba. Lo dijo con la más tranquila seriedad.
Tal vez se olvidaba, o no le importó tener en cuenta, o no sabe (porque hasta la torre de adulterado marfil donde vive no llegan noticias de esa índole), que entre los cientos de miembros de la oposición política pacífica que hoy se pudren en las mazmorras de la Isla los porcentajes de negros son altos, muy altos, aplastantemente superiores a los del aparato del régimen.
De cualquier manera, a Pérez Sarduy aún le queda a mano el recurso de alegar que dijo lo que dijo en serio para que lo tomáramos en broma. Así se pone a tono con nuestras pintorescas tendencias. Y de paso le juega cabeza al bochorno.
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