lunes, noviembre 02, 2009

Raúl Chibás llevado por Castro, la paloma de Fidel, mi atentado al Ché y otras imaginerías

Chibás llevado por Castro, la paloma de Fidel, mi atentado al Ché y otras imaginerías



Por Luis Conte Agüero

Carta Abierta a Juan Eduardo Azzini

Mi pasión por la verdad y la historia ordenan estas líneas. A veces creo inútil esclarecer las fábulas que me persiguen y azotan. Sin embargo se intenta el remedio aunque remedie poco. Excúseme citar ejemplos que, aunque tal vez no le interesen a usted, se imponen por razones de historia:

A- Fidel Castro no llevó el 5 de agosto del 1951 el cuerpo herido del gran líder cubano Eduardo Chibás (izquierda) a la mesa de operaciones del Centro Médico Quirúrgico en La Habana, donde murió el 16 de agosto. En el automóvil de Raúl Añorga lo llevamos Orlando Castro Yanes, Rufino González, Pelayo Cuervo Navarro, Roberto Agramonte y yo. Fidel Castro, José Pardo Llada y otros llegaron inmediatamente después. Esta falsedad reaparece en artículos honestos o engañados, en libros en inglés y español y hasta en films.

B- Novelísticamente embriagado en “La historia verídica de la paloma”, un viejo periodista profesional me vio soltar la paloma que el 8 de enero del 1959 se posó sobre un hombro de Fidel Castro cuando éste pronunciaba un discurso en La Habana. Ocurre que ese 8 de enero concluyó mi exilio en Buenos Aires, Argentina, y llegué el 9 de enero en vuelo especial de Cubana de Aviación a Rancho Boyeros con otros exiliados cubanos y con los padres del Che Guevara que los esperaba en el aeropuerto. Otro autor copión – juro que ignoro sus motivos- aumentó el disparate y en un libro de memorias me sitúa en La Habana aquellos primeros días de enero entrenando a palomas tan desdichadas para tan pesado papel. Así la mentira repetida y ensanchada llena páginas y deforma inteligencias, sensibilidades, futuros.

No me he dirigido a quien fabricó la mentira y a quien la multiplicó, a usted sí porque en su figuración aparece el Che Guevara y vive clara diferencia ent re calenturas comerciales sensacionalistas y calumniadoras y un hombre de gobierno al que Graziano Pascale, en el libro “Azzini, Una historia uruguaya”, llama “conducta de austeridad republicana admirable”.

Pudiera contarle otras canalladas inventadas como yo comiéndone un papel. Pero, basta y al grano. El azar me enfrentó al Che Guevara en el Club Cantegril, Country de Punta del Este apenas comenzada la madrugada del 6 de agosto de 1961.

En mis obras, Primeras Memorias y en Cuba, Historia de su historia, reproduzco literalmente la versión del periódico uruguayo El día del lunes 7 de agosto de 1961. Busque también usted El país del mismo día, relea la verdad y dígala en algún pronunciamiento o en cualquier otra edición de su libro. Hágalo por usted más que por mí y, especialmente, por la verdad histórica. El propio Graziano Pascale puede ayudarlo en las investigaciones.
Aunque humillado por los aplausos y cariños con que las delegaciones oficiales y la concurrencia me colmaron aquella noche inolvidable, el Che evitó el cruce de miradas que entre enemigos causa enfrentamientos y violencias. Dice El día: “De inmediato y sorpresivamente esa chispa se convirtió en un verdadero incendio. Y los vivas al Dr. Conte Agüero y a Cuba atronaron los salones, mientras la gente formó una caravana. El entusiasmo adquirió tales proporciones que varias personalidades se acercaron a abrazar al Presidente de la Alianza de la Libertad, entre ellos el asesor personal del Presidente Kennedy, Sr. Robert Goodwin, el Embajador de los Estados Unidos en la OEA, Sr Lesseps Morrison, el subsecretario adjunto para asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado, Sr Arturo Morales Carrión, el asesor del Sr. Morrison, Sr. Mario Bermúdez, el Primer Ministro del Perú, Pedro Beltrán, el ministro de Honduras, Sr. Jorge Bueso Arias, etc... justamente frente a la mesa en que se encontr aban Guevara y su séquito. El Che no pudo evitar un gesto de contrariedad, contrayendo el rostro compulsivamente, a la vez que movía las manos de un lado a otro”.

Señor Azzini: Mi hija Carina, su esposo Pablo, mis nietas uruguayas, María Emilia y María Victoria, mis amigos, saben de mi pasión por el Uruguay, y yo no le faltaría a ellos ni a mí faltando a la verdad. No es decente ni es mi estilo. En el caso suyo no lo comprendo.

