LE RONCA EL MAMBO
Tomado de http://www.cubaencuentro.com
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Hasta el Grammy insiste en que Israel 'Cachao' López inventó el mambo. ¿Por qué tantos músicos le disputan la paternidad a Pérez Prado?
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Por Armando López
Nueva York | 20/02/2009
La edición 51 de los premios Grammy, trasmitida por la televisora CBS, rindió tributo a los músicos fallecidos en 2008, entre ellos a Israel Cachao López. Su foto apareció en la pantalla de veinte millones de televisores con la consigna que lanzó su mito: "¡el creador del mambo!".
Bastaría con decir que Cachao fue el bajista más grande de su generación, el concertista que trascendió al bajo, desde el oscuro rincón de cualquier orquesta, a instrumento solista, que compuso con su hermano Orestes más de 3.000 danzones, para que recibiera todos los homenajes. ¿Pero es Cachao el creador del mambo que conocemos?
( Israel 'Cachao' López, en el homenaje de los Grammy. (CBS) )
El mambo que fusionó la percusión cubana con las armonizaciones de jazz; el mambo de las agudas trompetas, graves saxofones cantando sobre tumbadoras y bongó en fabulosos cierres de timbales; el del grito desgarrado de "¡uhhhh!"; el mambo contagio, epidemia; el de las notas altísimas, afiladas como cuchillas, el que puso a bailar al mundo, es creación del pianista matancero Dámaso Pérez Prado.
¿Por qué músicos cubanos le disputan la paternidad del mambo a Pérez Prado? ¿Por qué, en plenos años cincuenta, durante el auge del mambo, en La Habana, el flautista Antonio Arcaño, director de Arcaño y sus Maravillas, y en Nueva York, el tresero Arsenio Rodríguez, le reclamaron al matancero la paternidad de su criatura?
¿Por qué, décadas después, los premios Grammy insisten en que Israel Cachao López es el inventor del mambo?
Dime qué bailas y te diré quién eres
Para hallar respuestas, habría que viajar en el tiempo. Con los americanos vino a Cuba la República, pero también ¿el dime qué bailas y te diré quién eres? Los blanquitos finos bailaron fox trox y charleston. Surgieron las jazz band cubanas que tocaban esos ritmos, y guarachas y boleros con arreglos jazzeados. Los de abajo siguieron con el son, el danzón y las rumbitas guarachadas. En la música se agudizaban las contradicciones.
Los americanos trajeron un racismo de nuevo tipo. Conjuntos de sones, de negros y mulatos, estaban relegados a los cabarés de las playas de Marianao, Luyanó y a las academias de bailes, como Buenavista Social Club, donde entraba todo el que pagaba en la puerta.
Esta división por el color de los músicos, le echaba leña al fuego. Y era azuzada por la prensa liberal, que atacaba todo lo que viniera del norte… A los cubanos que tomaban de las armonías del jazz en busca de modernidad, los acusaban de extranjerizantes. Pérez Prado cayó en esta trampa.
(Israel 'Cachao' López )
Nacido en Matanzas (11 de diciembre de 1916), de madre maestra y padre periodista, desde sus 16 años Dámaso tocaba el piano, hacía arreglos orquestales, dirigía una charanga con dos violines y tocaba donde podía. Corría el machadato, el mambo estaba durísimo (ya se decía); si un músico quería comer y vestirse, tenía que irse para La Habana.
Era la época del son, y el futurista Pérez Prado traía trompetas de jazz sonándole en la cabeza. El primer traje de casimir lo compró cuando Orlando Guerra, el popular Cascarita, lo coló, de arreglista primero y luego de pianista (1942), en la más famosa jazz band de la época, la Orquesta Casino de la Playa. Pero el mulato era ambicioso, quería su propia orquesta. ¡Soñaba crear un ritmo nuevo!
Destino de Isla
En 1946, Pérez Prado logra grabar su primer mambo: Trompetiana, que estrena con músicos amigos en una carpa de circo remendada, pero el experimento, con dos tumbadoras (una aguda, otra grave), estaba demasiado adelantado. Y como Ignacio Cervantes, Eliseo Grenet, Nilo Menéndez, Mario Bauzá, Chico O'Farrill y tantos otros, Pérez Prado tuvo que marcharse al extranjero.
¡Destino de Isla! Si un músico cubano quería triunfar, tenía que buscársela en Nueva York o México. En Nueva York, porque miles de boricuas se habían instalado en El Barrio y en el Bronx, y bailaban música cubana. En México triunfaban nuestras rumberas: María Antonieta Pons, Ninón Sevilla, Rosa Carmina, Amalia Aguilar. Y alrededor de ellas crecía una industria de grabaciones.
México o Nueva York, ¿cara o cruz?, se planteó Pérez Prado. Y como no hablaba ni papa de inglés, ni lo pensó: "Me voy a México". Pero en el Distrito Federal un empresario le advirtió: "Yo no creo que eso del mambo guste aquí, es demasiado rápido". Y le preguntó: "¿Por qué no tocas danzón?". Pero el matancero había crecido a la sombra del machismo abakuá. No era fácil. Y tenía suerte.
