MAXIM ROCK Y SOBREDOSIS DE CALABOZO
Maxim Rock y sobredosis de calabozo
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Crónica de otra noche represiva contra los integrantes de Porno Para Ricardo.
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Por Claudio Fuentes, La Habana | 03/02/2009
El 31 de enero de 2009, sobre las diez y tanto de la noche, tres integrantes de Porno para Ricardo (Gorki, Hebert, Renay y yo, Claudio Fuentes Madan) nos dirigimos, por puro aburrimiento y altas dosis de curiosidad, hacia el antiguo cine Maxim. Hoy es el Maxim Rock, madriguera de roqueros oficialistas del régimen castrista, que organizan conciertos y han alcanzado un estatus en evidente pacto con los funcionarios de la dictadura, a los cuales —claro está— rinden la esperada pleitesía.
Sabíamos que habría un concierto de los grupos de rock Hipnosis y Protesys, por lo que pagamos nuestras entradas, a razón de cinco pesos cubanos cada una. Una vez dentro, Gorki y yo filmamos con nuestra pequeña cámara digital, no sólo para tener un testimonio de los conocidos que pudiéramos encontrar allí, sino además para dejar constancia de nuestras impresiones del lugar y del aparataje técnico con que cuenta la "Agencia para la censura del rock cubano".
( Gorki y otro integrante de Porno Para Ricardo cuando estaban detenidos< comentario del blogguista )
Me dediqué a filmar la presentación del grupo Prótesis y la infraestructura del lugar, como la enorme pantalla donde se proyectan vídeos, todo el andamiaje referente a los equipos de audio, luces y las demostraciones habituales del público.
Posteriormente, husmeamos un poco por el lugar, yendo por escaleras vacías, hacia los recovecos del inmueble, caminando por desiertos pasillos que daban a insípidos salones muertos. Nadie custodiaba estos lugares, ni existían carteles con aclaraciones que prohibieran la entrada a determinadas personas. Mientras filmaba a Gorki en su travesía, comenzó la trágica fiesta que da origen a esta historia.
Casualidad fatal o magnífica
Después de atravesar un salón con poca gente y sin muebles de ningún tipo, nos dirigimos a una puerta opuesta a la de nuestra entrada, que daba por medio de tres escalones a dos oficinas con las puertas cerradas, frente a las cuales Gorki saludó a dos personas. De una de estas puertas salió, de improviso y por casualidad, no sé si fatal o magnífica, Maxyuri Ávila, la jefa del Maxim Rock.
Gorki y ella se miraron como un rayo fatídico, ambos contrarios en ideología, en sentido del humor, en posición ante los pilares del poder, los dos extremistas desde fuertes personalidades; el uno marcado por su talentosa y poética irreverencia, la otra por sus férreas lamidas a las botas militares. Inmediatamente, Yuri Ávila, la rubia en jefa, entra en creciente y descontrolada cólera, agarrando por el brazo a Gorki con potentes garras, zarandeándolo a plenitud mientras se dirigía hacia mí, a gritos de que no puedo filmar, que abandone el lugar inmediatamente.
Ávila manoteó sobre la cámara, dándole un golpetazo de hombre colérico, que hizo que casi me cayera al piso. Maxyuri continuó empujándome por la espalda mientras persistía en hacerse de mi aparato, exigiendo que se la entregase, amenazando con que si agarraba la cámara, la tiraba contra el piso.
A Gorki y a mí nos sacan a empellones escaleras abajo, y ya en el último tramo de esta, entiéndase el más largo y empinado, recibí un descomunal impulso trasero por parte del "maxim rubio trol en jefa Yuro", el más duro de todos los Yuros, que me hizo resbalar y volar hacia abajo y a toda velocidad, cuatro escalones.
