miércoles, septiembre 08, 2010

EL HALLAZGO DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE NO ES LEYENDA

NO ES LEYENDA EL HALLAZGO DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD DEL COBRE


Por Pedro Pablo Arencibia Cardoso

A más de 30 años de encontrarse las pruebas históricas de cómo fue el hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, todavía tenemos que que oir y leer fuera de Cuba, expresiones como ¨la leyenda ¨del hallazgo de dicha imagen; expresiones que no asombrarían si se dijeran en la Cuba atea, y ahora laicista, de los Castro y cómplices, pero que solamente reflejan una gran e inexcusable ignorancia sobre el tema cuando aquellos que las dicen son profesionales de los medios masivos de comunicación. Antes de hablar de un tema se debe investigar sobre el mismo y si no se quiere hacer esa investigación con una decorosa profundidad, entonces lo mejor es no abordarlo o usar expresiones menos categóricas...

Fue el gran historiador y geógrafo cubano Leví Marrero, fallecido en Puerto Rico en 1995, el que encontró en el Archivo de Indias, España, la declaración de Juan Moreno ( ¨El negrito de la Caridad¨) sobre lo acontecido ese día que encontraron flotando en la Bahía de Nipe la imagen de Nuestra Señora del Cielo, conocida con la advocación de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.

( Archivo de Sevilla )

Durante cientos de años estuvo perdida esa declaración que formó parte del proceso canónico que se siguió con relación a esta santísima imagen. La declaración íntegra de Juan Moreno y una relación de los primeros milagros asociados a esta imagen pueden ser leidos en el tomo V página 92 y siguientes de la monumental obra Cuba: Economia y Sociedad del mencionado historiador, la cual consta de 15 tomos. Aquí solamente diré el primer milagro: La imagen, hay tres hipótesis diferentes sobre su origen, después de una gran tormenta estaba flotando en el agua y sus vestidos no estaban mojados, estaban totalmente SECOS.

He aquí un fragmento del relato de Juan Moreno, dado en 1687, cuando tenía ochenta y cinco años:

"...habiendo ranchado en cayo Francés que está en medio de la bahía de Nipe para con buen tiempo ir a la salina, estando una mañana la mar calma salieron de dicho cayo Francés antes de salir el sol, los dichos Juan y Rodrigo de Hoyos y este declarante, embarcados en una canoa para la dicha salina, y apartados de dicho cayo Francés vieron una cosa blanca sobre la espuma del agua, que no distinguieron lo que podía ser, y acercándose más les pareció pájaro y ramas secas. Dijeron dichos indios "parece una niña", y en estos discursos, llegados, reconocieron y vieron la imagen de Nuestra Señora la Virgen Santísima con un Niño Jesús en los brazos sobre una tablita pequeña, y en dicha tablita unas letras grandes las cuales leyó dicho Rodrigo de Hoyos, y decían: "Yo soy la Virgen de la Caridad", y siendo sus vestiduras de ropaje, se admiraron que no estaban mojadas. Y en esto, llenos de alegría, cogieron sólo tres tercios de sal y se vinieron para el Hato de Barajagua..."

A continuación un fragmento de la conferencia "Los esclavos y la Virgen del Cobre", brindada por el Dr. Leví Marrero en 1979 en el evento "Re-encuentro cubano", celebrado en los EE.UU. y que fue publicada íntegramente por primera vez en Cuba, en el segundo número de la revista Vitral, revista socio cultural todavía existente del hoy ya desaparecido Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa de la Diócesis de Pinar del Río. La revista puede leerse en Internet en http://www.vitral.org/

Tomado de http://www.vitral.org/vitral/vitral2/reflex.htm

1607: HALLAZGO DE LA IMAGEN DE LA VIRGEN DE LA CARIDAD.

La comunidad de Santiago del Prado, que hacia 1607 sumaba poco más de 200 individuos, de los cuales un 70% eran esclavos y algunos indios, asistiría a un acontecimiento impreso para la eternidad en la historia religiosa de Cuba: el hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad por Juan Moreno, esclavo del Rey, de 10 años de edad, y sus dos acompañantes indocubanos: Rodrigo y Juan de Joyos, enviados desde el hato de Barajagua a Cayo Francés, en la bahía de Nipe, a ranchear sal para preservar carne destinada a los trabajadores de las minas.

