UNA SEÑAL, COMO PIDE OBAMA
Por Laritza Diversent
Una cosa es que se ponga fin al aislamiento internacional, y otra, es que Cuba reingrese a la Organización de Estados Americanos (OEA) sin cumplir las cláusulas democráticas aprobadas por la organización.
El aislamiento internacional significa para el pueblo cubano la reclusión. Hay incomunicación hacia fuera y hacia adentro. La versión oficial del acontecer nacional o internacional es la única que vale y se trasmite. No hay flujo de información.
Los cubanos necesitan una sociedad abierta para sí y para el mundo. La posibilidad de opinar y expresarse directamente sin mediación gubernamental. Pero esto no sucederá hasta que Cuba no deje de ser un país “bloqueado”. Es necesario quitarle a la dictadura los argumentos que la convierten en víctima.
El reingreso de Cuba a la OEA no tiene que ver con ese aislamiento. Uno de los objetivos de la organización, tal y como establecen sus estatutos, es promover y consolidar las democracias representativas en la región. En la isla, esta no existe.
El pueblo cubano es el único del continente que no puede elegir, en elecciones populares, al líder que los gobierna. Tampoco tiene medios para controlar los actos de gobierno, ni siquiera cuando estos son inconstitucionales.
“Democracia representativa” no es lo mismo que “democracia socialista”. ¿En 50 años cuantas veces el presidente del Consejo de Estado rindió cuenta de su gestión al pueblo?
¿Realizó consulta popular cuando impidió a los nacionales hospedarse en hoteles o limitarles el derecho a residir y circular libremente en el territorio?
Ambos derechos están reconocidos en la constitución, sin embargo, se violentaron y aun continúan vulnerándose. Sólo dos reformas constitucionales en todo ese tiempo. El primero para aprobar la constitución que ellos mismo violan y la segunda para declarar irreversible el sistema.
Es inteligente eliminar los obstáculos que impiden el regreso de Cuba a la OEA. Puede incluso revocarse la resolución que la penaliza y determinó su exclusión en 1962. Realmente no se ajusta a la realidad política actual del país. Pero no debe aceptarse su incorporación sin cumplir con las normas de la carta democrática continental.
El país necesita una transformación desde el punto de vista político, jurídico y económico, que permita una transición pacífica a la democracia. Hasta ahora el gobierno proyecta hacia el exterior la intención de dialogar, pero al interior refuerza los mecanismos de control que impiden la libertad individual de sus ciudadanos.
Se sentaría un mal precedente para la defensa de las democracias latinoamericanas si se acepta el reingreso incondicional de Cuba a la OEA, en las actuales condiciones. Antes debe el gobierno cubano mostrar su voluntad de dar “pasos democráticos con buena fe”, una señal, como pide Obama.
laritzadiversent@yahoo.es
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