LOS MISMOS ERRORES
Tomado de http://www.cubaencuentro.com
Los mismos errores
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En la Isla, la opción democristiana no ha tomado fuerza como motor de transición hacia la democracia.
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Por Yaxys Cires Dib
Madrid | 27/04/2009
Un compromiso político activo de los cristianos, en general, y del laicado católico en particular en una opción grupal, podría facilitar un proceso de transición hacia la democracia en Cuba.
Si echamos un vistazo a diversos procesos de transición democrática encontramos que las fuerzas políticas inspiradas en la doctrina social de la Iglesia han jugado un papel destacado, en algunos casos convirtiéndose en preponderante. La opción demócrata o socialcristiana ha sido la predilecta de las sociedades que han decidido afrontar el desafío del establecimiento del Estado de derecho.
Hay que ser muy sectario para no reconocer el rol ejercido por los sindicatos, movimientos y partidos de vertiente democratacristiana, por ejemplo, en Polonia, Alemania, Hungría, Lituania, Panamá, Chile, Guatemala, México, entre otros.
La defensa de la centralidad política, la solidaridad, la subsidiaridad, la primacía de la personas humana sobre el Estado y sobre el mercado, son principios que la doctrina cristiana propone, atractivos para los pueblos que buscan la liberación. A lo que habría que agregar la coherencia de vida y la audacia que el mensaje evangélico exige.
Pobre desempeño político
A lo largo de la historia de Cuba han existido diferentes expresiones del humanismo cristiano en la actividad política, pero muy pocas se han convertido en determinantes y ninguna en el ámbito partidista.
Si hablamos de la etapa que va desde la fundación de la República hasta 1959, la actividad política de los cristianos fue de poco calado. Interactuaron con el mundo político, principalmente mediante la participación de algún católico (a título individual) en el gobierno de turno, o puntuales declaraciones públicas de alguna asociación, como la emitida por la Federación de Juventudes Católicas en 1958 pidiendo el reestablecimiento del Estado de derecho, pero poco más. Algo que contrastó con el apogeo que sí tuvo la actividad social del catolicismo.
( La jerarquía católica de la Isla, durante la beatificación del padre Olallo. (AP) )
Según el profesor Leonel de la Cuesta, en 1949 comenzó a gestarse un partido político bajo el nombre de Movimiento Humanista, inspirado en el pensamiento de Emmanuel Mounier y Jacques Maritain. Un desprendimiento de éste llegó más tarde, en 1954, a formarse como partido: el Movimiento de Liberación Radical. A dichos grupos les faltó, entre otras cosas, un medio de comunicación o programa radial que les lanzara al ámbito nacional y les pusiera en contacto con las masas. En resumen, ninguna de estas iniciativas cuajó en el sistema político de entonces.
Oportunidad perdida
Entre 1954 y 1958 ocurrieron dos hechos de relevancia para el catolicismo y, en algún sentido, para la política nacional: las dos principales encuestas de la Agrupación Católica Universitaria (ACU), una sobre el sentimiento religioso en Cuba y otra sobre la situación del campo.
Según la encuesta nacional de la ACU "sobre el sentimiento religioso del pueblo cubano", publicada en1954: el 96,5% de la población creía en Dios, un 72,5% se consideraba católico, un 19,0% sin religión, un 6,0% protestantes, y el porcentaje restante se repartía entre espiritistas, santeros, masones y hebreos. Esta encuesta abrió un debate sobre el papel de la Iglesia en la sociedad.
La segunda encuesta (1958) fue muy relevante, esta vez sobre la situación del campesinado. De haberse hecho una buena lectura política de la misma se hubieran evitado muchos males posteriores.
Dicha encuesta puso en evidencia las condiciones de miseria y estancamiento en la que vivían los campesinos. Sacó a la luz la abrumadora desproporción entre el nivel de vida de la ciudad y el campo.
El estudio también señaló que la Iglesia había descuidado la acción social en el sector campesino. Sus obras, como las del Estado, se concentraban en la capital y grandes ciudades. La evangelización del campo y el apostolado social campesino eran asignaturas pendientes para la Iglesia cubana.
Las referidas encuestas propiciaron dos momentos políticos de reflexión que los católicos desaprovecharon. Era ese el momento del compromiso, de formar un gran partido o coalición de inspiración humanista cristiana, que partiendo de esa potencialmente amplia base social de creyentes, respondiera a las necesidades del mundo rural, como ya en otros países hacían los democratacristianos con el sector obrero.
