martes, noviembre 10, 2009

La burocracia asfixia a Cuba

La burocracia asfixia a Cuba

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Las trabas y descoordinaciones administrativas lastran las reformas de Raúl Castro | La imprevisión y poca coordinación hicieron que cientos de toneladas de alimentos se pudrieran bajo el sol
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FERNANDO GARCÍA
La Habana. Corresponsal
09/11/2009


La calle 204 del municipio habanero de La Lisa tiene un sonido peculiar. Sobre un fondo de trinos y esporádicas voces de vecinos, el ruido que predomina en la mañana es el de esa percusión leve y de ritmo variable que todos reconocemos pero situaríamos en otro tiempo y lugar; no a la intemperie y no en el siglo XXI, sino en una oficina y varios decenios atrás. Clac-clac-clac-clin, y así venga y dale a lo largo de 80 metros de travesía. Es el tecleo de las seis mecanógrafas que, con sus viejas olivettis y a precios dignos, se ofrecen para rellenar los complejos impresos que la oficina de Emigración instalada en esta calle exige a los usuarios: a cientos de cubanos que allí acuden cada día atribulados por el vía crucis de trámites requeridos para salir del país.

La imagen de la calle 204, donde Nidia, Yanet y las demás teclistas se anuncian con carteles promisorios de "calidad y garantía" en el llenado de "todo tipo de planillas", es en realidad la caricatura más amable de un país anquilosado por su burocracia; por una especie de inercia hacia atrás que combina diabólicamente distintas herencias y tradiciones: la de la hispánica y decimonónica dictadura del manguito, con sus peloteos de ventanilla a ventanilla y su vuelva usted mañana, y la del culto quizá más soviético a los informes, consultas y órdenes por escrito –en estricto seguimiento de largas cadenas de mando–, y a las reuniones, muchas reuniones: en el trabajo, el barrio, el partido y la "organización de masas".

Los propios líderes de la revolución lo denunciaron desde un principio. El Che declaró la "guerra al burocratismo" en 1963 y, medio siglo después, Fidel Castro se despidió de la presidencia pidiendo a los suyos que no se dejaran arrastrar por la burocracia. Ahora, raro es el día en que la prensa oficial no arremete contra las piedritas que los burócratas ponen en el engranaje, que son muchas; por desidia o reticencia a lo nuevo, el aparato administrativo cubano padece una arteriosclerosis que martiriza a los ciudadanos, entorpece las reformas y amenaza al régimen.

Los efectos en la vida diaria de la gente son espectaculares. La sección de quejas del diario Juventud Rebelde nos descubrió hace poco en qué consiste y dónde está el limbo: en un viejo hogar de ancianos del barrio habanero del Cerro que en 1995 se transformó en edificio de viviendas. Las 85 familias allí alojadas desde entonces tienen legalmente reconocida la asignación de su hogar, pero no su propiedad. Así que no existen como vecinos, y no pagan ni luz ni gas ni agua. Pero tampoco figuran en el registro de la libreta de abastecimiento y no puede recoger allí sus alimentos.

( Media docena de mecanógrafas repartidas en una pequeña calle de La Habana se ganan la vida llenando impresos a los apurados usuarios de la oficina local de Emigración / Fernando García )

Hay historias más tristes. Como la de Teresa Haydée, que lleva 20 años reclamando "en todas partes y a todos los niveles" la nueva casa que el Estado prometió a su padre a finales de los 70 tras destruir la suya para construir una presa. O la de una licenciada en Psicología que lleva meses sin poder incorporarse a su puesto de trabajo porque en la facultad no le dan el título a causa de un atasco en su expediente. O el de 300 maestros que llevan semanas sin cobrar por un problema de trámite no esclarecido.

Cada contratación, permiso o documento personal requiere aquí una montaña de cartas, certificados, cuños y verificaciones de varios organismos. El frecuente extravío de papeles, agravado por la displicencia de los funcionarios que no perdonan un segundo de su hora de almuerzo, es causa de catástrofes personales que a menudo sólo encuentran aliviado con el soborno.

Aunque no es nuevo ni exclusivo, el problema está de plena actualidad en la isla. No tanto por sus consecuencias individuales en la dura existencia de los cubanos como por el daño que está haciendo a Raúl Castro, al frenar sus planes económicos.

Los bostezos, zancadillas y encogimientos de hombros congelaron durante un año y luego mutilaron gravemente el proyecto "pago por resultados" que el Gobierno lanzó a primeros de 2008 pero no pudo poner en vigor hasta bien entrado el 2009. Las "resistencias, poca preparación e incomprensiones" que se reconocieron allá por mayo todavía hacen trastabillar esta innovación clave, encaminada según Raúl a combatir el "injusto igualitarismo" mediante la adecuación de los salarios a la productividad.

Los medios oficiales admiten peliagudos problemas de coordinación al aplicar las reformas en el campo. El programa de entrega de tierras baldías a particulares, de entrada cojo por falta de maquinaria y utensilios, está favoreciendo el aumento de algunas producciones. Pero cientos de toneladas de tomates, ajos y otros alimentos se pudrieron en las últimas campañas por enormes desajustes entre lo que se había sembrado y lo que se podía cosechar, almacenar, enlatar y distribuir.

Los planes de vivienda –necesidad número uno del país– vienen incumpliéndose sistemáticamente, en gran parte por culpa de un sistema de tramitación tan tedioso y laberíntico que "no se comparara ni con la odisea de Ulises", según descripción autorizada.

Los proyectos que el Gobierno está poniendo a prueba para "eliminar subsidios excesivos", entre ellos la libreta de abastecimiento y los comedores obreros, pueden topar con el mismo monstruo; unos burócratas que, aunque operan desde los cuadros del Estado y el PC, se han convertido en los disidentes más eficaces.

El ex diplomático Pedro Campos, destacado comunista crítico, expresa con crudeza lo que muchos piensan acerca del excesivo centralismo y de ese totalitarismo del sello y el papel carbón que "ha ido ganando autonomía frente a la dirección revolucionaria" y los intereses del cubano: "El capitalismo creó sus sepultureros, los trabajadores. El socialismo de estado, su burocracia".