Todos son importantes. Tampoco estar físicamente dentro de Cuba es poseer un cuño de infalible.
Tomado de http://www.elnuevoherald.com
Por Oscar Peña

Ya se había logrado el importante paso de lograr la sanción moral del régimen, pero las sanciones internacionales no son en el caso de Cuba soluciones nacionales y la meta no es sólo lograr sanciones, sino --lo más importante-- soluciones. Pasamos rápidamente a la segunda fase, que fue retar a las autoridades de Cuba a sentarnos entre cubanos en una mesa nacional a discutir nuestros problemas. Aquel emplazamiento de los contestarios cívicos a la dictadura desbarataba las tretas del régimen que éramos dirigidos desde el exterior y que sólo exportábamos mentiras. No era así. No éramos plattistas, no éramos mercenarios, ni excluyentes. Queríamos --queremos y necesita Cuba-- iniciar los cambios y transformación entre todos los cubanos. La proyección nacionalista e independiente de la disidencia cubana sacaba del paso a la policía política del régimen. Esa no era --ni es-- la imagen que ellos quieren dar de nuestro movimiento prodemocrático. Sin embargo, no de mala voluntad, sino por exceso de pasión no viable para soluciones cívicas y modernas y por no poder superar algunos heridas personales en aras de soluciones generales y sobre todo por no entender tácticas y estrategias internas, en 1990 líderes exiliados salieron a descalificar públicamente a los activistas dentro de Cuba.
Aquel suceso de un genuino y auténtico llamado a un diálogo nacional que hizo el primer grupo disidente (Comité Cubano Pro Derechos Humanos) en 1990 --y que no se debe confundir con el diálogo que invitó, preparó y tramó Fidel Castro en 1978 para salir de los miles de presos políticos que habían cumplido sus largas condenas y que el régimen no quería tener en las calles de Cuba-- y varios años después cuando se propuso el proyecto Varela y ahora lo que ha sucedido con la carta de los disidentes al Congreso de Estados Unidos pidiendo el levantamiento de algunas restricciones, demuestra --a todos en la oposición de la isla y del exilio-- nuestras deficiencias democráticas. En democracia es saludable discrepar, dar un punto de vista diferente, pero no descalificar o mandar a callar al otro porque piense distinto o proponga una vía distinta a la nuestra. Cuando eso sucede estamos copiando los métodos del régimen cubano.
¿Me agradó la carta enviada desde La Habana por los 74 al Congreso de Estados Unidos? No. ¿La considero importante o decisiva para solucionar nuestros graves problemas cubanos? No. Aunque es válida, considero que esa primera misiva con tantas importantes firmas debió dedicarse a pedir solidaridad y libertad económica, política, social y de movimiento para sus nacionales y no para extranjeros. En Cuba es delito hasta que un residente de las provincias orientales quiera ir a La Habana. Sin embargo, el hecho de considerar inoportuna, forzada y no vital para los problemas de Cuba esa gestión en estos momentos políticos que vive Cuba no nos debe llevar nunca a descalificar al otro.
Ningún cubano debe sumisión a nadie por la posición política o económica que tenga. Tampoco estar físicamente dentro de Cuba es poseer un cuño de infalible. Todos los cubanos son importantes.
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