(Hallazgo de la imagen de la Caridad del Cobre en la Bahía de Nipe.Óleo sobre tela. Dennis Gallardo, 2001.)

El relato textual de lo ocurrido ofrecido por Juan Moreno, el negrito de La Caridad, ante el escribano eclesiástico Antonio González de Villarroel, cuando ya contaba 85 años, es un documento que conserva en su admirable frescura el milagro del hallazgo. Al descubrirlo en un legajo del Archivo General de Indias en 1973, cuando se creía ya definitivamente perdido, me deparó uno de mis más emocionantes momentos como investigador, porque lo que contaba con memoria prodigiosa el octogenario Juan Moreno, capitán retirado entonces de las milicias de El Prado, coincidía exactamente con datos recopilados en otros folios de al fría contabilidad de la empresa minera, que yo había encontrado y analizado en 1971. Moreno recordaba entre los primeros milagros de la Virgen la salvación del hermano Mathías de Olivera, sujeto a unas raíces en la boca de la mina, cuando iba a precipitarse en sus profundidades. Olivera, precisó Moreno, era el hermano que servía a la Virgen. En otro legajo del ARCHIVO GENERAL DE INDIAS, en un documento de 1609, se hace referencia por Sánchez de Moya a un ermitaño de ejemplar vida, que guiaba cada noche a los esclavos en sus oraciones y a quién se daba una ración de casabe y de pescado, cuando lo había, porque no comía carne. En la glosa de una revisión de estas cuentas, incluida en otro documento -el tercero-, se recoge el nombre del piadoso ermitaño: Mathías de Olivera, a quien solo sostenía su fervor cristiano y un real diario del Rey. La confrontación de estos tres testimonios hace indudable la información proporcionada, muchos años más tarde, por Juan Moreno.

Archivo General de Indias, Audiencia de Santo Domingo, legajo 363 (copia en el archivo del autor). la historia del hallazgo de la Virgen de la Caridad en la bahía de Nipe, en una mañana luminosa (c.1607) y el nombre de los tres miembros de la comunidad de Santiago del Prado que lo realizaron, así como el relato de algunos de sus primeros milagros, fueron conocidos por los fieles cubanos desde 1829, fecha tardía en que fuera publicada la Historia de la aparición milagrosa de Nuestra señora de la Caridad del Cobre escrita en 1703 por el presbítero Onofre de Fonseca, capellán entonces de la Ermita. La versión del Padre Fonseca quedaría sujeta a dudas por algunos historiadores no católicos, ya que el proceso canónico del cual tomó Fonseca su información había desaparecido, víctima posible del clima y las polillas, en El Cobre. La versión de Fonseca sirvió de base, entre otros autores, a la Dra. Delia Díaz del Villar para su bella estampa incluida en La Enciclopedia de Cuba (vol.6, pág.262-65). En nuestra búsqueda sistemática de los documentos cubanos del período colonial en el Archivo General de Indias sevillano, hallamos el extenso proceso canónico sobre la aparición y milagros de la Virgen de la Caridad, el cual se consideraba prácticamente perdido. El historiador Dr. José M. Pérez Cabrera, profesor de la Universidad de Villanueva y presidente de la Asociación de Intelectuales católicos de Cuba, quien en su Historiografía de Cuba, IPGH, México, 1962 (Pág. 73-74) señala que el manuscrito original de Fonseca fue "analizado y expurgado por el presbítero don Bernardo Ramón Rodríguez, en 1782, y vino a imprimirse al fin en 1829". Y agrega: "el presbítero Fonseca basó su conocido relato en los procesos canónicos que, en 1688 se formaron ante el juez competente y que, en su tiempo, casi un siglo después del hallazgo, se conservaba en el archivo de la Santa Casa... Literatura de devoción más que labor propiamente historiográfica, la obra del entusiasta capellán de la Santísima Virgen, puede y debe ser estimada, sin embargo, como punto de partida y fundamento de toda la copiosa bibliografía surgida alrededor del hallazgo y los prodigios realizados por la imagen venerada de la Patrona de Cuba, y extraviados o perdidos para siempre los procesos canónicos de 1688 -testimonios valiosísimos- y la obra del padre dominico Cristóbal de Sotolongo, constituye el relato más remoto y autorizado, y de ahí su indudable importancia, sobre el portentoso acontecimiento". Ha sido particularmente honroso para el autor el reconocimiento que le concediera por dar a conocer la existencia del proceso canónico en el Archivo General de Indias de Miami y Capellán de la ermita de la Virgen de la Caridad en el exilio, así como que por medio de la modestísima hoja semanal Vida cristiana que circula en Cuba como voz apagada de la Iglesia católica, se halla divulgado en la Isla (3-IX-1978) el testimonio textual de Juan Moreno, señalando el origen del hallazgo. la versión original del esclavo del rey sobre la aparición de la imagen en la bahía de Nipe aparece en las páginas 92-94 del volumen 5 de Cuba: economía y sociedad.
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Leví Marrero y el dolor cubano
Por Luis Aguilar León (+)

