viernes, enero 08, 2010

LA IZQUIERDA CIEGA

Nota del bloguista


Artículo del historiador catalán y profesor Joan B. Culla publicado el 7 de enero del 2010 en el principal periódico en catalán, AVUI.
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LA IZQUIERDA CIEGA


Por Joan B. Culla

No se trata de un fenómeno exclusivamente catalán o español, pero hay pocos lugares en Occidente donde se manifieste con tanta fuerza y goce de tanta credibilidad como aquí. Me refiero a la existencia de una izquierda (representada por partidos políticos, pero ante todo por medios de comunicación, organizaciones no gubernamentales, plataformas y entidades solidarias de la más diversa estirpe), de una izquierda que contempla el mundo, que interpreta la realidad internacional y sus crisis instalada en una sola clave de lectura, en un único axioma: si es antinorteamericano, es bueno.

El ejemplo más notorio de este maniqueísmo heredado de la Guerra Fría es la aureola de prestigio que todavía rodea, entre nosotros, la Cuba castrista. Da igual que la romántica revolución de los barbudos se convirtiera rápidamente en una dictadura implacable de partido único, y últimamente en una gerontocracia familiar. Da igual la penúria crónica en la que malvive des de hace décadas la población de la Isla. Da igual que, des de 1959 hasta nuestros días, millones de cubanos hayan "votado con los pies" y, a menudo, arriesgado la piel para huir hacia el exilio. A pesar de todo ello, un buen número de nuestros conciudadanos, gente ilustrada que se considera demócrata y progresista, que incluso había luchado contra otra dictadura, sigue cantando las excelencias del régimen cubano y atribuyendo sus eventuales "defectos" al asedio imperialista, al famoso y falso bloqueo (en realidad, un embargo comercial) de Washington.

El enfrentamiento verbal y gestual con los Estados Unidos es también la gran credencial de izquierdas del venezolano Hugo Chávez, la coartada que le permite cerrar emisoras o periódicos críticos, encarcelar a opositores y restringir las libertades civiles sin perder la admiración de aquellos que, entre nosotros, ven en el exteniente coronel el paladín del "socialismo del siglo XXI". Pero hay casos quizás más flagarantes. En la Cataluña de los años 1980, la simpatía y la solidaridad con la Nicaragua sandinista entonces hostilizada por Reagan y por la Contra conocieron un gran desarrollo: centenares, quizás miles de voluntarios (maestros, personal sanitario...) fueron a trabajar durante unas semanas encuadrados en "brigadas internacionalistas", y numerosos ayuntamientos catalanes se hermanaron con municipios del país centroamericano. Pues bien, desde hace tres años vuelve a presidir Nicaragua el mismo Daniel Ortega de entonces, pero ahora ha prostituïdo los principios del sandinismo (vean lo que dicen de ello Ernesto Cardenal o Sergio Ramírez), se ha aliado con la jerarquía católica (hasta el extremo de ilegalizar el aborto incluso terapéutico) y gobierna con un estilo autoritario que recuerda cada vez más a los Somoza. Eso sí: es amigo de Hugo Chávez y se hace el gallito contra el Imperio. Debe ser por este motivo que ninguno de aquellos antiguos brigadistas, ni ningún ayuntamiento "hermanado", ni ningún partido, ni ninguna organización de solidaridad no ha abierto la boca para criticarlo.

Pero si los regímenes hasta ahora mencionados se reclaman del socialismo o del comunismo, nuestra izquierda ciega tampoco no tiene ningún escrúpulo en defender, o disculpar, o comprender, o incluso ponerse al lado de gobiernos o movimientos de carácter confesadamente teocrático, de dictaduras clericales, de sistemas integristas que convierten en ley civil un código religioso de hace 1.400 años: al ladrón se le amputa la mano, a la adúltera se la lapida hasta la muerte, al homosexual se le cuelga. La izquierda ciega sólo reclama a cambio un requisito: que aquellos gobiernos o movimientos estén enfrentados con los Estados Unidos... y con Israel.

Así, personas que aquí rechazan -y con toda la razón- la pretensión de los obispos de convertir el pecado en delito, que se consideran feministas y defensores de la máxima libertad sexual, no se atrevirán nunca a criticar el trato infligido a las mujeres ni la aplicación e la red por parte de Hamás en la franja de GAza, o de Hizbulá en el sur del Líbano, o de los talibanes en las regiones afganas que controlan. No, no es que la izquierda ciega aplauda éstas prácticas bárbaras. Simplemente las ignora, les pasa en silencio, porque cree que denunciarlas sería hacer el jueo al imiperialismo o al sinonísmo, suministrarles argumentos para sus abominables intervenciones militares.

El caso de Irán es el mejor espejo de la hipocresía y el sectarismo de nuestra izquierda ciega. Después de tres décadas de opresión, des del pasado mes de junio el segmento más vivo de la sociedad persa -el mismo tipo de gente que aquí actuaba en contra del franquismo, para entendernos- se tiró a las calles a protestar y a exigir libertad. La represión ya ha hecho como mínimo medio centenar de muertos, 4.000 detenidos, centenares de torturados ... Pero en la televisión pública catalana hay quien lo minimiza asegurando que los manifestantes de Teherán sólo quieren reformas, y no el fin del régimen islamo-fascista. Y los celadores de los derechos humanos cllan: ha habido en Barcelona más ruído por la detención en una confortable prisión danesa del director de Greenpeace-España, que por los miles de víctimas recientes de la dictadura islámica en Irán

A mediados del pasado mes de diciembre, las autoriades iraquís celebraron la primera gran subasta de derechos de explotación de su petróleo des de la caída de Sadam Hussein. Y, contra aquello que dictaba el clixé progre, las compañías norteamericanas quedaron casi excluídas de las concesiones, atorgadas en cambio a petroleras rusas, chinas, japonesas, de Malaisia o incluso de Angola. Pues bien, no esperen que ninguno de los grupos ni de los individuos que, el año 2003, se manifestaban contra la guerra de Irak enarbolando la celebrada frase No blood for oil! pronuncie ahora ni una sola palabra de rectificación o de matiz. El lema de la izquierda ciega podría ser: que la realidad no nos estropee una buena consigna.



((Traducción del catalán de Joan Antoni Guerrero. A partir del original aparecido en la edición del 7 de enero de 2010 en el periódico Hipervínculo a AVUI .))