BARACUTEY CUBANO

La mordida como noticia

Por Nicolás Águila

Siempre se dijo que la noticia no es cuando un perro muerde a una vieja, sino cuando es la vieja la que muerde al perro. Era como el abecé del periodismo de toda la vida. Hasta ayer, porque eso va quedando atrás. Ahora el palo noticioso es que una perra castrista le dé una mordida a una manifestante pacífica. Más exactamente, a una artista cubano-noruega de 19 años, llamada Alexandra Jones, que filmaba el desarrollo de una manifestación a favor de la libertad en Cuba.

La perra de presa se llama Carmen Julia Guerra. Funge de cónsul en Oslo y es, por más señas, la esposa de Rogelio Santana, el embajador cubano en Noruega. Su mordisco rabioso la hizo saltar del anonimato consular a los titulares de la prensa escandinava. Logró sus quince minutos de fama perruna.

Los noruegos se han quedado boquiabiertos. El cuerpo diplomático no sale de su asombro. Europa se sacude la incredulidad de vivir para ver y ver para creer.

La diplomacia castrista nunca se había distinguido precisamente por su cortesía de inspiración versallesca, pero ahora han pasado de los ladridos a las dentelladas. Ya no se conforman con lanzarles a los anticastristas chorros de agua, accionando sus largas mangueras represivas, como hicieron en Madrid el sábado último.

Ahora una señorísima cónsul del país de la siguaraya se salta todas las reglas de la convivencia civilizada. Sale del recinto de la embajada y la emprende contra una joven indefensa que no quiere que la diplomática con pinta de policía le tome una foto para incluirla en la lista negra de los cubanos no autorizados a viajar a Cuba. Primero la colma de injurias –comemierda y maricona, le dice, en el más bajo argot cubano—y luego le muerde la mano con ferocidad de perra rabiosa.

Y ¿a que sé lo que estás pensando en este mismo momento, tú que no eres cubano pero estás por la libertad de Cuba?

Si los castristas son capaces de hacer eso en el extranjero y, para colmo, fuera del ámbito extraterritorial de su sede diplomática, ¿de cuántas villanías no serán capaces en las calles de La Habana, Santiago o Camagüey? O lo que es peor, porque ahí sí que no hay nadie que los pueda filmar aunque sea con un teléfono móvil, ¿cuántos horrores no cometerán a diario en las tenebrosas cárceles de la isla cautiva?