Alfredo M. Cepero: AMÉRICA LATINA: ENTRE LA DEMOCRACIA POPULISTA Y LA DICTADURA SOLAPADA
AMÉRICA LATINA: ENTRE LA DEMOCRACIA POPULISTA Y LA DICTADURA SOLAPADA
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
En una de las últimas declaraciones formuladas por el ex Secretario Auxiliar de Estado de los Estados Unidos para América Latina, Arturo Valenzuela, dijo que la influencia de Hugo Chávez en la región se estaba debilitando. Eso fue antes del triunfo de Ollanta Humala en las elecciones presidenciales del Perú y la filtración de cables diplomáticos venezolanos dando cuenta de acuerdos secretos entre Hugo Chávez y el Presidente hondureño Porfirio Lobo. Acontecimientos como estos demuestran que Valenzuela se equivocó y que la política expansionista del grotesco payaso venezolano sigue ejerciendo un impacto corrosivo en las débiles democracias latinoamericanas.
Los pilares de esa política han sido la compra de lealtades por medio del regalo del petróleo venezolano y una efectiva maquinaria de propaganda manejada desde La Habana y repetida con entusiasmo por una prensa proclive a culpar al “imperio del norte” de todos los males del tercer mundo. De ahí que son pocos quienes están al tanto de que, en los últimos años, Venezuela ha experimentado una reducción del 2 por ciento en su Producto Interno Bruto y, con un 30 por ciento de inflación, tiene el dudoso privilegio de sufrir la tasa de inflación más alta de la América Latina.
Pero la miseria de su pueblo no es obstáculo para que el bufón prosaico y delirante compre con petróleo la incondicionalidad que no puede lograr con su talento. Ahí están los 13,500 millones de dólares en petróleo que regaló en el 2010, con el saldo alucinante de 70,000 millones dólares regalados en los últimos cinco años. Consecuencia directa de ese despilfarro de la riqueza de su patria en aras de su egolatría ha sido un incremento del 32 por ciento en la deuda externa de Venezuela que muchos analistas sitúan en la cifra astronómica de 69,000 millones de dólares.
Chávez, por otra parte, sigue empecinado en adueñarse de Honduras y, de paso, pasarle la cuenta a quienes se enfrentaron a sus designios imperialistas. Según un informe diplomático publicado por el diario norteamericano, El Nuevo Herald, el Presidente Porfirio Lobo, ex alumno aventajado de la Universidad Patricio Lumumba, sostuvo conversaciones secretas con diplomáticos venezolanos donde se comprometió a convocar a una nueva constituyente y a instaurar en su país el descabellado Socialismo del Siglo XXI.
Todo ello a cambio de petróleo venezolano y de apoyo para lograr el reingreso de Honduras a la desprestigiada Organización de Estados Americanos. No contento con esas concesiones, Chávez exigió el enjuiciamiento de los autores del movimiento de rescate de la democracia hondureña liderado por Roberto Micheletti y por el General Romeo Vázquez. Lobo, por su parte, se negó a acceder a esta exigencia por temor a correr la suerte de su buen amigo Manuel Zelaya.
Colombia, sin embargo, aunque es una excepción a la regla de la política del petróleo, se ha desplazado hacia el círculo de aliados del emperador venezolano por motivos enteramente económicos. A cambio de cobrar deudas pendientes por exportaciones colombianas y de recuperar el mercado venezolano para la industria de su país, Santos no sólo ha dicho haber descubierto en Chávez a su “su mejor nuevo amigo” sino la ha emprendido contra Alvaro Uribe, hombre odiado por Chávez y el viejo amigo gracias al cual llegó a la presidencia de Colombia.
Siguiendo nuestro recorrido, las elecciones del pasado 5 de junio en el Perú fueron sin dudas motivo de inmenso regocijo para Hugo Chávez. Después de una apretada contienda electoral, el ex militar golpista Ollanta Humala fue proclamado presidente del Perú gracias al voto masivo de las clases menesterosas y de los peruanos de la “raza de bronce”. Los mismos hombres y mujeres exaltados en la ideología totalitaria de su padre y mentor Isaac Humala, fundador de una corriente política llamada “etnocacerismo” y miembro en 1954 del llamado “Grupo Cahuíde” que fue creado para reorganizar el Partido Comunista del Perú. Y quizás como explicación a su reciente apoyo a la candidatura de Humala, es importante anotar que en el “Grupo Cahuíde” también militó el entonces desconocido Mario Vargas Llosa.
