sábado, septiembre 12, 2009

Y BURLÓ EL UNIPARTIDISMO

Y Burló el unipartidismo



Por Tania Díaz Castro


Santa Fe, La Habana, 10 de septiembre de 2009, (PD) Jamás podré olvidar al amigo Roberto Bahamonde Massot, ingeniero agrónomo y pedagogo, nacido en Los Arabos, provincia de Matanzas. Lo conocí en mi casa en 1988, cuando esta era un hervidero de activistas de los Derechos Humanos entrando y saliendo. Bahamonde tendría cerca de 60 años y unas ganas tremendas de mover las piedras más grandes de la dictadura castrista, con una sola mano.

Lo primero que me pidió fue ingresar al Partido Pro Derechos Humanos de Cuba -PPDHC-, que en aquellos momentos se organizaba en mi casa. Como apenas tenía referencias suyas, le hice algunas preguntas. A una de ellas me dijo:

-Quiero postularme como candidato en las elecciones del Poder Popular.

Lo miré fijamente. No, aquel hombre, de rostro sereno y noble, no parecía estar loco.
Un poco después firmó su carné del PPDHC, ilegal en aquellos momentos, como hasta hoy.

En una de sus visitas me contó que, a pesar de llevar una vida muy tranquila con esposa e hijos, su odisea había comenzado en 1971, al enviarle una carta a Fidel Castro donde le sugería la vieja fórmula del estímulo material a los trabajadores con el fin de salir de la crisis económica en que estaba envuelto el país desde los inicios de su gobierno.
Castro le respondió en breve tiempo a través de varios policías vestidos de civil de la Seguridad del Estado, que lo invitaron a pasar una feliz temporada en las celdas tapiadas de esa macabra institución.

A partir de aquel momento Bahamonde no pudo ejercer nunca más los conocimientos adquiridos en sus dos carreras. Comenzó a trabajar por cuenta propia haciendo fotos de bodas, bautizos y fiestas de quince.

En marzo de1989 y a título personal, se presentó ante la asamblea del Poder Popular de su barrio, perteneciente al municipio habanero San Miguel del Padrón y se propuso como candidato. Muchos de sus vecinos conocían de antemano un escrito suyo que le serviría de programa, donde se reclamaban los derechos ciudadanos conculcados por el régimen. Entre otros: la libre entrada y salida del país, libertad para el trabajo por cuenta propia, libertad de expresión y de prensa, legalización del pluripartidismo, libertad para los presos políticos, etc.

Era demasiado para la dictadura castrista. Aquella noche del 9 de marzo, y ante decenas de vecinos, hombres del Ministerio del Interior impusieron a un teniente como delegado, acusaron a Bahamonde de contrarrevolucionario y apagaron las luces. Pero, de acuerdo al resultado de la votación, Bahamonde había ganado prácticamente, puesto que una mayoría, la que estaba a su favor, se había abstenido de votar.

Fue, según me dijo días después en una carta que aún guardo y que me envió a mi celda, en la Prisión Manto Negro, una derrota triunfante.

Hoy, no sé por qué rincón del exilio anda mi amigo, pero sí sé, estoy segura, de que siempre se ha sentido un héroe. Pudo mover las grandes piedras del castrismo, con una sola mano.
vlamagre@yahoo.com