Su amiga Ninón Sevilla (1948) le ayudó a presentar el espectáculo Al compás del Mambo en el teatro Margo (actual Blanquita). El nuevo ritmo corrió como la pólvora. Y los mismos disqueros tiñosas que unas semanas antes le habían dicho que grabara danzones, le propusieron grabar el trepidante mambo.
En 1950, con el mambo arrasando en Latinoamérica, el joven periodista Gabriel García Márquez escribiría desde Colombia: "Cuando el serio y bien vestido compositor cubano Dámaso Pérez Prado descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de Estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos".
El cine mexicano aprovechó la popularidad de Pérez Prado. Cara de foca (así se decía a sí mismo) participa con su orquesta y como actor en una docena de filmes. Lo vemos con Ninón en Coqueta y Víctimas del pecado; en Amor perdido, con Amalia Aguilar; Salón de baile, con Meche Barba; Del can can al mambo, con Rosita Fornés.
Los éxitos de los mambos de Pérez Prado se sucedieron: ¡Qué rico mambo!, Caballo negro, Ni hablar, Lupita, Mambo No. 8, La niña Popoff, Mambo del Politécnico. Los mejores coreógrafos fueron traídos desde La Habana para diseñar los pasos, que las películas mexicanas repetirían: hombros, caderas y pelvis se moverían de arriba a abajo recordando el acto sexual. El mambo sería competencia del rock and roll.
Deportado a La Habana
Ya en 1951, Pérez Prado es un semidiós. Se presenta en el Auditorio Ashland de Chicago. Celoso, el sindicato de músicos de México no le permite llevar a sus músicos. Pero el matancero no se rinde, arma una orquesta con músicos puertorriqueños y estadounidenses, y lo que haría historia: suma a su banda al estelar conguero Mongo Santamaría.
El 10 de agosto de 1951, Dámaso regresa a Estados Unidos, se presenta en Los Ángeles. Ocho conciertos, un enorme éxito. La revista Newsweek lo llama "el nuevo Glenn Miller". Y la Jazz Metronome califica su agrupación como "la orquesta de jazz con más swing de los Estados Unidos", mientras la Downbeat lo llama el "Stan Kenton de México". Graba de Armando Romeu, Mambo a lo Kenton. El genial jazz leader responde grabando: "¡Viva Prado!".
A su regreso triunfal al país azteca, la envidia de los músicos mexicanos se desata. El poderoso sindicato de músicos del Distrito Federal hace que le retiren al "músico extranjero" el permiso de presentación, con la intriga de que el cubano quería convertir en mambo el Himno Nacional de México. Conociendo a mis paisanos, no dudo que así fuera. El caso es que el 6 de octubre de 1953, el Rey del Mambo sale deportado rumbo a La Habana.
Cangrejos en la pecera
En Cuba, Pérez Prado es recibido como una estrella internacional. Inaugura la planta de televisión Telemundo, de Gaspar Pumarejo. Los teatros Encanto, Martí y Campoamor hacen revistas con la pareja de baile Ana Gloria y Rolando. En el cabaré Zombie surgen las mamboletas de Gustavo Roig; en Tropicana, el coreógrafo Rodney lanza las esculturales Mulatas del Fuego, que bailan un ¡Qué rico mambo! de infarto.
Como cangrejos en la pecera, músicos cubanos le disputan a Pérez Prado la paternidad del mambo. Son los mismos que ya lo habían acusado en las páginas de
Bohemia de extranjerizante: el flautista Antonio Arcaño, por un lado, y su pianista, chelista y orquestador Orestes Macho López, por el otro.
Cada uno por su lado (entre ellos sacarían chispas) insisten en decir que el mambo les pertenece. Y sacan a relucir el DanzónMambo que la orquesta de Antonio Arcaño estrenó en 1938, dando comienzo a lo que Arcaño llamó "El ritmo nuevo". Un danzón acelerado en los estribillos, que por un tiempo entretuvo a los bailadores y pronto pasó al olvido.
Pérez Prado no responde, regresa a Los Ángeles, donde se presenta en el programa de televisión que lo lanzaría a la fama mundial, el estelar del genial músico-cómico norteamericano Spike Jones.
Los Ángeles sella su fama universal. Su tema Cerezo rosa se convierte en el instrumental más vendido de todos los tiempos. El hermoso mambo lento es el más tocado en las victrolas y el que ha estado más semanas en primer lugar del hit parade estadounidense (26 semanas, por encima del Don't Be cruel, de Elvis Presley, que estuvo 24 semanas).
Escribe allí la música del filme Underwater, protagonizado por Jane Rusell, mientras en Roma se filma la película Mambo, con la voz de Xiomara Alfaro, el ballet de Catherine Dunhan y la actuación de Silvana Mangano.
