ELLOS ESTÁN AHÍ
Ellos están ahí
Por Raúl Rivero
Madrid -- Los especialistas de agua con azúcar, los académicos madurados con carburo, los periodistas remendones y los encapotados zorros de cancillería, entre otros figurantes de la gran carpa regional, han hecho una zafra urgente y negativa con el cambio de rumbo de política de Estados Unidos hacia Cuba.
Ante las primeras medidas tomadas para liberar los viajes y el envío de paquetes y remesas de dinero a los familiares en la isla, se ha desatado una ofensiva de exigencias para la administración norteamericana. Una corriente de opinión, permanente y fluida, que no cesa como el rayo aquél y halla brotes de contagio o apariciones sorpresivas en muchos puntos del hemisferio y en otras regiones del mundo.
De pronto, esos pasos iniciales para un eventual acercamiento entre los dos países dieron pábulo a una campaña que crece cada día. Una contienda estudiada y sin margen para la improvisación que reviste al régimen con una caperuza azul pastel y le da una imagen de inocencia y santurronería.
Mediante este ejercicio, que puede verse con claridad en los medios de prensa, los represores se han convertido en víctimas. Los que han arruinado el país con un sistema inoperante y fracasado, quienes han fondeado la nación en el pasado, aparecen como valerosos resistentes numantinos y héroes del mismo pueblo que han dejado en la pobreza, arruinado, sin ilusiones, libertad ni derechos.
A esa contienda se han sumado, de manera pública en los últimos días --con su agresividad y torpeza congénita-- Hugo Chávez, Evo Morales, Daniel Ortega y Rafael Correa. Y, de forma más sutil y tangencial, como corresponde a democracias en vías de desarrollo, Lula da Silva y las señoras presidentas de Chile, Michelle Bachelet y Cristina Fernández, de Argentina. Entra en el grupo, con una sotana de piel de cordero, el paraguayo Fernando Lugo.
Lo más grave del asunto, sin embargo, no es ese asalto de oportunismo político, esa especie de piñata de escuela en la que participan alborozados los populistas y las nóminas cebadas de sus ayudantías.
Lo peor es el plano de oscuridad y silencio en el que tratan de soterrar la opinión de la oposición pacífica, la situación de los presos políticos y la realidad de hastío, cansancio y precariedad en la que viven los grandes sectores de la población.
Se proponen presentar, en el escenario internacional, una Cuba unánime y paralizada. Fiel e incondicional a los postulados del gobierno, como si fuera posible, en estos tiempos, ignorar el pensamiento divergente y su efervescencia dentro de la isla. Unas ideas de diversos registros políticos, en efecto, con muchos años de presencia en la sociedad y representaciones muy importantes de jóvenes intelectuales y artistas, que tienen sus puntos de encuentro en el camino hacia la democracia.
Los hacendados de esa zafra fatal, los promotores de las vendas y las negruras no pueden ocultar, aunque quieran, lo que piensan las personas que trabajan todos los días para ser libres y vivir en un país próspero y abierto para todos.
No pueden hablar de Cuba como si esas personas no existieran. Ni tuvieran amores, hijos, dolores, sueños. No pueden impedir que se conozcan los criterios de los activistas que están en la calle bajo las fuerzas de los bloqueos reales, los acosos y las talanqueras de los que destruyeron los puentes y crearon los precipicios.
Nadie puede impedir ya que salgan de los calabozos las piezas manuscritas de los presos políticos con mensajes como este que envió hace unos meses el poeta y periodista Ricardo González Alfonso: ``El presente no es el fin de los tiempos, sino el preludio de otros nuevos donde no tendremos rejas, ni por dentro ni por fuera''.
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