Aquí en Puerto Rico, esta tierra borinqueña que ha acogido a los cubanos como ninguna otra en "Nuestra América", se me ha hecho más real la ausencia de Leví Marrero, profesor y amigo, a quien vi y escuché casi todas las veces que por estos lares me trajeron los vientos.

Recordé al investigador heroico que sin ayuda de ninguna Fundación o Universidad, arañándose los bolsillos para pagar por sus viajes, logró acumular quince volúmenes, rebosantes de datos y documentos, que son ya pieza fundamental para conocer el desarrollo económico y social de Cuba.

Con más callado dolor evoqué al hombre Leví Marrero, al cubano pronto al abrazo y a la bienvenida, reacio a criticar a otros cubanos, firme en su fe sobre el futuro de la patria, a quien le dolía Cuba como ultraje abierto y a quien, como a peregrino exhausto, le fallaron las fuerzas cuando ya creía ver amanecer. A la trágica circunstancia se le añade una trágica aureola. En Cuba, su amada tierra, nadie se ha atrevido a exhalar un susurro de reconocimiento hacia ese cubano fecundo y bueno que le regaló a su pueblo sesenta años de Justify Fullsacrificios. La dictadura Castrista no reconoce más meritos que los que ella concede a sus lacayos.

Hace ya más de treinta y cuatro años que en este mismo San Juan sucumbió Jorge Mañach. ¡Qué caudal de dolor cubano se ha esparcido por el mundo entre esas dos muertes! ¡Cuanto talento se ha visto obligado a escapar de la isla para sembrar en otras latitudes ideas que hubieran fecundado a la tierra que los vio nacer!

Por entre los dedos del guante de hierro que estrangula a Cuba resbalan al exilio compositores, pintores, novelistas, poetas y científicos. ¿Por qué han de escribir fuera de Cuba investigadores como Jorge Castellanos, Octavio R. Costa, Efrén Cordova y Antonio Jorge? ¿Por que Julián Orbón o Aurelio de la Vega, tuvieron que hacer resonar su música en anfiteatros extranjeros? ¿Por qué, Cundo Bermúdez, Mario Carreño o Agustín Fernández cargaron con sus pinceles al destierro? ¿Qué crimen cometieron esos cubanos, cuyos nombres son apenas selección de miles de compatriotas? Un solo crimen: tener dignidad. Y cuando un criminal llega al poder la dignidad se vuelve un crimen.

Por eso la sangría humana que anemiza a Cuba no coagula. Generaciones que nacieron después que Leví partió al destierro, han sido forzadas a seguir el mismo sendero de dolor y sacrificio. La muerte de Leví Marrero, y la de Anita Arroyo, quien luchó por la cultura hasta el último aliento, patentizan la perdurabilidad del Castrismo.

Como ellos, lejos de Cuba, con la imagen de palmeras grabadas en las inertes pupilas, o escuchando el último eco de una canción que se les desvanece en la mente, han caído miles y miles de cubanos y cubanas, de menor fama pero igual merecimiento. Camareros, electricistas, campesinos, intérpretes, peluqueras, secretarias, que lograron forjar una vida digna allí donde los arrojó la tempestad Castrista, y que nunca han vacilado en su oposición al régimen.

Sobre muchas de esas cruces anónimas se derrama, a veces, un polvo de conmovidas palabras. Pero el vacío de una tumba no se llena con una promesa de llevar esas cenizas a Cuba. Preciso es recordar cuan magno ha sido el sacrificio de todo el pueblo.