Usted sitúa los hechos en el Hotel Nogaró, sede de la reunión del CIES. Leo en las página 162 y 163 de su libro: “había otro ingrediente que hacía presagiar problemas de gran magnitud: la presencia del militante anticastrista Luis conte Agüero, un periodista y político cubano que en los años previos a la revolución había sido compañero de Fidel Castro en el Partido Ortodoxo, y que se había exilado en Miami luego de que Fidel lo denunciara como contrarrevolucionario”. “Azzini había rechazado la pretensión de Conte Agüero, puesta a la consideración de varios jefes de delegación, de ingresar en la sala de sesiones, ya que acertadamente pensaba que podría ser la causa de un incidente con insospechadas derivaciones”...

Escribe más adelante: “Se produce un gran tumulto en la sala. Conte Agüero había logrado burlar los controles de acceso, y saltando sobre las mesas que ocupaban las delegaciones, se paró en el centro de la sala y extrajo un revólver, mientras gritaba Viva Cuba Libre. Guevara se mantuvo en su sitio, y levantó la bandera cubana que estaba junto a sus papeles para ofrecerla como un blanco para los disparos del arma que manipulaba Conte Agüero. Pero éste no tuvo ocasión de practicar su puntería, porque un par de oficiales de la Armada, disimulados entre el personal de servicio vistiendo ropa de calle, lograron desarmarlo”.

¿Qué historieta es ésta? Acaso hasta el Che la desmentiría si viviera, aunque en la invención él sale abanderado y bien librado. Aclaro:

1- Otro representante se acreditó en el CIES por la Radio Internacional de New York donde yo transmitía regularmente. Yo me acredité por el periódico El popular de Miami con la credencial correspondiente.

2- Ya acreditado me asomé al salón de sesiones del Hotel Nogaró, escenario de la reunión del CIES que usted presidiría por ser Ministro de Hacienda del país anfitrión y observé que faltaba bastante para comenzar la sesión inaugural.

3- Salí a comprar los diarios. En ello concidí en un puesto de publicaciones con el padre del Che, Guevara Lynch, quien en su casa de Buenos Aires me había hablado de un Che conservador, admirador del Teniente General Pedro Eugenio Aramburu y el Almirante Isaac Rojas. No nos saludamos.

4- No recuerdo exactamente dónde el jefe de la policía de Punta del Este me comunicó que a consecuencias del incidente en el Club Cantegril la noche anterior y por altas razones de seguridad pública yo no podía permanecer en Punta del Este.

5- Fui entonces a la residencia presidencial. El presidente Eduardo Víctor Haedo salió a la calle a recibirme obsequiosamente y aproveché la presencia de reporteros para informarles de la expulsión injusta.
6- Ya en Montevideo, al llegar al Hotel Victoria Plaza donde me hospedaba, agradecí los vítores de una multitud que indignada gritaba: “Conte Agüero a Punta del Este”.

Por favor, Señor Azzini, lea Las trompetas de Jerico, editorial increíblemente elogioso de El País del martes 8 de agosto de 1961. Comprobará mi expulsión y que yo no estaba en el Hotel Nogaró.
Ni siquiera en la Conferencia de Prensa que ofreció en el Hotel Playa de Punta del Este el miércoles 9 de agosto y publicada en El Popular de Uruguay el domingo 13 y el lunes 14, el Che Guevara que me insulta se refiere a ese invento-intento homicida, por demás ridículo. Mi estatura, mi peso, burlar la vigilancia, saltar sobre mesas ocupadas por delegaciones, extraer un revólver, alertar neciamente al Che gritando Viva Cuba Libre ... ¡Exhibicionismo pueril! ¿Y de qué marca y calibre era el revólver? ¿Quién se quedó con él? ¿Cómo no encausar al perturbado perturbador de un evento hemisférico tan jerárquico?

Señor Azzini: Lea los diarios de entonces. Medite. Ceda y conceda. Vuelva a la verdad. Yo no estuve en esa Conferencia. Me expulsaron de Punta del Este. Visité al Presidente Haedo. Regresé a Montevideo. Los diarios destacaron la expulsión que sufrí. ¿Por qué insiste usted en una versión de imaginería? ¿Para dañarme? ¿Para favorecer al Che? ¿Por qué? ¿Por qué usted?

Gracias por la atención que preste a estas líneas respetuosas para quien ha servido al Uruguay que yo amo tanto.