CUBA: EL DEMÓCRATACRISTIANO ADRIÁN LEIVA CON SU MUERTE LE GANÓ LA PARTIDA A LA TIRANÍA QUE NO LO DEJABA REGRESAR A SU PATRIA
ADRIÁN GANÓ LA PARTIDA
Por Luis Cino
A veces se quejaba de quienes lo acusaban en Miami de ser un infiltrado del G-2 por ser de izquierda, oponerse al embargo americano y por estar dispuesto a esperar, con la paciencia de Job, que fuera el gobierno cubano el que iniciara, cuando no tuviera más remedio, la transición hacia la democracia. Optimista como era, pensaba que faltaba poco para ese momento.
Antes que movieran la primera ficha, quería estar en Cuba para luchar pacíficamente desde aquí, como hizo desde sus días de periodista independiente y activista del Proyecto Varela. Adrián no aprendió nunca el difícil arte del desterrado. Menos aún la filosofía del odio y la división. Su obsesión era regresar a Cuba, La Habana ruinosa y sucia pero suya, su barrio, su casa, a como diera lugar.
Hace más de un año anunció que si no había otro modo de que las autoridades cubanas le permitieran regresar a su patria, entraría sin permiso por cualquier punto de la costa cubana. “No por desafiar al gobierno sino por el derecho natural que me asiste. Y que pase lo que pase”, advirtió.
Adrián murió en el intento de regresar a su país, del que nunca debió salir y al que menos aún debían haberle impedido el regreso.
Las autoridades cubanas entregaron su cadáver a su familia el día 5 de abril. Había salido de Miami en una lancha la noche del 22 de marzo. A los más allegados no les ocultó que volvía a Cuba.
Cuando se fue a Miami, hace cinco años, advirtió que retornaría como fuera. Volvió a Cuba en el año 2008. En octubre de ese año, luego de una estancia de tres meses en La Habana, las autoridades lo condujeron a la fuerza al aeropuerto y lo expulsaron del país. Entonces empezó su lucha por el derecho de todos los cubanos a poder entrar y salir libremente de su país.
( Adrián Leiva )
“Si no defendemos el derecho a la nación que nos pertenece, ¿de qué vale defender todo lo demás si lo primero es el ser humano y el concepto de patria, nación y familia?”, se preguntaba Adrián.
Al final, Adrián ganó la partida. Con su muerte consiguió vencer a los cancerberos que se arrogan tercos el monopolio de la patria. Esta vez no pudieron impedirle que se quedara aquí por siempre. Aún así, dicen que el 6 de abril custodiaron su sepelio como si temieran algo. No me consta, estaba demasiado conmovido, no tuve valor para asistir al entierro.
Ahora sólo nos queda el dolor y las dudas sobre las raras circunstancias de su muerte. ¿Por qué demoraron más de 10 días en entregar el cadáver? ¿Por qué tardaron tanto en identificarlo? ¿Acaso no lo tenían fichado desde hacía más de una década en los archivos de la policía política? Tal vez nunca sepamos qué pasó realmente. De lo que no hay dudas es que a Adrián Leyva lo mataron las orwellianas leyes migratorias cubanas. ¿Alguien duda todavía que existan leyes asesinas?
Adrián Leiva
Creo necesario escribir estás palabras, no para justificar ningún acto de mi vida, sino para compartir mis pensamientos con ustedes.
Algunos de los que recibirán estás líneas me conocen desde la infancia en mi Palatino querido; otros, la dicha de su presencia me llegó más tarde, dentro de Cuba o en mi viajes a los Estados Unidos.
Prefiero titular esta carta “Palabras para oídos humanos”, porque lamentablemente los cubanos un día, sin darnos cuenta, dejamos de razonar con la lógica de los seres humanos y empezamos a “pensar” como dóciles “compañeros”. Ese fue el momento en que nos robotizamos y nuestras mentes tomaron un oscuro y triste camino.
También fue el momento en que dejamos de preguntarnos dónde está nuestro derecho como seres humanos y nos convirtieron en seres casi humanos, sin derechos.
Dejamos de amarnos unos a otros, para vigilarnos y descalificarnos unos a otros. Yo desconfío de ti y tú desconfías de mí.
Así de sencillo, dejamos de preguntarnos porque el cielo es azul, lo irracional se volvió cotidiano. Sólo bastaba que algo viniera del “nivel superior” o que el encantador de multitudes lo dispusiera en un discurso con plaza llena.
Nos impusieron el lenguaje del razonamiento antihumano; el razonamiento del “compañero”. Todos de una manera u otra hemos sido intoxicados en mayor o menor medida por el virus. Unos a favor, otros en contra, pero todos dejándonos de amar y viéndonos como enemigos, y descalificando nuestra condición humana por la mutua desconfianza.
