jueves, abril 08, 2010

Silvio Rodríguez, un cantautor hecho añicos

Tomado de http://www.cubanet.org



Un cantautor hecho añicos

Por Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Viene a mi mente una historia que me contó una amiga poetisa relacionada con el cantautor Silvio Rodríguez. En 1972, en una casa situada en 21 y N, en el Vedado habanero, se celebraba una velada musical donde estaban presentes Silvio y Pablo Milanés, entre otros. A las doce de la noche, cuando la Cenicienta del cuento debe dejar el palacio, Silvio, muy entusiasmado, apostó una botella de ron -barato, por supuesto- a que se iría del brazo de mi amiga, la poetisa.

Lo menos que se imaginó aquel escuálido y lampiño compositor, pero excelente, y muy querido entre sus buenos amigos, fue que la joven conocía de antemano la apuesta y que había aceptado su compañía por capricho y soledad

Lo llevó a su casa, le dio lecho y comida y al otro día, para celebrar que había ganado la apuesta, el cantautor entonó Ojalá, lo que siempre cantaba cuando quienes lo rodeaban eran de alguna forma, como él, rebeldes.

( Silvio Rodríguez y Pablo Milanés con sus guitarras )

En aquella oportunidad le pregunté a mi amiga el por qué de aquél romance y me respondió:

-Le cogí tanta pena, tan noblote y tan delgadito, hambreado, mal vestido y sin una peseta en el bolsillo.

Eran los tiempos en que Silvio andaba con el mismo jeans descolorido y roto y sólo cantaba en las terrazas o azoteas de sus amigos. Hoy, la que siente pena soy yo. Por estos días, ese maestro del periodismo, el cubano exiliado Carlos Alberto Montaner, ha hecho añicos a Silvio. Se lo merecía.

Sin conocer el zapato que calza Montaner, el infeliz y acaudalado cantautor le ha preguntado si se atrevería a firmar una carta donde miles de cubanos denunciaran que perdieron algún familiar en atentados de la CIA.

Pobre Silvio, hoy, con sus decenas de jeans y sus cuentas bancarias, pero tal vez igual de noblote y lampiño como en tiempos pasados. Carlos Alberto Montaner agarró su laptop y lo que le bajó fue mucho. Un poco más y lo pasa por una maquina de moler carne.

Le habló de los atropellos a los presos políticos, del acoso a las Damas de blanco, de Orlando Zapata, muerto recientemente en una huelga de hambre, de quienes dieron la orden para matar a los que querían escapar en un remolcador en 1994, donde murieron 41 cubanos, entre hombres, mujeres y niños, de los somalíes muertos en 1977 a consecuencia de una de las muchas guerras llevadas a cabo por el régimen castrista…

En fin, es tanto lo que responde a Silvio -demasiado para un cartucho-, como decimos los cubanos, que vuelvo a sentir pena por este artista que, lamentablemente, no ha dejado de cooperar con la dictadura, lo que señala -ojalá me equivoque- su verdadera y oculta esencia como ser humano.