martes, julio 27, 2010

Fidel Castro y el Asalto al Cuartel Moncada

Nota del Bloguista

Recuerdo que en los años 90s me releí en Cuba las cartas de Fidel a Luis Conte Agüero ( en su primera edición publicada en Cuba en 1959), y me llamó mucho la atención una carta dirigida a Melba Hernández donde Fidel le escribe que el Movimiento debía tener un aparato de propaganda tal, que destruyera a todo aquel que se apartara del Movimiento; lo otro que me llamó mucho la atención fue eso de la mano izquierda y matar a todas las cucarachas que se dice en este artículo. Comparar a Fidel con Martí ha sido uno de los disparates, más que dislate, más grande que se han cometido en Cuba en este último medio siglo: de la ética martiana a la ¨etica¨ de Fidel Castro es como del día a la noche respectivamente.

En otro orden de cosas, diré que Cuba tenía problemas sociales que resolver y sobre ellos de manera oportunista Fidel Castro y otros , tuvieron la base social para llamar a la Revolución cumpliéndose aquello que había dicho José Martí:

¨…Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras:-el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, - y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse, frenéticos defensores de los desamparados…¨(Tomo 3, 168)

Pero pese a esos problemas sociales, Cuba era uno de los países latinoamericanos donde menos condiciones objetivas habían para hacer una Revolución; eso hasta Fidel Castro lo dijo en varios de sus discursos de las décadas de los 70s y 80s del pasado siglo XX. Un ejemplo de lo anterior, es que en 1958 Cuba tenía la mayor proporción de clase media en su población de toda América Latina. Lo que sucedió en Cuba fue lo que ya había advertido la Comisión Truslow en las conclusiones de su informe al hacer un estudio, a petición del Presidente Prío Socarrás, para la dinamización de la economía cubana; veamos:

En 1950 la Misión Truslow, comisión internacional solicitada al Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) por el gobierno presidido por el Dr. Carlos Prío Socarrás para que hiciera un diagnóstico de la economía cubana y recomendara medidas para dinamizarla, planteó, entre otras cosas, que Cuba debía diversificar su economía teniendo al azúcar como punto de partida y que Cuba poseía los recursos humanos, financieros y materiales necesarios para ello salvo el combustible; alertó que la prosperidad bélica (II Guerra Mundial y Guerra de Corea) había propiciado nuevos niveles de vida para muchas personas y que el actual crecimiento económico no satisfacía las necesidades de su creciente población y que si la economía era incapaz de sostener ese nivel en tiempos menos prósperos, sobrevendría una gran tirantez política (Zuaznábar, 19 y 20). Como elemento conclusivo planteó:

¨Si los líderes se han descuidado en prever esta posibilidad, la opinión pública los inculpará. Y si ello ocurriera, el control podría pasar a manos subversivas y engañosas, como ha ocurrido en otros países donde los líderes no se han dado cuenta de las corrientes de estos tiempos. ¨ (Zuaznábar, 20)

Pueden leer más y ver las fuentes en mi ensayo Una Primera Aproximación a la República: 1902-1958 escrito en Cuba y publicado en la revista Vitral cuando yo aún vivía en Cuba.
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NotaTomado de http://eichikawa.com/

Castro y el Moncada
Julio 26, 2010

Por Giraldo Melo


Desde luego que Cuba era «una tacita de oro» antes de 1959, como se comenta en el Parque del Dominó (Miami). Solo que Batista tenía bien agarrada el asa y muy pocos podían apurar su buchito. Que Castro se apropiara de la taza y el oro se pusiera prieto a la vuelta de medio siglo acreditan tanto la pertinencia de la dictadura en la nación cubana como la baja ley del metal patrio. Y todo empezó con el asalto al cuartel Moncada.

Hubo que esperar a que Antonio de la Cova se percatara, hacia 1974, que el apodo del sargento Eulalio González no era «El Tigre», como aseguró Castro en La Historia me absolverá (1954), sino «El Mulo», para que discurriera la investigación histórica más rigurosa y acabara poniendo en entredicho que «cuando los muertos [del bando de Castro] fueron enterrados no tenían ojos ni dientes ni testículos», según escribió Castro (Isla de Pinos, diciembre 12 de 1953) a Luis Conte Agüero (Cartas del presidio, La Habana: Editorial Lex, 1959, página 15).

Así, De la Cova lanzó el guante del desafío historiográfico al origen mismo del castrismo y parece que nadie se atreverá a recogerlo: presentar la foto forense de Abel Santamaría para comprobar si le sacaron los ojos. Su cadáver fue recogido por el funerario Manuel Bartolomé en la granjita Siboney, junto con los cuerpos de Reinaldo Boris Luis Santa Coloma, Fernando Chenard y tres más, para trasladarlo al cementerio de Santa Ifigenia. Bartolomé no apreció signo alguno de tortura.

En la precitada carta a Conte Agüero, Castro apuntó también que «de haber triunfado nuestro esfuerzo revolucionario era nuestro propósito poner el poder en manos de los más fervientes ortodoxos». Es plausible que tal revelación del plan no pasara de oportuno señuelo al destinatario, porque en carta posterior (Isla de Pinos, abril 17 de 1954) a Melba Hernández se vislumbran otras intenciones de Castro por detrás de estas instrucciones suyas:

1. No se puede abandonar un minuto la propaganda, porque es el alma de toda lucha.
2. Hay que coordinar el trabajo entre la gente nuestra de aquí y la del extranjero.
3. Mucha mano izquierda y sonrisa con todo el mundo. Seguir la misma táctica que se siguió en el juicio: defender nuestros puntos de vista sin levantar ronchas. Habrá después tiempo de sobra para aplastar a todas las cucarachas juntas.

El germen del castrismo se atisba ya en otra carta suya (Isla de Pinos, agosto 14 de 1954) a Conte Agüero sobre las condiciones del «verdadero movimiento cívico: ideología, disciplina y jefatura. Las tres son esenciales, pero la jefatura es básica».

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Foto: El cuartel Moncada en dos tiempos. Las huellas de disparos en la fachada del Moncada (izquierda) trajeron su causa de la ametralladora calibre 30 que el sargento José Virués Moraga descargó contra cinco asaltantes atrincherados en el ala izquierda del cuartel. Aquellos huecos se repellaron y la pared se pintó, pero hacia 1973 Castro mandó a agujerear la pared (derecha) con la pretensión de los disparos originales se atribuyeran a su tropa.