Poco a poco perdimos la razón de las palabras PATRIA, FAMILIA Y NACIÓN.
Amigos míos, cada persona es libre de fijar residencia en el estado que desee. Es válido y respetable ese derecho, pero jamás un pueblo fue tan autodestructivo al descalificar a sus hijos por razones migratorias, como lo ha hecho lastimosamente el pueblo cubano.
Algunos recordarán los gritos de “gusanos” a quienes se marchaban del país. Más tarde, los mítines repudio y los gritos de “escoria”. Fijar residencia en otro país era, y continúa siendo, un delito para el cubano y, peor aún, ejercer el natural derecho de volver a residir en el país de uno es un pecado capital, toda vez que “aceptamos” la denigrante “salida definitiva” que nos impone el fidelismo.
No sé si mi lejana raíz de hebreo (algunos nos generalizan inapropiadamente como judíos: soy de Palatino, no de Judea) me haga sentir el natural derecho de volver a mi tierra y negarme a ser un emigrante, por la simple razón de tener patria. Somos los cubanos el único pueblo que no lucha masivamente por retornar a su tierra, sino más bien añora salir de ella.
Culpar un gobierno de esta realidad es justo, pero también debemos recordar que a todos nos toca una dosis de responsabilidad social. Si la emigración fuera la solución de nuestros problemas, con once millones de visas se acabaría el problema de Cuba, claro, también desaparecería la Nacíon Cubana.
Amigos míos, no permitamos que el derecho a estar en nuestra patria o el de fijar residencia en otro país, sea motivo para descalificar a ningún cubano llamándolo gusano o infiltrado. Continuar pensando así es hacerle un favor a los que nos impusieron la filosofa del odio y la división.
Lo normal sería que todos los cubanos, de manera lógica y masiva reclamáramos nuestros derechos civiles. La mayoría de nosotros alega que viene buscando “tierra de libertad”, sucede que una vez en ella no actúa en consecuencia y se niega a reconocer que la libertad comienza en el alma.
Aceptamos dócilmente pagar un dólar por minuto de llamada telefónica a Cuba, permitimos precios súper abusivos en pasajes, tarifas de remesas y envíos por libra de mercancía a Cuba, nos imponen una “salida definitiva” con burdas excusas y, como si fuera poco, en la llamada tierra de libertad, políticos de origen cubano abogan por leyes que nos permiten viajar a nuestro país sólo cada tres años, actuando de igual modo que el sistema que dicen combatir y sumándose a la violación del artículo 13 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
¿Cuándo comenzaremos a entender todos los cubanos que lo normal es batallar por nuestros derechos civiles, que somos cubanos porque existe Cuba y que descalificarnos sólo contribuye a que continuemos pensado como compañeros, no a razonar con la lógica de lo que realmente somos: seres humanos?
Cuba comenzará a ser un poco más libre, el día que cada uno de nosotros mentalmente comience a ser también más libre y a buscar la razón y la lógica.
Si por defender el derecho de ser cubano y estar en Cuba, me descalifican mis compatriotas y me acusan de ser en lo que no soy, ni nunca he sido, entonces, con todo dolor, tengo que reconocer que el fidelismo no se ha mantenido sólo por la fuerza, sino por la pobreza de mente y alma de una parte considerable de nuestro pueblo. Que Dios perdone tanta pobreza de razonamiento en algunos cubanos.
Pero, sabiendo que llegaría a oídos humanos, sólo quería robarles unos minutos con la lectura de esta carta, a los que deseen hacerlo, cuando ya no me encuentre entre ustedes y disfrute del privilegio de andar por las calles de mi Habana, destruida sí, pero mi Habana al fin. Si eso es un delito que me juzguen mil veces, pero teniendo patria no me resigno a ser extranjero.
Reconozco que no tengo el valor de ustedes, para soportar tanto dolor en el difícil arte de ser un emigrado.
No me despido, sólo les digo hasta otro día y que Dios permita que las barreras que hoy impiden que los cubanos tengamos una política migratoria normal sean levantadas pronto, para el bien y la unidad familiar de todo nuestro pueblo.
Adrián Leiva Pérez
Ciudadano cubano
Miami, abril 7 de 2009
1 Comments:
Pedro , te traigo una excelente cronica sobre Playa Giron -Abril de 1961.Un abrazo
Diario de la invasión que pudo habernos salvado del castrofascismo.
http://zoevaldes.net/2010/04/16/diario-de-la-invasion-que-pudo-habernos-salvado-del-castrofascismo/
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