Juan Almeida: “!Que dios te coja confesao!”
Juan Almeida: “!Que dios te coja confesao!”
Por Huber Matos Araluce
Mi padre había llegado a “La Lata”, el lugar de la Sierra Maestra donde se encontraba la comandancia de Juan Almeida. Era un sitio completamente seguro porque el ejército de Batista no podía entrar. Era una elevación, un firme, parte de una montaña grande. Un tiempo atrás, durante la ofensiva del ejército de Batista, Fidel también había ubicado a Almeida en un lugar muy seguro, el Alto de Gamboa, por donde los guerrilleros sabían que el ejército no entraría. Fidel evitaba que Almeida se arriesgara.
Almeida no se encontraba en “La Lata” y mi padre conversó con su segundo, el Comandante Guillermo García. La columna de Almeida tenía la peculiaridad de tener dos comandantes. Guillermo García era el que combatía al lado de la tropa contra las fuerzas de Batista mientras Almeida se quedaba en la retaguardia. Guillermo era amable, combativo e inteligente.
En el libro “Cómo llego la noche”, mi padre describe el encuentro con Almeida:
“Es un hombre joven que sabe ganarse a la gente con su extroversión. Le gusta mucho la música y ha compuesto algunas canciones. Se le conoce también como católico, pero ligado a los cultos afrocubanos. No ha tenido mucho acierto como jefe de acción, pero su amistad con Fidel lo mantiene en puestos relevantes el Ejército Rebelde”
Inicio la conversación:
- Almeida, Fidel me indicó que hablara contigo sobre las operaciones que debo realizar.
- Pero, cómo, ¿tú no hablaste con él?
- Sí, claro, hable con él.
- ¿Y entonces qué carajo tengo yo que decir? Si el hombre ya te dio las instrucciones, ¿qué puedo agregar yo?
Intento conversar sobre los planes pero no hay nada que hacer. Almeida ignora todo o quiere mantenerse fuera de lo que yo debo hacer o no hacer con la Columna 9.
Trato de definir con él lo que concierne al plan de operaciones y a mis relaciones con su jefatura del Tercer Frente, a la que, según instrucciones de Fidel, estoy subordinado. Quiero que todo quede bien claro. De nuevo me reitera:
- No tengo que darte instrucciones. Lo único que sé del plan de operaciones que te has comprometido a realizar, es lo que has dicho.
- Bueno, me marcho a cumplir la misión. Si tienes algo que indicarme, dímelo. Sé que, entre otras cosas, tenemos que liberar la zona que separa la Sierra Maestra de la Sierra del Cristal donde está Raúl.
Su respuesta es casi una burla:
- ¿Tu crees que vas a poder sostenerte en esa área que pretendes liberar? Tu lo que vas a dar es mucha sánsara.*
Y llevándose las manos a la cabeza, a la altura de la nuca, agrega:
- ¡Que Dios te coja confesao!
En el juicio a mi padre en Diciembre de 1959, Fidel nombró como miembro del Tribunal a Guillermo García. Guillermo no habló durante los cinco días del juicio. Fidel lo escogió porque sabía que entre él y mi padre había amistad y quería crear un conflicto entre ellos. En aquel juicio Almeida fue testigo de la fiscalía. Siempre evitó la mirada de mi padre y lo acusó de indisciplina en la Sierra Maestra. Un argumento débil, porque unos meses después de su llegada al teórico Tercer Frente, cuando se organizaba el ataque final de la revolución sobre Santiago, Fidel puso a Almeida y sus tropas bajo las órdenes de mi padre, que era el designado jefe del asalto a la ciudad.
