sábado, julio 17, 2010

DESDE CUBA: LOS QUE SE VAN Y LOS QUE MÁS GRITAN

LOS QUE SE VAN Y LOS QUE MÁS GRITAN




Por Luis Cino
Periodista independiente.
luicino2004@yahoo.com
15/07/2010


Arroyo Naranjo, La Habana, 15 de julio de 2010 (PD) La última vez que vi a Pablo Pacheco en libertad fue una noche de marzo que llovía a cántaros. A la mañana siguiente regresaba a Ciego de Ávila. El día anterior me había encontrado por El Vedado a Normando Hernández, que quería tomar una foto de la estatua del Alma Máter de la Universidad de La Habana antes de volver a Camagüey. A ambos los conocí en la casa de Ricardo González Alfonso, que además de escribir poemas y cuentos y ser un irreductible jodedor, dirigía la revista De Cuba.

Un par de días después, Pablito y Normando estaban presos. También Ricardo, que fue uno de los primeros encarcelados de la ola represiva de la primavera de 2003.

Desde entonces, he tenido un par de cartas de Ricardo, que optimista siempre afirma que cuando no está bien, está mejor. Pero de él y de Normando, en los últimos siete años, sólo recibo malas noticias sobre el deterioro de su salud y su traslados de la cárcel al hospital y viceversa.

Con Pablo he tenido más suerte. En el último año varias veces he podido conversar con él por teléfono (pinchado, no faltara más) cuando llama a casa de Juan González Febles desde la Prisión Provincial de Canaletas para grabar sus trabajos para la sección “Desde las prisiones” de Primavera Digital. Es decir, que incluso he tenido el gusto (quién lo iba a decir, con tantas rejas y guardias de por medio) de volver a trabajar con él.

Pero ahora temo que será más difícil que me vuelva a encontrar con Pablo Pacheco, a quien después de liberarlo entre los cinco primeros prisioneros, lo llevarán de la prisión al aeropuerto y lo montarán con su esposa y su niño en un avión rumbo a España. Y de veras lo siento, porque quedé en deuda con el puntilloso Pablo en cuestión de deportes por nunca haberle conseguido los datos sobre la Serie Nacional y las Grandes Ligas (él sabe que el béisbol me gusta tanto como el reguetón o los discursos de Machado Ventura).

Como la nota del Arzobispado que informó (¿?) Prensa Latina es lo suficientemente ambigua como para no dejar claro si la liberación conlleva el destierro, no sé si podré encontrarme (siquiera para despedirnos) con Ricardo González, Omar Rodríguez Saludes y Normando Hernández cuando los liberen. Si es que finalmente los liberan. En tres o cuatro meses, con “esta gente” y sus cronogramas mezquinos y sus plazos traicioneros, puede pasar cualquier cosa. Por mucha sotana de por medio que haya. Ojala que no.

Rezo, toco madera y cruzo los dedos porque todo vaya bien y liberen a los presos políticos y de conciencia. A los que restan de los 75 y a todos los otros ciento y tantos. Ojalá haya más conversaciones y hojas de ruta para vaciar las prisiones y que el gobierno aproveche la ocasión para desmontar el aberrado aparato leguleyo-represivo que permite que los cubanos puedan ir a la cárcel por expresar y escribir sus ideas.

Es mal momento para los pesimistas, suspicaces y radicales a ultranza que ya empezaron a criticar a los presos que aceptan irse para España. Sucede que es muy fácil opinar y decidir sobre la libertad y la vida de los otros con una taza de café en la mano, en la sala de su apartamento, o desde un banco a la sombra de los almendros de un parque de El Vedado.

Esos personajes tan duros me recuerdan siempre las actitudes numantinas del Comandante, que a veces ha provocado papelazos como aquel anuncio ojalatero, hace 27 años, de que el último cubano en Granada se había inmolado abrazado a la bandera (ay, Tortoló) frente a los soldados yanquis de la 82 División Aerotransportada.

Advirtamos alto y claro que la libertad con destierro para los presos políticos es otra canallada más del régimen y sus alcahuetes moratineros. Pero respetemos las decisiones de los demás. Aunque nos hagan falta y los echemos de menos en la lucha por la democracia. El que se quiera ir, que se vaya. Bastante tuvieron con estos largos años de prisión. En definitiva, es mucho más justificable marchar de la celda al destierro que meterse en los trajines opositores y querer comerse crudo al león para conseguir una visa de refugiado político en la Sección de Intereses Norteamericana. Son demasiados los que están en “esa onda”. Desgraciadamente, son los que más gritan.

luicino2004@yahoo.com