Por suerte, en medio de mi desequilibrio, atiné a agarrarme de la baranda y no terminar cuatro metros abajo como un saco de papas repleto de mis equipos: trípode, bolso, cámara fija con flash incorporado y la cámara de vídeo que, por fortuna, permanecieron en mi mano derecha. Finalmente fui conducido por el rubio Agente Duro hasta la acera de enfrente, donde quedé bajo la custodia de dos policías, adonde luego llegó Gorki. Mientras esperábamos que el Maxim Trol acabara de dar ordenes a la policía, Gorki me contó que fue agredido inesperadamente, con un manotazo en la cara, por el cantante de la banda comunista de rock Hipnosis, conocido como el "Zeppelín", quien le gritaba a Gorki, en defensa de su veneradísima jefa: "Con ella sí que no". Gorki, con ecuánime gesto de perplejidad, frunció su entrecejo y sólo le contestó: "Y tú qué personaje te has montado?".
Nos esposaron y fuimos llevados a la unidad policial por contrarrevolucionarios.
Lo demás es fácil de predecir o adivinar: fuimos directo hacia la estación policial de Zapata y C, de donde salimos a las dos horas, con una multa de 20 pesos cada uno, que, por supuesto, no firmamos. Nos cargaron un "escándalo público" que no desatamos, y del cual no fue testigo ningún policía. Sus autores nunca dieron la cara, ni fueron conducidos a la estación para posibles aclaraciones o denuncias.
Violencia injustificable
Es increíble que funcionarios y dirigentes continúen con las típicas actitudes de arrogancia y abuso de poder, cuando, en la mayoría de las ocasiones, con una manera tranquila y de respeto, obtendrían de los ciudadanos una cooperación pausada, sin atropellos ni escándalos.
Si la Maximjefa nos hubiera hablado sin esas hoscas maneras y manoteos, todo hubiera transcurrido sin penas ni glorias. Debería recordar que jamás la violencia de actos podrá ser justificable ante ningún tribunal de ética imparcial.
Este tipo de cosas, sin embargo, las ha permitido nuestro doble culo en jefe cuando no tomó medidas contra aquellos que le dieron golpes a todos los que se iban por el Mariel en los trágicos años ochenta; en manifestaciones pacíficas por múltiples razones políticas; con la creación de las UMAP…
Si estas últimas existieran todavía, Maxyuri Ávila, el duro Yuro, estaría injustamente apresada por una conducta sexual que no tuvo oportunidad de elegir y que, además, está en su derecho a realizar plenamente. Sin ningún prejuicio y sin la amenaza de ser perseguida en obtusas cacerías de brujas por un gobierno de marcado carácter machista y fascistoide, con el cual usted, Maxyuri Ávila, conocida también como el Yuro, hoy pacta.
Al salir de la unidad policial nos esperaba Renay, baterista de Porno Para Ricardo, con quien seguimos para la calle G para festejar nuestra ligera libertad, hasta entonces momentánea. Compramos un Havana Club, una cola y cigarros, todos pagados en CUC, por lo que siempre nos consideraremos contribuyentes obligatorios con el sistema, así que no podremos ser tan contrarrevolucionarios como nos llaman y como deseamos.
Y ahora la moral pública…
A eso de las tres de la mañana, unos segurosos o agentes vestidos de civil estuvieron rondando cerca de nuestro banco, para finalmente llamar desde un teléfono móvil a la policía política, que llegó casi de inmediato, nos pidió los "carné idá", alegando que Hebert, Renay y Gorki quedaban detenidos y que serían conducidos a la unidad policial de 21 y C, donde se les abrirían un proceso de investigación.
Después de horas de espera, primero llegó Renay a casa, y a eso de las dos de la tarde llegaron, para nuestra felicidad total, Hebert y Gorki, a quienes les hicieron pruebas de orina que, por supuesto, dieron negativas. Tanto Gorki como Hebert fueron liberados con una multa de 30 pesos cubanos, bajo la ridícula acusación de "ultraje sexual". Fue la segunda multa de la noche para Gorki, quien logró con esto un magnífico récord concerniente a represión y descaro.
Lo de "ultraje sexual" intenta ser una ignominia contra el diseño cool de la autoría de los integrantes de Porno Para Ricardo, que ellos muestran en sus ropas con contenido y mensajes explícitamente sexuales y políticos. Por ejemplo, el dibujo de una pinga pintada en negro, sobre la camisa guayabera blanca de Gorki, la que además incluye estupendos textos que, según los policías, son considerados una afrenta a la moral pública por su carácter impúdico.
© cubaencuentro
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