LAS MAÑAS DEL OFICIALISMO
Las mañas del oficialismo
Por Rafael Rojas
La premisa fundamental de la ideología totalitaria en Cuba es, como sabemos, que el estado y la nación son una y la misma cosa. Además de falsa, esa premisa no sólo es aplicada por el régimen al presente --la penalización de opositores como actores antinacionales es uno de sus elementos básicos--, sino al pasado. La historia es un terreno prioritario del totalitarismo porque la diversidad ideológica del pasado actúa como un reflejo del pluralismo intolerable del presente.
En los últimos años, la historiografía académica, dentro y fuera de la isla, ha cuestionado severamente el núcleo simbólico de esa ideología. Los oficialistas lo saben y tienen que recurrir a mañas, no al debate serio y respetuoso, para defender posiciones en decadencia. Una buena muestra de ese oficialismo mañoso, propio de la fase final de la ideología totalitaria en Cuba, es la última cruzada contra el autonomismo decimonónico.
En un número reciente de La Jiribilla, publicación que personifica la idea obsoleta de una cultura de Estado en lengua castellana, se reproducen varios textos relacionados con la presentación del libro El autonomismo en las horas cruciales de la nación (2008) de los historiadores Elier Ramírez Cañedo y Carlos Joane Rosario Grasso. El prólogo del citado libro corrió a cargo de Rolando Rodríguez, la principal figura de la historia oficial cubana en los últimos diez años.
El volumen, por lo que anuncian sus presentadores, intenta responder la siguiente pregunta: ''¿fue el autonomismo una corriente política nacional o antinacional?'' La respuesta, que Ramírez y Rosario asumen con diversos matices, es ofrecida por el primero en una frase lapidaria: ''el autonomismo fue una solución antinacional''. Rodríguez no llega a tanto, pero dice que el autonomismo es una ''mala causa'' y reduce el análisis a un asunto de simpatías ideológicas del historiador: ``tengo que reconocer mi poco aprecio por estos señores. Siempre me han producido urticaria los conservadores''.
La mejor prueba de que la historia oficial está en decadencia es que, a regañadientes, se ve obligada a admitir lo que la historia crítica viene sosteniendo desde hace décadas: que el autonomismo fue diverso, que sus promotores actuaron motivados por sentimientos patrióticos y que varios de sus miembros defendieron la abolición de la esclavitud. Pero para aceptar esa idea del ''enemigo'', los historiadores oficiales tienen que descalificar a los historiadores críticos, amparados en la impunidad de publicaciones como La Jiribilla, donde no existe el derecho a réplica.
Rolando Rodríguez califica al historiador Rafael Tarragó de ''ignorante'' y al historiador español Antonio Elorza, autor, junto con su esposa Marta Bizcarrondo, del mejor estudio sobre el autonomismo con que contamos, de ''comunista reciclado''. En cuanto a mi trabajo, Rodríguez reitera un infundio ya referido por Elier Ramírez en otro número de La Jiribilla: que yo confundo a Alfredo Zayas con Francisco de Zayas y a Rafael Fernández de Castro con el general José Fernández de Castro.
( El Presidente Alfredo Zayas, ¨El chino ¨ Zayas, hermano del general independentista Juan Bruno Zayas, muerto en la Guerra de 1895, también llamdo ¨el pesetero¨, quién fue el Presidente que llevó a cabo la transformación del gobierno de la República aen un gobierno civilista y moderno; nota del blogguista )
Como se puede leer en el capítulo ''Otras soberanías de la patria'', de Motivos de Anteo (2008) --un texto que esos historiadores no citan, como en cualquier debate civilizado, sino que distorsionan burdamente--, yo hablo de la oposición a la Enmienda Platt de Alfredo Zayas y José Fernández de Castro, quienes en su juventud tuvieron simpatías autonomistas y luego se volvieron separatistas, y de la trayectoria liberal del primero en las primeras décadas del siglo XX, para refutar la idea errónea de que todos los autonomistas fueron ''conservadores'' en la república, como sostiene Rodríguez.
Pero la mayor distorsión de los trabajos de Elorza, Tarragó y mío reside en afirmar que nosotros presentamos a los autonomistas como ''los únicos representantes verdaderos de la nacionalidad cubana''. La historia oficial, que se sabe en crisis, quiere atribuir a sus críticos el maniqueísmo y la exclusión que la caracterizan por esencia. Ni Elorza, ni Tarragó, ni yo hemos propuesto una inversión del relato oficial, por la cual el autonomismo sea presentado como la corriente ''nacional'' y el separatismo como la ``antinacional''.
Esa manera jerarquizadora y hegemónica de pensar el pasado, escindiéndolo obsesivamente en sujetos nacionales y antinacionales, es propia de la ideología totalitaria y no de una concepción democrática de la cultura. Son Rodríguez, Ramírez y Rosario quienes consideran a José Fernández de Castro un héroe, porque llegó a ser general de la guerra de independencia, y a Rafael Fernández de Castro, un antihéroe o, incluso, un traidor, porque defendió las vías pacíficas y electorales.
La historia crítica sabe que el pasado no puede ser escrito teleológicamente, con el fin de deslegitimar unas ideologías y canonizar otras. No es cierto que haya actores ''antinacionales'' en la historia de Cuba, como tampoco es cierto que haya ''anticubanos'' en la oposición y el exilio de hoy. Negar la pertenencia del autonomismo, el anexionismo o cualquier otra corriente política de la colonia o la república, al proceso plural de construcción de la nacionalidad, no es más que justificar el totalitarismo en el presente de la isla.
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