Una fuerza política de inspiración cristiana podría haber canalizado toda la conciencia crítica y el malestar que había contra la dictadura. Era el momento de presentar una alternativa que reestableciera cívicamente el régimen constitucional. Pero eso nunca sucedió.
Según monseñor Carlos Manuel de Céspedes, "los obispos en Cuba nunca quisieron que se fundara un partido demócrata cristiano, porque pensaban que los católicos tendrían que tener sus ideas claras acerca de la fe y el pensamiento social de la Iglesia pero, cómo concretarlo en un partido, que dependiera de la conciencia de cada uno (marzo de 2008)". Ese enunciado, aparentemente inobjetable, escondía el deseo de mantener la sartén por el mango, como único interlocutor y representante de un sector específico de la población, o simplemente de no molestar al régimen de turno.
Por muy admirable que haya sido la labor de las distintas agrupaciones católicas, no se puede afirmar que estas hayan jugado un papel esencial en la política. El compromiso de los cristianos se concentró en las obras de caridad, las campañas sobre temas morales y en la participación en procesiones y concentraciones masivas. Estos grupos siguieron, de manera casi estricta, los deseos de la jerarquía eclesiástica de que se mantuvieran apartados de la militancia política, tal y como establecía la Circular Conjunta de 1957.
Paradójicamente, contrastando con ese rechazo (impuesto y a veces libremente asumido) a la política de manera grupal y sistemática como cristianos, un significativo número de estos decidió empuñar las armas contra la dictadura de Batista. Luces y sobras de una sociedad que no fue capaz de implementar una política suficientemente seria y responsable, pero sí de ir apasionada a las armas. Y aquella falta de compromiso cívico trajo el resultado que todos sabemos.
Falta de compromiso y paternalismo
En estos 50 años no han faltado expresiones cristianas en relación con la política, pero igual que antes, pocas se han convertido en hechos políticos significativos. A raíz del triunfo revolucionario fueron creados diferentes grupos de inspiración cristiana, como instrumento de resistencia y denuncia al nuevo orden marxista que se estaba imponiendo. La mayoría de estos grupos y sus líderes terminaron en el exilio.
Uno de los más destacados fue el Movimiento Demócrata Cristiano, fundado en 1959 por José Ignacio Rasco, en el que militaron católicos, judíos y agnósticos. Por cierto, cuenta Rasco que mientras monseñor Boza (al parecer la excepción) elogiaba su postura, la revista católica La Quincena, que dirigía el sacerdote Ignacio Biaín, les atacaba con igual ímpetu que los panfletos del naciente régimen. Nada extraño si tenemos en cuenta la advertencia del entonces embajador español, Juan Pablo Lojendio sobre la "inclinación cada día mayor de una parte de la jerarquía, una gran parte del clero y una mayoría de la masa católica hacía la simpatía, primero, y la abierta colaboración después, con la causa revolucionaria…".
A finales de la década de los ochenta surgió el Movimiento Cristiano Liberación (MCL). Liderado por Oswaldo Payá, tiene el mérito de impulsar el Proyecto Varela, en solitario primero y como parte de Todos Unidos, después. El MCL se identifica como un "movimiento de inspiración cristiana, cívico-político no confesional" (declaraciones a la ACI, 2004). Asimismo, hay otros grupos más pequeños que también se declaran inspirados en el pensamiento cristiano.
En el ámbito de la sociedad civil, pero teniendo que ver con la política (cosa muy normal en Cuba), hay un grupo de laicos católicos de Pinar del Río que impulsan el proyecto Convivencia. Ellos también asumen su compromiso social como cristianos, aunque con obras no confesionales.
Pero más allá de estos dos proyectos y de que parte de los opositores de diferentes tendencias se consideren cercanos al catolicismo, la participación del laicado católico en la sociedad es casi nula. Oswaldo Payá, Dagoberto Valdés y otros pocos, son grandes excepciones en una Iglesia que tanto habla de la importancia del compromiso de los laicos en las realidades terrenales.
Si hablamos de las causas de que no haya un gran movimiento o partido de inspiración cristiana, diría que hay cuatro principales, además del miedo y la represión que todos sabemos.
Ha influido el clima de desencanto y hastío hacia la política existente en las comunidades cristianas. De hecho, es notable el progreso del "fundamentalismo bíblico" alienante en determinados círculos protestantes.
