sábado, septiembre 04, 2010

El cinismo y la mentira descarada de Fidel Castro al declar que no es homofóbico

Nota del Bloguista

El discurso completo de Fidel Castro puede leerse en:
http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1963/esp/f130363e.html
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Tomado de http://www.cubaencuentro.com


El cinismo de Fidel Castro

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Fidel Castro declara ahora que no es homofóbico, pero hay discursos suyos que expresan todo lo contrario
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Por Félix Luis Viera
México DF
02/09/2010


En una entrevista que concediera el dictador cubano a la periodista pro castrista mexicana Carmen Lira ―directora del diario de izquierda azteca La Jornada―, y quien más de una vez ha demostrado su servilismo y veneración por el viejo tirano (y tirano viejo), éste, a la vez que asume la responsabilidad por la persecución a los homosexuales en Cuba durante la década de 1960, se deslinda hábilmente de la responsabilidad dicha argumentando que “en esos momentos” no se podía “ocupar de esos asuntos”.

Uno de los sitios a los que fueron enviados los homosexuales fue a las UMAP (eufemísticamente llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción, pero en realidad campos de trabajo forzado que existieron en Cuba desde 1965 hasta 1968). A raíz de las declaraciones de Castro a Lira ―publicadas por partes en La Jornada y, por cierto, con una redacción plagada de erratas y solecismos― no pocos medios han asociado a las UMAP sólo con los homosexuales. Debemos aclarar que de los 22,000 seres humanos que fueron llevados a aquellos campos de trabajo forzado, sólo un 20 por ciento eran homosexuales “detectados” por los órganos represivos. Lo demás de la “tropa” estaba compuesto por religiosos de distintas doctrinas ―testigos de Jehová, católicos, adventistas del séptimo día, evangelistas y otros―, así como por jóvenes (y no tan jóvenes) que no tenían trabajo fijo o que se apartaban de alguna manera de la concepción del Hombre Nuevo convocado por la revolución comunista.

Pero lo más contradictorio de lo expresado por el tirano a su fan mexicana son las causas y las fechas que aquél expone para eximirse a la vez que hace un mea culpa. La persecución más intensa contra los homosexuales comienza en 1964, dos años después de la Crisis de Octubre y de otros acontecimientos que argumenta el déspota antillano para darse por no enterado de la situación que sufrían éstos. Sin embargo, en un discurso que el orate nuclear pronunciara el 13 de marzo de 1963, afirma: “Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS DEL PÚBLICO); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes ´elvispreslianas´, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre”. Feminoides, dice el sátrapa y el público ríe. Y ahí no se detiene: “¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! ´Árbol que creció torcido...´, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!”. Homofóbico el gran marrullero de Birán: los homosexuales, según su parecer, son “arboles torcidos”. Pero sigue:
“Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS DEL PÚBLICO), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente”. De modo que para el gran obseso los homosexuales son un subproducto que, gracias a Dios, “no se daba en el campo”. Debe ser, quizás, tal vez, quién sabe, porque él nació en el campo. El público a quien iba dirigido aquel discurso, eufórico ante alusiones tan evidentes, en algún momento le confirman a grito al gran macho campesino: “¡Los flojos de pierna, Fidel!”, “¡los homosexuales!”. Y pide opinión a sus escuchas el garañón ilustre: “¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras?”. La respuesta del público no hay ni que decirla.

Bueno, con esto basta para tener una idea justa de quién sembró la animadversión en las “masas” contra los homosexuales. Y una idea justa de que el asesino recién resucitado miente en cuanto a las fechas en que estaba ocupado en “otras cosas”.

Ya sabemos que el guajiro de Birán pasará a la historia como el que, paradójicamente, destruyó al campo, la ciudad y la vida de tantas generaciones. La señora Carmen Lira, si acaso pasa a la historia, o al menos queda en la memoria de unos pocos, será como alguien que se plegó, suponemos que por intereses personales, a una de las peores crueldades que se haya dado en América Latina.

