sábado, diciembre 13, 2008

¿ SEREMOS COMO EL CHE ?

Nota del Blogguista

Emilio, la verdad total y pública se conforma con todos esos detalles. Los adversarios políticos en la futura Cuba libre y democrática no desecharán conocer y ocultar esas verdades en su propaganda política al pueblo cualesquiera que sea su proyección económica y política hacia el futuro.No es sólo un problema de especialistas.
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Tomado de El Nuevo Herald.com

¿Seremos como el Che?

Por Emilio Ichikawa

No está de más que cada cubano se haga esta pregunta de vez en cuando. Es decir, que nos revisemos cuidadosamente a ver si en verdad no lo han conseguido. Lo anterior no tiene que ver con aquellos que cargan una visión idílica del Che y deben fijar el grado de acercamiento o separación respecto al paradigma. No, no me refiero a ellos. Emplazo a hacerlo precisamente a quienes tienen de él una visión negativa. Es a los críticos a quienes pregunto.

Tú, que crees que el Che fue una persona abusiva, ¿no serás como él? Tú, que crees encabezar la lucha contra todos los autoritarismos y no aceptas otro hecho que tu propio dogma, otra duda que tu certeza, ¿no serás como el Che? Tú, que incitas al enfrentamiento injustificado y juzgas a tus vecinos por lo que no han dicho, ¿no serás como el Che?

Es cierto que una nación no se funda como se funda un campamento, pero tampoco se hace como se conducen ciertas organizaciones del exilio. No se erige un pueblo haciéndole gritar a su niñez: ''Pioneros por el comunismo: !Seremos como el Che!'', pero tampoco se hace obligándole a decir: ''Pioneros por el capitalismo, ¡seremos como el antiche!'' Porque los niños deben ser como ellos mismos, acaso como sus padres, y no como diseñan las autoridades, ya sean castristas o anticastristas, católicas o ateas militantes.

Si bien no creo que una película como El guerrillero de Steven Soderbegh debe formar parte de la lista de documentos a proponer en las escuelas cubanas, tampoco creo que deban formar parte de ella las visiones que se le oponen. Una crítica del crimen incluirá necesariamente una familiarización con el mismo; lo que implica que sigamos empantanados en el asunto de quién mató primero y cuál verdugo fue peor. Yo mismo he conversado con amigos que desconocen la magnitud de los crímenes en que participó el Che Guevara. Primero no lo creían, después fueron más claros y varios de ellos respondieron: ''No es eso lo que me interesa saber en la revisión del pasado cubano''. Aunque no nos guste, la libertad es también el derecho a callar e ignorar sin presiones.

Si los historiadores quieren saber la relación entre el Che y Menoyo, entre Bordón y Raúl Castro, entre el Segundo Frente del Escambray y la tropa guevarista (que como dice un viejo guerrillero llegó a Las Villas por el suroeste), pues que debatan, que lleguen a conclusiones y cada cual mantenga sus creencias al nivel que le corresponde como ciudadano. Pero eso es una cosa y otra querer reconvertir la actual propaganda en su opuesto.

No es una historia de héroes transformados en antihéroes lo que debe centrar el mundo de valores de Cuba, sino una historia o un relato de otro tipo, con otros protagonistas. No es el captor o el crítico del Che quien debe figurar en los murales de las escuelas; quizás mejor los deportistas, los médicos, los poetas.

Esto es lo que digo: la energía social que supondrá aclararle al pueblo cubano que el Che no era el Che, que el tren blindado no era el tren blindado, etc., es imprescindible para otros empeños.

Por demás, ninguna precisión historiográfica concerniente al sistema de mitos de la izquierda internacional (el Che es sólo uno de ellos) será suficiente para hacerle renunciar a su propaganda. Mucho más grande que los datos sobre las canalladas del Che fueron la caída del muro de Berlín y el ataque terrorista del 11 de septiembre y ya, a la semana, la izquierda se había repuesto de esos eventos casi insalvables para ella.

Los héroes revolucionarios del castrismo, y los otros héroes igualmente revolucionarios del anticastrismo, tendrán un lugar digno y discreto en la historia de Cuba. Querer barrer definitivamente una de las líneas puede alargar muchísimo más el problema.