En el caso de las comunidades católicas, si consultamos el capítulo dedicado al análisis de la realidad en el Plan Global de Pastoral (2006-2010), aparece lo siguiente: "Nuestro laicado está comprometido sobre todo en tareas hacia el interior de la misma Iglesia, estas actividades están relacionadas con la catequesis, la formación religiosa, la promoción humana y la animación de la vida de oración. Los laicos no valoran suficientemente el hacer presencia de levadura en la sociedad, en el mundo del trabajo de la política, de la cultura, de los medios de comunicación". Este capitulo del Plan se basó en el Estudio socio-religioso de la Iglesia Católica Cubana, realizado por el sacerdote jesuita Jorge Cela.
Por otro lado, la opción de muchos por marcharse de Cuba es otra causa. Las comunidades católicas han sido de las más golpeadas por el drama del éxodo. Gran parte de esta "reserva moral", que es el laicado católico cubano, está en Estados Unidos.
Otra causa es que entre los pocos católicos comprometidos en la política hay cierta reticencia a términos como "democracia cristiana", por su aparente confesionalidad. Para encontrar una percepción más laica y ecuménica, en algunos países las fuerzas de esa inspiración han cambiado de nombre. Sin embargo, poco ha influido la decisión en una mejora de los resultados electorales, que en la mayoría de los casos no ha ocurrido. Sin embargo, hay partidos que mantienen en sus nombres el apelativo de cristiano y son los más votados en sus respectivos países. Hay lugares y contextos en los que la gente busca signos que les distinga del resto o que les reafirme en su identidad.
En todo caso, lo más importante es saber representar los intereses de su electorado en consonancia con las reglas democráticas y tener buenos programas de gobierno que hagan confluir los intereses electorales y los generales. Con respecto a la reticencia cubana, se trata de un complejo laicista y a la vez clerical heredado de los tiempos republicanos, y que ha calado dentro de la propia Iglesia; además de tratarse de elucubraciones teóricas que no se corresponden con el momento que vive el país.
Otro factor es la actitud de la propia Iglesia. A veces pareciera que el diálogo, el debate y la participación laical en la política no se potencian, no se apoyan y no se desean, entre otras razones por los problemas que generan entre la Iglesia y el Estado. Cosa que contrasta con el activismo político de quienes, de acuerdo con la norma, no están habilitados para ello. Papeles invertidos, pero nada nuevo en la historia de Cuba, llena de meteduras de pata de quienes han querido jugar a la alta política sin estar a su altura o a su bajura.
En ese contexto, además de todos los temores inherentes a quienes se lanzan a la política en Cuba, muchos laicos temen "verse fuera" de la Iglesia. La soledad moral de algunos laicos comprometidos es un escándalo silencioso en Cuba.
Desde el punto de vista político, la jerarquía cubana es tolerante con el pensar de los laicos. En general, el problema de la Iglesia cubana es que la relación entre el clero y el laicado es demasiado paternalista, hasta el punto de no aceptar la independencia de acción de los laicos en la sociedad. No es intolerancia con el pensar, sino con el actuar. La actividad (política) al margen, no se perdona o se hace a regañadientes, aunque seas el mayor defensor de los dogmas de la institución. Después se impone un equivocado sentido de la misión pastoral para prohibir cualquier contacto entre el "apestado" y las comunidades cristianas.
Los laicos católicos con inquietudes políticas no deberían ser percibidos o considerados como cristianos fuera de la comunión de la Iglesia; por cierto, Iglesia por la que muchos laicos se han sacrificado en los tiempos más duros y lo volverían a hacer. Es que de hecho no están ni se sienten fuera de la comunión cristiana quienes han apoyado o alabado a personajes y proyectos impresentables y contradictorios con el espíritu de los evangelios.
La Iglesia cubana, como ninguna otra institución, ha formado a sus integrantes en un abanico de valores y principios que la sociedad reclama, en especial la realidad política nacional. La Iglesia Católica no tiene que organizar partidos políticos. Esa no es su misión, pero hasta que la dinámica paternalista e inculpadora no cambie, será difícil articular una verdadera política de los cristianos con sus grupos de compromiso político, en consonancia con las vivencias de muchos países de raíces cristianas.
La pregunta sería: ¿se volverá a desaprovechar la oportunidad?
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