domingo, junio 14, 2009

CUBA: NO HAY CANDADOS PARA LA POESÍA:

No hay candados para la poesía




Por Raúl Rivero


Madrid -- Circula en España, desde el 20 de mayo, un libro de poemas que la gente sensible y alerta lee con serenidad, le destina luego un sitio especial en su experiencia y le da amparo y calor en sus bibliotecas. Se trata de un cuaderno sencillo, ilustrado también por su autor, sentido y firmado por Omar Rodríguez Saludes en una cárcel de Cuba.

Es el segundo libro de una colección que publica la Fundación Hispano Cubana. La inició, en enero, Con fines humanos, de Ricardo González Alfonso, y continuará en los próximos meses con un puñado de versos enviado por Regis Iglesias desde otra prisión.

El libro de Omar se llama Habana, yo quiero verte. Es una selección de poemas dulces y primitivos, unos poemas puros tocados por la pureza del hombre que los escribió.

Sé muy bien que, como todos los poetas verdaderos, su autor no busca la gloria, ni la fama. No los hizo para que lo recordaran. Los hizo para recordar él. Para aliviar, con la vida efímera de la poesía --esa emoción pura rescatada de la memoria-- la espantosa soledad de la cárcel.

Este es el cuaderno de versos que nos envía desde su celda Omar Rodríguez Saludes. Son piezas de amor, todas son piezas de amor, escritas con una rima caprichosa, personal y una música que varía su clave de acuerdo a los estados de ánimos del poeta, al asunto y al objeto del poema.

El gran fotógrafo que es Omar, sin cámara ni exteriores, ni rostros humanos ni ciudad que retratar, fotografía con el lápiz todo lo que pasa por su corazón. Hace versos para captar y entregarnos a los lectores su mundo interior y los viajes de sus pensamientos.

( Omar Rodríguez Saludes y familia en su Habana que quiere ver; foto de archivo )

El libro es un testimonio en verso de los recorridos de Omar y de sus reflexiones sobre la realidad. Pero es, sobre todo, un documento de fidelidad y entrega al amor de sus hijos, de su familia y, en otra dimensión, de su mujer Ileana Marrero.

Hay en estos textos una armonía rara. Conviven poemas escritos para sus hijos pequeños. Esos tienen un timbre único y se inscriben en el perfil de la compleja faena de comunicarse, entrar e interactuar con el universo delirante de la infancia.

Otros están en el terreno de la poesía amatoria, y todavía queda una zona para salvarse de los asedios del olvido, nombrar la ternura, cantarle al amor de su madre lejana y sacar del señorío final --de aquella noche-- el fantasma de su padre.

Pongo aparte un poema titulado El fracaso de la bestia. Allí veo más nítido al Omar que conozco, quiero y admiro. Al hombre que no se deja vencer por el sufrimiento, ni permite que el crimen de condenarlo a 27 de años de prisión lo convierta en un foco de rabia y frustración.

Dice Omar que una bestia penetró en su casa para robarle el amor, pero que su respuesta es esmerarse en sembrar un jardín.

Estremece toda esta poesía y se puede escuchar, por encima de la arbitrariedad formal y de otras faltas que seguramente hallarán los críticos voraces, la voz genuina de un hombre que les abre puertas y deja entrar la belleza, la pasión y muchos huéspedes nobles en un recinto donde gobiernan el odio, la intolerancia y el coro que redobla tambores por la dictadura.

A lo que le debemos a Omar Rodríguez Saludes como fotorreportero, fundador del periodismo independiente y demócrata prudente y humilde, tenemos que agregarle ahora este libro de poemas soñados en la última franja (que será la primera) de la sociedad cubana. Una obra escrita con honestidad, coraje y sentimientos en una atmósfera donde sostener esos valores es peligroso.

Creo que este libro es también un homenaje a todos los presos políticos porque muestra la calidad humana de uno de ellos. Uno de ellos que es un emblema.