La extraña muerte de Adrián Leiva, un ciudadano cubano
Tomado de http://pdc-cuba.org
Por Yaxys Cires Dib
Viernes 16 de Abril de 2010
La trágica muerte de Adrián Leiva ha sido un duro golpe para sus familiares y amigos. El triste drama cubano se cobró de esa manera otra vida, esta vez de alguien que no se resignaba a vivir fuera de la patria, lejos de su anciana madre.
Para quien no lo conocía puedo decir que Adrián era un hombre humilde y de gran corazón. Desde el punto de vista político, era de militancia democristiana, progresista y con una trayectoria en defensa de los derechos humanos que superaba cualquier tendencia ideológica. Sentía gran apego a la idea de ciudadanía, rebelándose así contra la voluntad del régimen que ha impuesto la noción de “compañero”, “cederista” y “revolucionario”, en detrimento de la condición de ciudadano cubano.
El 11 de marzo, días antes de emprender la travesía que lo condujo a la muerte, Adrián publicó una carta abierta dirigida al canciller cubano, Bruno Rodríguez, en la que denunciaba: “Yo soy unos de los miles de casos donde se viola el más sagrado derecho de todo ciudadano con la agravante de la tortura mental a la que se me somete. El derecho a la vida en la Patria. Luego de cumplimentar todos los trámites establecidos se me niega la entrada a Cuba”.
En la carta Adrián consideraba inhumano que los cubanos tuviéramos que solicitar visado para entrar a nuestro país o un permiso para viajar al exterior, conocido como “tarjeta blanca”. Para él la salida definitiva era en sí un “destierro encubierto”.
Silvio y Adrián
Difícilmente en lo inmediato tengamos todos los datos sobre las causas verdaderas de la muerte de Adrián Leiva y de las circunstancias en las que se produjo. Sin embargo, la responsabilidad recae sobre una política migratoria que en palabras del mismo fallecido es una “aversión anticubana y humana del gobierno hacia el pueblo”.
( Adrián Leiva )
En mayo de 2009 Adrián publicó otra carta abierta, en este caso dirigida al cantautor Silvio Rodríguez, en la que le recordaba que “a lo largo de los últimos cincuenta años, miles de cubanos se han visto imposibilitados de entrar en Cuba, incluso para asistir al funeral de un familiar allegado, como puede ser la madre o un hijo”, en clara referencia a Celia Cruz, quien no pudo darle el último adiós a su madre.
En la misiva, le hizo una petición a Silvio: “Le invito a que su voz y su guitarra entonen una canción que reclame la concordia entre todos los cubanos, el respeto a la diversidad, a la unidad de la dividida familia cubana y la cancelación de la nefasta salida definitiva que constituye el mayor oprobio a la sangre derramada por nuestros antecesores. No le pido una canción protesta. Quisiera mejor una canción de amor que toque las puertas de los corazones de todos los cubanos. Sobre todos a los que más precisan de esa palabra”
Sin que mediaran muchos días, Silvio le respondió. No le garantizaba una canción sobre el tema, pues para ello necesitaría también de las musas, pero sí se comprometió a “seguir planteando en todas partes que los ciudadanos cubanos deben tener derecho a entrar y salir de su país cuando lo deseen”. Según el cantautor, “cuando ese impedimento absurdo no exista nuestro país será mejor y todos los cubanos vamos a sentirnos mejor”.
Casi un año después, mientras Silvio pedía –tímidamente- algunas revisiones, no se sabe si para confirmar el fracaso de las promesas de otros o si para seguir avivando sueños que nunca se realizarán, el cadáver de nuestro amigo yacía en una morgue de La Habana.
En esos días Silvio decía lo mismo que hace un año en su carta respuesta, pero Adrián, con una visión del tiempo muy distinta a la del régimen y similar a la de millones de cubanos que ven como su vida se acaba sin una buena noticia, había dado un paso muy arriesgado.
Silvio y Adrián tenían el mismo diagnóstico sobre la realidad, pero ésta no les afectaba de la misma manera: Silvio vive en su bella Habana y Adrián se consideraba un desterrado. Silvio puede darse el lujo de esperar a que nada cambie o a que las reformas lleguen dentro de muchos años, pero Adrián no podía. En fin, Silvio consentía ser defraudado año tras años por aquellos a quienes paradójicamente otorga más credibilidad que a los demócratas cubanos, pero Adrián no.
Que Adrián Leiva descanse en Paz. Amén
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