Ahora bien, los aliados más incondicionales de Chávez son los mandamases de Nicaragua, Ecuador y Bolivia. El beodo y violador de niñas, Daniel Ortega, se aferra al poder a pesar de no haber obtenido jamás más del 36 por ciento de los votos en las numerosas elecciones en que ha participado. Todo ello gracias a la infame alianza con el corrupto y reo convicto Arnoldo Alemán que ha mantenido dividido a su Partido Liberal a cambio de disfrutar de la impunidad ante la ley que le garantiza Daniel Ortega. En Ecuador, Rafael Correa se apresta a amordazar a la prensa por medio de una ley que regula la propiedad de los medios y crea un Consejo Regulador de Contenidos que no es otra cosa que un eufemismo para un tribunal inquisidor.
Bolivia, por otra parte, podría ser motivo de preocupación a pesar de estar bajo el mando de un hombre que esconde su incapacidad para gobernar, sus barrabasadas y hasta su abuso del idioma español detrás una etnia indígena de la cual ni siquiera habla el idioma. Nos referimos a la reciente visita del flamante presidente electo del Perú, Ollanta Humala y a su deseo compartido por Evo Morales de unir ambas naciones como una vez lo estuvieron en el Siglo XIX. Un ente que bien podría ser llamada Perulivia con ominosas consecuencias para el Chile democrático y pujante de Sebastian Piñera.
La Argentina es un caso totalmente distinto. El matrimonio reinante proyectó siempre una superioridad intelectual y una sofisticación política que contrasta de manera dramática con los gestos histriónicos y las expresiones vulgares del patán tropical que oprime a los venezolanos. Para los Kirchner, el locuaz papagayo venezolano fue y es un aliado embarazoso pero extremamente útil. Sus dólares facilitan éxitos electorales, influencia en foros internacionales y, muy probablemente, enriquecimiento personal. Por lo tanto, sus intereses coinciden y, todo parece indicar, que Cristina cuenta con altas probabilidades de ser reelecta en los comicios del próximo 23 de octubre. Con una popularidad del 60 por ciento, un 40 por ciento de intención de voto y una oposición dividida por los resabios personalistas de Duhalde, Carrió y Alfonsín la amiga de Chávez podría permanecer por otro período en la Casa Rosada.
Ahora bien, ni el petróleo de Venezuela ni la retórica revolucionaria de Cuba habrían logrado la expansión sorpresiva y, en gran medida, fulminante del Socialismo del Siglo XXI, una dictadura solapada bajo el disfraz de democracia populista. Hacía falta un arquitecto que diseñara los planos y construyera el edificio. El arquitecto fue Luis Inacio Lula Da Silva y los planos fueron diseñados en 1990 durante la primera reunión del llamado Foro de Sao Paulo, convocada por el brasileño Partido de los Trabajadores y en la cual participaron más de 48 partidos y organizaciones de América Latina y del Caribe. En la actualidad está integrado por más de 100 organizaciones que representan desde tendencias de izquierda democrática hasta partidos comunistas y desde la teología de la liberación hasta el terrorismo de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Lula es la cara inofensiva de una democracia populista que pretende ser el camino hacia el puño férreo de una dictadura solapada que pondría fin a la libre empresa, las libertades ciudadanas y los derechos humanos en nuestro continente. Es el padrino indiscutido de una mafia de facinerosos que se proponen subvertir el orden constitucional y transformar de manera radical las estructuras socio-económicas de nuestro continente. Para ello, ha educado a la izquierda latinoamericana en el arte de llegar al poder a través de procesos democráticos manipulados por gobernantes inescrupulosos, el control de los medios de comunicación y el contubernio de empresarios oportunistas. Algo así como administrar el purgante de la dictadura endulzándolo con la miel de la democracia. Por lo tanto, no es hora de cantar victorias sino de no bajar la guardia ante enemigos que no están vencidos.
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