En mi caso, con solo hurgar en mis recuerdos puedo conjurar las imágenes de cuatro, entre cientos, de esas sombras dispersas, a quienes tuve el privilegio de conocer. Un cubano a quien encontré en un pequeño café en Buenos Aires, donde lograba sobrevivir cantado, con más audacia que voz, rumbas "con ritmo arrabalero".

Un cardenense con quien me topé en un pueblecito de Iowa llamado Waterloo, quien, anclado en las nieves del norte, celebraba puntualmente las Cenas Martianas, y hablaba de Cuba como si la tuviera al borde de los dedos. Un inefable "Pepé" Simón, quien, a puro entusiasmo, casi logró transformar a Norfolk en Santiago de Cuba.

Y, sobre todo, a un cubano de África cuya faz y nombre jamás conocí, y de quien supe cuando un alumno me trajo de Kinshasa, en Zayre, una pequeña estatua tallada en madera. Al agradecerle el gesto y pedirle el precio, el joven me dijo sonriendo que no me preocupara. El dueño de la pequeña tienda en Kinshasa era cubano y, cuando se enteró que la estatuilla era para otro cubano, se negó a cobrar. En el papel de la cuenta, mi compatriota había trazado sólo tres conmovedoras palabras: "Cubano: ¡buena suerte!".

Mucho he cavilado sobre cuales serían los extraños vericuetos que llevaron a ese cubano a abrir una tienda en Zayre. Y sobre ese vivificante afecto criollo que salta por sobre los continentes para regalarle a un compatriota desconocido una estatuilla y un saludo. Cada vez que escucho el tronar de los acontecimientos en África, pienso ¿qué habrá sido de mi generoso compatriota? Y luego me pregunto, ¿qué habrá sido de todos esos cubanos que plantaron tienda por el mundo?.

Recuerdo entonces la erguida figura de Leví Marrero y me susurro a mi mismo, con una melancólica agonía, pero también ¿Qué ha sido de todos nosotros?
Marzo 1995
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Tomado de http://www.virgendelacaridaddelcobre.org

Partida de Defunción del Esclavo Juan Moreno
Miércoles, 26 de Mayo de 2010



Partida de defunción de Juan Moreno

Por L. Betancourt

El 2º Libro Parroquial de Defunciones de El Cobre -común para blancos, pardos y morenos; libres y esclavos- conserva la inscripción correspondiente al esclavo Juan Moreno, uno de los tres nativos que halló en Nipe la pequeña imagen de la Virgen de la Caridad.

Los más de 300 años transcurridos desde su fallecimiento en 1696, han dejado huellas en algunos folios del Libro. Quizás sea ésta la primera vez que el documento original sale a la luz, quedando a disposición de todos ustedes. Empleando corchetes [ ] y distinto tipo de letra, completamos ‘los vacíos’ que hay en el original.1

Partida de defunción de Juan moreno

[Juan] Moreno. Año del Señor de mil seiscientos y noventa y seis, en veinte y seis2 de Noviembre, Juan Moreno, moreno criollo de este Pueblo de las Minas de [Santi] ago del Prado de edad de más de noventa años, casado según orde [n] de Nª Sta Madre Iglesia con María [ ], esclavos de su Majestad; en Comunión de [nuestra Santa] Madre Iglesia, en Ca [s] a de Ignacio Cañas mor [eno] crio [llo] murió, fue su cuerpo sepultado en ventisiete de dicho mes en la Sta. Iglesia Parroquial de dicho Pueblo por mí Gaspar [Fernández] de Velasco Cura interino en ella, fue confesado por mí en veinte y cuatro de dicho mes, y recibió el Smo. Viatico ese día, también por mi, y a los [veinte] y cuatro, digo a los veinte y cinco la Extremaunción, también por mí. Y para que conste lo firmo.

Gaspar Fernández de Velasco, rubricado.

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1 Es labor siempre delicada porque exige no violentar el texto. Teniendo en cuenta que las inscripciones seguían un formato o modelo ‘estándar’, hemos acudido a ese modelo para completar algunos ‘vacíos’.
2 Al final de la inscripción hay una ‘enmienda’ que confirma la validez del ‘seis’, escrito-con trazos más gruesos al final de la primera línea. Ello permite sostener que el fallecimiento ocurrió el día veinte y séis de noviembre.


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Procesión para nuestra Virgen La Caridad del Cobre en el propio Santuario del Cobre



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Caridad del Cobre. Fiesta