domingo, febrero 08, 2009

CONVERSACIÓN POÉTICA CON OSVALDO NAVARRO

“En sentido general, Navarro se afilia a la sensibilidad romántica de la historia revolucionaria, considerando que el presente no es más que una degradación ilegítima de una gloria inicial”. Navarro le respondió en su momento que “creía en la capacidad revolucionaria del arte y la literatura para transformar la realidad” y que los males que aquejaban a la sociedad cubana le parecían “circunstanciales y, por lo mismo, superables mediante la crítica”.

Emilio Ichikawa
BitacoraCubana.com

Nota del Blogguista:

Osvaldo Navarro fue Premio Nacional de la Crítica de Cuba, 1984, por “El caballo de Mayaguara”.


No hubo tal gloria inicial. No hay gloria cuando en la lucha clandestina se mataba indiscriminadamente, mediante bombas y tiroteos, a civiles inocentes y militares que no tenían nada que ver con crímenes y abusos de la entonces dictadura batistiana. No hay gloria inicial, cuando desde muy temprano, y ya desde la Sierra Maestra se fusilaba ante la duda ,después de hacerse caricaturas de juicio sin ninguna de las garantías procesales. No hubo tal degradación y si la hubo, fue legítima , ya que correspondía a un proceso que se inició y se fundamentó sobre el odio, la violencia y el fanatismo. Muchos nos hemos equivocados, y todos tenemos derecho a equivocarnos, pero no abrir completamente los ojos ante la realidad que tenemos delante se llama cobardía ya que hay que ser valiente para admitir que nos equivocamos y que fuimos usados y estafados y que nuestra visión del mundo, sus problemas y sus soluciones estaban equivocadas.
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Conversación poética con Osvaldo Navarro

Por Raúl Ortega

Soñar que vuelvo del olvido. O. N.

“Cuentan que en algunas regiones del Tíbet mezclan las cenizas de los muertos con la comida que le dan a las palomas”, me dijo una vez Osvaldo Navarro (1946-2008). “Qué mejor homenaje para el sueño de un hombre que poner su tumba sobre el vuelo. Alas en las palabras, qué más quisiera yo”, me decía el poeta, o me sigue diciendo mientras hoy se cumple un año de su muerte, en la ciudad de México, lejos de la tierra que se comió cuando era niño, aunque nunca dejó de ser un niño ni de masticar la ausencia de su tierra.

( Osvaldo Navarro )

A veces también lo escuché vomitar, allá, en el cuarto del baño, lejos de la conversación, y aunque él sabía que era culpa del hombre, nunca me lo decía, por decencia, para no entristecernos más, pero sobre todo porque era un hombre bueno. “No se deben olvidar a los poetas”, me decía, “cada vez que la muerte llama a un hombre bueno nos quedamos más solos”, me decía o me dice, y yo, a pesar de la ausencia no me he sentido solo. “Ceniza es toda luz”, me decía el poeta, o me dice, “palabras me defienden del horror al vacío”. “No ofrecer la mejilla”, me decía, “ese cuento que se lo crea otro, sólo ocúpate de colocar la voz donde va la pedrada y tendrás el respeto. Los morados que dejan las palabras no se quitan, porque esos van por dentro, porque esos duelen más, y son muy pocos los que saben devolvernos el golpe utilizando el verbo”, así mismo me dice y sonríe como si nunca lo hubiesen obligado a dejar la sonrisa.



Ah, cada vez que hablo con Osvaldo se me olvida la queja (y no pueden negarme que ahora mismo es el único alimento que nos engorda a todos) y con más fuerza escalo hasta la cima donde está mi mujer, como si no quisiera que me bajaran nunca. “Cuando aprendamos que la muerte no sea la única que nos devuelva el valor verdadero de la persona que nos entregó su vida en vida, seremos más dignos de la palabra amor y no tendremos que recurrir a la inutilidad de los lamentos”, así me dijo, así me dice, y tanto le agradezco que no me sienta solo, y mucho menos hoy, a un año de su muerte, mientras camino por esta ciudad que no es ciudad, y el vuelo de una paloma me regala su gracia sobre el cuello.
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Tomado de http://ei.eichikawa.com

Dos poemas de Elena Tamargo para Osvaldo Navarro


Poeta sin tumba

Me levanté y regresé a casa,
a la palabra
(Hilde Domin)


Las plegarias no sirven
el dios rehúsa
ve morir a los hombres
y va labrando su sueño.

El poeta camina cargado de dolores
suavemente murmura: no me olviden.

Tenía como todos sus días ya vacíos
un dolor profundo y suyo
mas no palidecía.
Oyó lo que la tierra sorda dice.
No sabía rezar.
Había bebido la sangre
y la imagen que había en la sangre.
Reza, Señor, reza tú, -solía decir-, estamos cerca.
Iba al abrevadero
y derramaba sangre.
Había días para la vida baja
el murmullo de amor como un lamento
y lectores asesinos de hombres y elefantes
que esperaban de él, tranquilamente, el balbuceo
una amarga fatiga de palabras
porque también jugó tranquilo a las palabras.

Se agitó como el fuego que raja las montañas
y se fue.

Febrero por la tarde, ahora es hace tiempo
Está ahí con las flores.

Cavamos él y yo una tumba en el aire.
Caven el aire más profundo, y canten –gritaba-
canten con más tristeza los violines, y suban como
humo a la tumba en las nubes
que se ha muerto un poeta
inasilado inarchivado inasistido
sin lápida sin tumba sin ciprés.



El último poema del año del alma

Soy solo un trueno de la voz sagrada
(Stefan George)

El año en que amaba
alguien tenía mis ojos
los llevaba en las manos como anillos
como pedazos de zafiros
los cuidaba desde que se habían cerrado.
Él ganaba y perdía, pero no se asomaba a las ventanas
guardaba lo demás como mis ojos
las actas, su nombre, la peor de sus horas.
Los tulipanes en Moscú lo habían decapitado
y desde entonces bebíamos juntos leche negra del alba.
Bebíamos y bebíamos
del cántaro y del cráter
y también de mi mano
mas lo que ahora se hunde, a quién le pertenece
rosa de quién si nadie me moldea,
fuimos serenos floreciendo y ya
rosa de nadie.
Quiero mejor ser leña de un hogar
y calentar la leche de los niños,
porque esos ojos míos del ochenta y siete
que aquel cuidaba
están bajos
llorando
cansados de no poder dormir en las camas donde nos acostamos
ellos y yo
a vivir del esplendor
cuando la luz se enciende
o cuando se derriten los corazones de oro
de los niños
que beben la leche negra del alba.
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NOTA: Estos poemas pertenecen al libro inédito El año del alma.

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