Fui testigo presencial de una conversación entre Fidel y Almeida durante ese juicio. Me encontraba yo, con menos de 14 años de edad, sentado en una banca de un pequeño parque muy cerca del Anfiteatro de “Ciudad Libertad,” antiguo campamento militar conocido en los tiempos de Batista como “Columbia”. En ese anfiteatro se hacia el juicio. En una de las mañanas antes de que comenzaran los procedimientos, me había apartado de mi familia refugiándome en aquel parquecito tranquilo. Vi acercarse a Fidel hablándole y gesticulándole a Almeida. Se sentaron en una banca no muy distante de la mía. Me extrañó que Fidel no lo notara y que no les importara mi presencia a varios escoltas, que guardaban cierta distancia. No podía escucharlo todo, pero el nombre de mi padre se repetía en el monologo de Fidel. El estaba tratando de convencer a Almeida de que mi padre había conspirado contra la revolución. Almeida no se resistía al argumento, pero Fidel parecía creer que tenía que insistirle en el tema. Yo hice lo que pude para no hacerme sentir; tenía la urgente necesidad de volverme invisible.
Ahora otro hijo, el hijo de Juan Almeida, aquel hombre a quien Fidel convencía sobre los supuestos delitos de mi padre, ha publicado un libro “Memorias de un guerrillero cubano desconocido” donde Juan Juan Almeida dice:
“Yo soy sólo un ser humano que se crió y se formó entre corruptos, inmodestos y modernos corsarios que jugaron a ser estrictos, sencillos y guardianes del honor, pero olvidaron callar frente a los niños. Porque este niño creció admirando esos vicios heroicos y vandálicos que apologetizaron nuestros líderes haciéndome ver que el asalto a un cuartel, en un país con leyes, puede ser una cosa justa. Haciéndome ver que subvertir países con ideas extranjeras, usando métodos ilegales, era algo necesario. Haciéndome ver que los problemas del estado se solucionan más fácilmente si ahuyentamos a nuestros propios ciudadanos. Haciéndome ver que repudiar, desprestigiar, pisotear, golpear, escupir o encarcelar era una buena opción para aquellos que no piensan como el sistema exige. Haciéndome ver que el pueblo es una masa amorfa y lejana a la que se tiene en cuenta desde un estrado para elogiarla un poco, azuzarla otro tanto y luego regresar al aire acondicionado. Me hicieron ver tantas y tantas cosas que terminé confundido como millones de cubanos que no sabemos la diferencia exacta entre el bien y el mal.”
Ante la muerte de Juan Almeida, el comunicado oficial del régimen castrista señala que : "En los 57 años (...) el Comandante Almeida estuvo siempre en la primera línea de combate junto al Jefe de la Revolución, valiente, decidido y fiel hasta las últimas consecuencias.'' Lo cierto es que ni Juan Almeida ni el Jefe de Revolución (Fidel Castro) estuvieron nunca en la primera línea de combate.
El mito de Fidel, Raúl, Almeida, el Che y otros como héroes del combate armado contra Batista es una construcción política, enteramente ajena a la realidad. Los héroes fueron otros. Muchos de ellos terminaron ignorados o asesinados, en la cárcel o en el exilio. Fidel y sus más cercanos allegados se mantuvieron siempre seguros, en la retaguardia o en posiciones que no amenazaran su vida. Ahora, que Dios los coja confesaos.
*Sánsara: movimiento de un lado a otro, sin orden ni dirección.
Fonte: Identificada en el texto
http://www.cubalibredigital.com
3 Comments:
De que los más iguales estaban en la retaguardia y no se arriesgaban es algo que ha sido explicado con mucho orgullo por el propio Fidel, el decía en una entrvista sobre el Ché o Camilo, cómo el trataba de cuidar los cuadros más importantes, y yo digo, no se cuidaría él mismo...
Yo extraño tus Artículos en el Miami Herald todavía, que clase de cabroná hicieron contigo, pero tu sigues ahí como siempre, alumbrando...
Como siempre ha estado super claro en Cuba: "Aquí lo que cuenta es absoluta fidelidad a Fidel." Todo lo demás es muy secundario (como, por ejemplo, tener talento o verdaderamente servir para algo que valga la pena). Almeida nunca fue gran cosa, pero siempre supo lo que de verdad contaba.
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