¿Hasta dónde llegó el mambo? Baste saber que el cardenal de Lima prohibió a sus feligreses bailarlo, por sus movimientos lascivos; que Mario Vargas Llosa aclamó al Rey del Mambo en su novela La ciudad y los perros, y que, en Japón, al otro extremo del planeta, el famoso grito de "¡uhhhhhhh!" de Pérez Prado fue adoptado por millones de japoneses.
Arqueología fallida
En Nueva York, otro cubano, el sonero Arsenio Rodríguez, no se cansaba de repetir que el mambo lo había inventado él. En 1951, el Ciego de Oro declaró a la radio: "Quiero destruir el maldito mambo que acabó con los compositores cubanos, porque ya nadie compra ni sones ni boleros ni guarachas. Estamos poseídos por la mambomanía. Yo soy el doctor Frankenstein que ha creado el monstruo, y ahora mismo el monstruo me quiere matar a mí". Pobre Arsenio. ¡Qué rico mambo! había vendido cinco millones de discos.
Los que insisten en decir que el Danzón Mambo, de Orestes Macho López y su hermano Cachao, o los montunos de los sones de Arsenio, son el origen del mambo de Pérez Prado, están haciendo una arqueología fallida de la música cubana. Es un insulto al oído comparar la orquestación de violines y flautas de Arcaño con la impronta de metales y percusión de Dámaso Pérez Prado.
El musicólogo Leonardo Acosta, en su libro Otra versión de la música popular cubana, dice sobre la polémica que desató la paternidad del mambo: "El problema es que se han mezclado dos conceptos distintos, el del ritmo mambo y el de el mambo como género. El ritmo mambo, con claros antecedentes en el son oriental, suele caracterizarse como muy sincopado. Aquí se atribuye la paternidad a los hermanos López, ambos con la danzonera de Arcaño, o al tresero Arsenio Rodríguez con su conjunto, quien llamó diablo a este patrón rítmico…".
Y aclara Acosta: "Para hablar de un nuevo género se requiere la concurrencia de varios elementos nuevos: 1) la ritmática o patrones rítmicos; 2) el ámbito melódico armónico; 3) el tipo y estilo de orquestación con timbre y sonoridad propios; 4) la forma o estructura. Dámaso Pérez Prado es, sin duda, quien más se ajusta a estos requerimientos".
Vigencia del mambo de Pérez Prado
Que tras Dámaso, otros cubanos como Bebo Valdés, el Niño Rivera y René Hernández experimentaran el mambo con acierto, ¡bravo! Que los puertorriqueños Tito Puente, Tito Rodríguez y el cubano Machito grabaran excelentes mambos para el sello Tico, que titularon Los Reyes del Mambo, es válido. Se aprovecharon del éxito de Pérez Prado. El mambo vendía en el mundo entero.
¿Por qué entonces la película Los reyes del mambo tocan canciones de amor, basada en la novela del cubano Oscar Hijuelos, ni siquiera menciona a Pérez Prado? ¿Por mala intención? Nada de eso. La banda sonora del filme no tiene nada que ver con el mambo verdadero. Lo que tocan es salsa.
El mambo de Pérez Prado traspasó las barreras del idioma. Dejó de ser un género musical para convertirse en una palabra genérica. En Nueva York (donde se desarrolla la novela ganadora del Pulitzer), muchos grupos de salsa se autodenominan bailadores de mambo. Y hasta un nuevo perfume mambo se pone de moda entre la generación del rap. El arte verdadero es el que resiste el paso del tiempo.
En 1994, el comercial Anticipation, de la cerveza Guinness, desbordó Europa con el Guaglione de Pérez Prado; los seriales The Perez Family, Mean Guns, Primary Colors, Office Space llenaron las pantallas de mambo en 1998. Su Mambo No. 5 volvió a ser éxito mundial por Lou Bega en 1999 y en 2001 con el animado Bob the Builder. Recientemente, la popularísima serie Sex and the City usó como tema de sus capítulos la erótica música de Patricia, la misma que provocara en 1960 el striptease del filme La dolce vita, de Federico Fellini.
¿Se escucha en la actualidad el Danzón Mambo interpretado por la Orquesta de Arcaño y sus Maravillas? En cambio, más de medio siglo después de su éxito, los mambos de Pérez Prado, esa fusión espectacular de percusión cubana y jazz, con sus metales al fuego, están acabados de componer, de orquestar, de grabar, están vivos.
Pero ni en La Habana ni en Matanzas —donde nació Dámaso Pérez Prado— hay una calle, un teatro, una plaza que lleve su nombre. No es de extrañar, si el más prestigioso premio de la música insiste en que Israel Cachao López es el inventor del mambo.
© cubaencuentro.com
Cachao/Andy Garcia Bass solo "Una Descarga a Cachao
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PEREZ PRADO VS SPIKE JONES
1 Comments:
Lamentablemente no existe unanimidad a la hora de asignar paternidades a los creadores de ritmos.
YO no se a quien atribuirle la creación del mambo, pero creo que no hay duda que quien lo popularizó fue PP.
Saludos,
Al Godar
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