En homenaje al Arzobispo Emérito de Santiago de Cuba Pedro Claro Meurice Estiú
Por Tersites Domilo.
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(Juan Pablo II y Pedro Meurice en Santiago de Cuba; enero 1998)
Meurice fue a ver a José Felipe Carneado, estalinista de pura cepa encargado de "asuntos religiosos" en el CC-PC. Meurice le dijo era inaceptable que el gobierno se comportara como una banda de delincuentes; que aterrorizar, patear y linchar ciudadanos en plena calle por el simple deseo de abandonar el país era inaceptable. Carneado repitió la versión oficial del gobierno: que ninguno de aquellos horrores estaba sucediendo. La desfachatez con que mentía el viejo estalinista hizo explotar a Mons. Meurice, dando un puñetazo en el buró, le gritó: "Coño, tú sabes que es verdad todo lo que te estoy diciendo". Si es cierto ese cuento que escuché hace tiempo, mi teoría es que ese puñetazo y coñazo le costaron a Meurice el arzobispado de La Habana. El 1 enero 1981 tenía 16 años, aún recuerdo la homilía de Meurice en la Catedral de La Habana. Después de rememorar el horror del Mariel, se refirió al deseo confeso del gobierno de expulsar a todo aquel no se plegara a sus planes. Dijo "no se hagan ilusiones, hemos estado 500 años en Cuba, y dentro de 500 años seguiremos aquí". Sus homilías en aquella época duraban una hora, y se podía oír una mosca. Nada de lo que decía podía agradar a los mandantes. Meses después, volvió a su arquidiócesis de Santiago. Finalmente, Mons. Jaime Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana el 20 nov. 1981. Hoy los medios han recordado las palabras de Meurice ante Juan Pablo II en Stgo. de Cuba el 24 enero 1998: "Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología". Los comunistas suelen ser rencorosos. A Meurice no le perdonaron ese discurso, la gallardía y verdad de ese discurso. Para terminar, cuento una anécdota. Baste decir que quien me la contó tiene por qué saberla y es persona confiable. Poco después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, los obispos cubanos acudieron a Roma para la habitual visita ad limina que hacen los obispos cada cinco años. Juan Pablo II fue saludando a los cubanos uno a uno. Al llegar ante Meurice, le tomó las manos, se sonrió y se quedó mirándolo con aquellos implacables ojos polacos. "Pedro Meurice"
(le dijo, y se quedó un momento en silencio, apretándole las manos). "¡Así deben ser los arzobispos!". Descanse en paz, Pedro Meurice.
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