viernes, julio 01, 2011

Mauricio Claver-Carone en el New York Times: ¿Qué va primero: la libertad o los negocios?

Texto publicado originalmente en http://www.nytimes.com


Mauricio Claver-Carone en The New York Times: Freedom First or Business First?

( Traducción al español cortesía de Penúltimos Días)

¿Qué va primero: la libertad o los negocios?

Por Mauricio Claver-Carone
The New York Times
1 de julio de 2011


La actual política estadounidense condiciona el compromiso económico con el régimen de Castro a su respeto hacia los derechos humanos básicos y la puesta en marcha de unas genuinas reformas políticas y económicas.

Esta política puede ser descrita como “la libertad primero.” A menudo es etiquetada de fracasada por las elites que dictan la política exterior norteamericana, y por una parte de la prensa, debido a que el régimen de Castro, una dictadura totalitaria brutal y arruinada, dirigida por un puñado de octogenarios, se niega a reconocer los derechos humanos o a facilitar reformas políticas y económicas.

Sin embargo, son pocos los que en el hemisferio occidental —incluso entre gobiernos de izquierda— tratan de emular el modelo político o económico de Cuba. La Venezuela de Hugo Chávez es, tal vez, una excepción pero incluso él se ve maniatado por el rechazo del pueblo venezolano al totalitarismo cubano.

Por el contrario, la política estadounidense de compromiso económico con la dictadura china, aquello de “primero los negocios,” ha ayudado a reorientar lo que era, en los años setentas y ochentas, un régimen frágil, desorientado y urgido, que buscaba un camino que lo apartase de su fracasada economía agraria, en una de las dictaduras más represivas y sin embargo lucrativas.
China es hoy el ejemplo para los tiranos del mundo. Sin embargo las cosas podrían haberle ido mejor al pueblo chino.

Tras la muerte de Mao Zedong en 1976, una ola de movimientos reformistas, sobre todo políticos —no económicos— se extendió a lo largo de China. El movimiento democrático del muro, que comenzó con gente colocando espontáneamente carteles que pedían reformas políticas y democracia en un muro de Beijing, creció rápidamente. Cientos de miles de estudiantes o activistas asumieron la causa y valerosamente ampliaron los límites de la tolerancia oficial con demandas a favor de la libertad de expresión, los procesos democráticos y la crítica abierta del Partido Comunista, un movimiento que concluyó el 4 de junio de 1989, en la matanza de la Plaza de Tiananmen.

La tímida respuesta de la comunidad internacional permitió que las aspiraciones a favor de la reforma democrática fueran suplantadas por las aspiraciones y prioridades económicas de las corporaciones multinacionales y sus socios “oficiales” chinos.

Hoy el cebo de una economía china de seis billones de dólares impide ver los oscuros antecedentes del país en el terreno de los derechos humanos y ha servido para acorazar el control de un partido único.

Ahora, cuando Estados Unidos quiere defender efectivamente los derechos humanos de los chinos, debe ante todo y sobre todo calcular y considerar el impacto potencial en las tasas de interés de Estados Unidos, no sea que los tiranos chinos se sientan desairados y comiencen a vender títulos estadounidenses.

Manteniendo a Estados Unidos como rehén, el régimen chino parece tenerlo todo: el monopolio del poder, unas elites económicas subordinadas, cuentas bancarias y fondos soberanos rebosantes, y un derecho a la represión sin control.

Nada de esto hubiera podido suceder sin la complicidad de Estados Unidos, que generosamente abrió sus mercados al trabajo casi esclavo de China, ayudando a crear un inmenso poder industrial. Estados Unidos compite ahora económicamente con el monstruo que ha creado y se enfrenta a su rechazo en temas prioritarios de seguridad nacional y política internacional, desde Pakistán hasta Irán.

Peor aún, la nueva y creciente riqueza de la clase dirigente china no ha espoleado ningún tipo de reforma democrática ni un mayor respeto hacia los derechos humanos. El mes pasado, el régimen chino emprendió una de las ofensivas más brutales y amplias contra la disidencia desde la de la plaza de Tiannanmen. La ofensiva ha llevado incluso a la revista The Economist a concluir, irritada: “Por lo menos a corto plazo, estos inquietantes desarrollos minan la tranquilizadora idea de que la apertura económica necesariamente conduce a la política.”

¿“Idea tranquilizadora”? ¿Tranquilizadora para quién? La idea de que el compromiso económico conduce a la reforma política es a menudo proferida de manera simple para disipar la preocupación pública y las a veces culpables conciencias de aquellos que aprovechan para hacer negocios con tiranos brutales. No es tranquilizadora para los incontables defensores chinos de la democracia encarcelados y torturados, ni para las familias de aquellos ejecutados a lo largo de los años.

Así, ¿cuál de las dos naciones reprimidas —Cuba o China— es la que tiene más probabilidades de emerger como una democracia? ¿Cual será la primera en demostrar respecto por los derechos humanos básicos?

¿Será el económicamente poderoso régimen chino, con su movimiento disidente que ahora combate a la desesperada para poder superar el encanto gargantuesco de la riqueza de su represor, gracias al énfasis norteamericano en “primero los negocios”? ¿O el arruinado y octogenario régimen cubano de los hermanos Castro, con su creciente movimiento disidente dirigido por jóvenes que se las han arreglado para conseguir y mantener la atención mundial —gracias a la fuerza que les da el énfasis estadounidense en “la libertad primero”?

Sólo el tiempo identificará cuál es la política fallida. Mientras tanto, de dos errores no sale un acierto para ninguno de aquellos oprimidos por los dictadores en cualquier parte del mundo.

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Mauricio Claver-Carone es director del U.S.-Cuba Democracy PAC en Washington y sirvió como abogado del Departamento del Tesoro estadounidense.

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¿ Están los cubanos listos para las reformas democráticas ?
( en idioma Inglés )


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