Manifestación frente a la embajada de los Castro en Madrid: Se quedaron sin el himno
Se quedaron sin el himno
Por Luife Galeano
Pudo haber sido más multitudinario. Incluso la prensa nacional podría habernos sacado en los periódicos del día siguiente. Una vez más, no fue así. El conjunto de partidos políticos denominados demócratas podrían haberse añadido a la concentración exigiendo Libertad y Democracia y, tan sólo dos —UPyD y Ciudadanos— hicieron acto de presencia. El pueblo en masa, los vecinos, los cubanos del va y viene; nadie acudió sino los que, de verdad, siente y están comprometidos con la Libertad y no tienen miedo a las represalias.
Sin embargo, todo lo anterior carece de importancia porque ayer, día 22 de mayo de 2010, apareció el verdadero pueblo de Cuba para manifestarse ante la embajada del terror; esa que mantiene presos políticos en sus cárceles mientras conversa distendida con los prelados católicos de la isla buscando gestos que alivien su mala prensa y sus cargos de conciencia. Piensan que así, liberando presos políticos, darán al mundo una recompuesta imagen de su trasnochada decadencia. No lo conseguirán.
Ayer el pueblo de Cuba llegó hasta las mismas puertas de la embajada y dejó constancia de su repulsa a las prácticas y métodos represivos y puso de manifiesto la cobardía inherente de unos funcionarios que, presas del pánico, sacaron los altavoces a la calle —gesto denunciable al ayuntamiento por escándalo público— y, en su magnífica impotencia, lanzaron un cubo de agua —¡un cubo de agua!— que aterrizó a escasos treinta centímetros de su propia puerta. Unos confusos pero obedientes funcionarios que intentaron reventar la libre expresión del pueblo cubano manifestado ante sus narices con himnos revolucionarios; de movimientos periclitados; de pioneritos de pantalón corto. Tan asustados estaban que no fueron capaces de lanzar por sus altavoces el único himno que canta el cubano: La Bayamesa. El castrismo, quedó demostrado, ha perdido el himno y hasta la forma de caminar.
Ayer se puso de manifiesto que los carceleros viven encerrados en su ostentosa prisión del Paseo de La Habana que, por cierto, lleva más de treinta años con las persianas bajadas sin que jamás haya penetrado el más insignificante rayo de sol a sus dependencias. No en vano hace mucho tiempo que el Sol se fue de Cuba. No hay mejor prueba de ello que las persianas de la embajada castrista.
Ayer, por tanto, descubrimos que el castrismo vive sus últimas horas agazapado en sus farallones y que el empuje cubano opositor se ha hecho imparable. Nada ni nadie podrá detenernos ya. Sólo hace falta que, tanto los grupo opositores que acuden a reuniones por aquí y por allá, como la inmensidad de cubanos que viven en la libertad, pero temerosos de las represalias, se manifiesten en público a cara descubierta y griten al aire todo aquello que me confiesan en silencio; que quieren que aquello se acabe; que quieren entrar y salir sin cortapisas ni permisos de su país; leer toda clase de libros, escuchar todo tipo de música y expresar sus más profundas convicciones sin que por ello sean represaliados, ni sus familiares amenazados porque a los jerarcas de la gerontocracia les moleste escuchar que otra vida que trasciende la mordaza, los repudios, los CDR, las reconcentraciones en la Plaza Cívica y los discursos y reflexiones trasnochadas de cadáveres sustentados por métodos artificiales es posible.
El 22 de mayo fue el primer paso para gritar ¡Basta ya! De ahora en adelante los cubanos tenemos que manifestarnos todos los días exigiendo lo mismo que disfrutan los países del primer mundo. Ni somos distintos ni nos merecemos menos. La Democracia es de todos y también nos pertenece. La Libertad es un bien al alcance de los seres humanos y tenemos derecho a disfrutar de ella. La Justicia se reparte por igual y no existen razones por las que unos sean más iguales que otros.
Fundámonos los cubanos y tantos buenos españoles que siempre nos acompañan en un inmenso abrazo y exijamos elecciones libres, pluralidad de partidos, libertad de pensamiento, palabra y obra. Hagamos de nuestro denostado país un lugar donde reinen la Justicia, la Igualdad y la Libertad con mayúsculas.
No podrán con nosotros. No se atreverán a represaliarnos. Saben que tienen los días contados y todos sus esfuerzos están siendo dirigidos a buscar las vías de escape que minimicen las pérdidas de sus latrocinios y el desgaste de su egolatría. Buscan compasión y la única compasión serán los banquillos de los acusados de los tribunales internacionales.
Se acabó el genocidio. Se acabaron las orientaciones y el marcar el paso al ritmo del tambor represivo. El abstenerse ya no es una opción válida. Perdamos el miedo a los maniquíes de las vidrieras castristas. El pueblo de Cuba debe declararse en rebelión pacífica, reclamar un puesto en la mesa de la transición a la Democracia y ponerle fecha al día en que, unidos, podamos proclamar a los cuatro vientos: ¡Libres al fin! ¡Libres al fin! ¡Hoy somos libres al fin!
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