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Tomado de http://www.jornada.unam.mx

* Fragmento de la entrevista de Carmen Lira Saade a Fidel Castro en La Jornada

Carmen Lira Saade

Periódico La Jornada
Martes 31 de agosto de 2010, p. 26

La Habana. Aunque no hay nada que denote en él malestar alguno, creo que a Fidel no le va a gustar lo que voy a decirle:

–Comandante, todo el encanto de la Revolución Cubana, el reconocimiento, la solidaridad de una buena parte de la intelectualidad universal, los grandes logros del pueblo frente al bloqueo, en fin, todo, todo se fue al caño por causa de la persecución a homosexuales en Cuba.

Fidel no rehuye el tema. Ni niega ni rechaza la aseveración. Sólo pide tiempo para recordar, dice, cómo y cuándo se desató el prejuicio en las filas revolucionarias.

Hace cinco décadas, y a causa de la homofobia, se marginó a los homosexuales en Cuba y a muchos se les envió a campos de trabajo militar-agrícola, acusándolos de "contrarrevolucionarios".

–Sí –recuerda–, fueron momentos de una gran injusticia, ¡una gran injusticia! –repite enfático–, la haya hecho quien sea. Si la hicimos nosotros, nosotros… Estoy tratando de delimitar mi responsabilidad en todo eso porque, desde luego, personalmente, yo no tengo ese tipo de prejuicios.

Se sabe que entre sus mejores y más antiguos amigos hay homosexuales.

–Pero, entonces, ¿cómo se conformó ese odio al "diferente"?

Él piensa que todo se fue produciendo como una reacción espontánea en las filas revolucionarias, que venía de las tradiciones. En la Cuba anterior no sólo se discriminaba a los negros: también se discriminaba a las mujeres y, desde luego, a los homosexuales…

–Sí, sí. Pero no en la Cuba de la "nueva" moral, de la que tan orgullosos estaban los revolucionarios de dentro y de fuera...

–¿Quién fue, por tanto, el responsable, directo o indirecto, de que no se pusiera un alto a lo que estaba sucediendo en la sociedad cubana? ¿El Partido? Porque ésta es la hora en que el Partido Comunista de Cuba no "explicita" en sus estatutos la prohibición a discriminar por orientación sexual.

–No –dice Fidel–. Si alguien es responsable, soy yo…

“Es cierto que en esos momentos no me podía ocupar de ese asunto… Me encontraba inmerso, principalmente, de la Crisis de Octubre, de la guerra, de las cuestiones políticas…”

–Pero esto se convirtió en un serio y grave problema político, comandante.

–Comprendo, comprendo... Nosotros no lo supimos valorar... sabotajes sistemáticos, ataques armados, se sucedían todo el tiempo: teníamos tantos y tan terribles problemas, problemas de vida o muerte, ¿sabes?, que no le prestamos suficiente atención.

–Después de todo aquello, se hizo muy difícil la defensa de la Revolución en el exterior… La imagen se había deteriorado para siempre en algunos sectores, sobre todo de Europa.

–Comprendo, comprendo –repite–: era justo...

–La persecución a homosexuales podía darse con menor o mayor protesta, en cualquier parte. No en la Cuba revolucionaria –le digo.

–Comprendo: es como cuando el santo peca, ¿verdad?… No es lo mismo que peque el pecador, ¿no?

Fidel esboza una tenue sonrisa, para luego volver a ponerse serio:

–Mira: piensa tú cómo eran los días nuestros en aquellos primeros meses de la Revolución: la guerra con los yanquis, el asunto de las armas y, casi simultáneamente a ellos, los planes de atentados contra mi persona…

Fidel revela lo "tremendamente" que influyeron en él y lo que alteraron su vida las amenazas de atentados y los atentados mismos de que fue víctima:

“No podía estar en ninguna parte, no tenía ni dónde vivir…” Las traiciones estaban a la orden del día, y él tenía que andar a salto de mata…

“Escapar a la CIA, que compraba tantos traidores, a veces entre la misma gente de uno, no era cosa sencilla; pero en fin, de todas maneras, si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía. Yo no voy a echarle la culpa a otros…”, sostiene el dirigente revolucionario.

Sólo lamenta no haber corregido entonces…