ALFREDO CEPERO: LA AMÉRICA DE WASHINGTON Y LA DE BOLIVAR
Valoración mucho menos amable que la que hace Alfredo Cepero a Simón Bolivar, fue la que hizo en su tiempo Carlos Marx, el fundador del marxismo.
Carlos Marx en su carta a Federico Engels de fecha 14 de febrero de 1858 se refirió a Simón Bolívar como el "canalla más cobarde, brutal y miserable. Bolívar es el verdadero Soulouque", . En esa misma carta, Marx afirmó que Bolívar era un mito de la fantasía popular: "La fuerza creadora de los mitos, característica de la fantasía popular, en todas las épocas ha probado su eficacia inventando grandes hombres. El ejemplo más notable de este tipo es, sin duda, el de Simón Bolívar".
En el extenso artículo de Carlos Marx titulado ´Bolivar y Ponte¨, publicado en el tomo III de The New American Cyclopedia y escrito en enero de 1858, aparecen sustentadas esas opiniones del socialista alemán sobre Simón Bolivar. Dicho artículo pueden leerlo en su totalidad en Baracutey Cubano .
Después de desembarcar Máximo Gómez y José Martí por Playitas de Cajobabo y adentrarse en los montes cubanos e inmediatamente después de Máximo Gómez darle los grados de Mayor General a José Martí, la tropa mambisa empezó a gritar vivas al Presidente Martí. Máximo Gómez ordenó hacer silencio y dijo que no le llamaran Presidente a José Martí, pués solamente había conocido a dos Presidentes buenos: Washington y Júarez (Benito Júarez de México) pero el dominicano apuntó rápidamente¨pero este último no tanto¨; esa anécdota está en el libro de memorias " Apuntes de la Guerra" del General Enrique Loynaz del Castillo, el autor del ¨Himno Invasor¨.
Hago la importante observación de que al independizarse de sus respectivas Metrópolis, las repúblicas sudamericanas eran más ricas que las Trece Colonias de Norteamérica. Al independizarse las repúblicas sudamericanas fueron escenarios de guerras civiles más sangrientas y destructoras que sus guerras de independencias. No pocos de sus antiguos libertadores se convirtieron en dictaduras, enseñoreándose sobre sus pueblos. Recordemos las críticas de José Martí sobre el caudillismo.
Tomado de http://www.lanuevanacion.com
LA AMÉRICA DE WASHINGTON Y LA DE BOLIVAR
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
El 4 de julio de 1776 un grupo de hijos de inmigrantes, en su mayoría procedentes de Inglaterra, se reunieron en lo que era entonces poco más que un poblado conocido como Filadelfia para proclamar la independencia de los Estados Unidos. Treinta y cinco años mas tarde, el 5 de julio de 1811, otro grupo de hijos de inmigrantes, en este caso en su mayoría procedentes de España, proclamaron la independencia de Venezuela. En el Congreso de Filadelfia el liderazgo andaba diluido entre numerosos delegados entre los que se destacaban Adams, Franklin, Hancock, Jefferson y Madison. Solamente cuando llegaron a la conclusión de que no había otra alternativa que enfrentar a Inglaterra por la vía de las armas decidieron depositar el poder avasallador de hacer la guerra en un militar de limitada experiencia pero absoluta integridad de carácter que se llamó George Washington. En la epopeya por la independencia sudamericana el liderazgo no fue el resultado de decisiones colectivas sino de la iniciativa individual de un hombre valiente, audaz y erudito a pesar de su juventud que echó sobre sus hombros la cruzada de libertad que culminó en la creación de cinco repúblicas americanas.
(George Washington )
Si distintos fueron los comienzos de sus caminos hacia la inmortalidad, diferentes fueron sus habilidades y temperamentos. El primero, Washington, era un hombre pausado y de pocas palabras a quien se le escuchó en contadas ocasiones en Filadelfia. El segundo, Bolívar, era un hombre vehemente y locuaz que era capaz de cautivar a su auditorio al punto de la idolatría y moverlo a las acciones mas intrépidas y temerarias. Reputación que llevó a uno de sus biógrafos, Emil Ludwig, a llamarlo: “Caballero de la gloria y de la libertad”. Sin embargo, ambos compartían atributos que demuestran sus éxitos como motivadores y líderes de seres humanos. Ya fuera Washington confrontando las inclemencias y privaciones del brutal invierno de Valley Forge o Bolívar desafiando nieves y pantanos para sorprender a los españoles y derrotarlos en Boyacá ambos corrieron siempre la misma suerte de sus soldados y se negaron a aceptar privilegios en viviendas o alimentos.
Dentro de la misma tónica, ambos fueron generales de vanguardia en vez de estrategas de retaguardia. Ya fuera cruzando el Río Delaware en pleno invierno o a la cabeza de sus tropas en Yorktown para consolidar la independencia norteamericana Washington se jugó la vida en aras de la felicidad de su pueblo. Y que decir de un Bolívar que a sus treinta años libró seis batallas, derrotó cinco ejércitos y recorrió mil doscientos kilómetros en el breve plazo de noventa días para entrar victorioso en Caracas el seis de agosto de 1813 y ser investido con el título de Libertador. Cabe, por lo tanto, concluir que estos hombres, a pesar de las diferencias en sus estilos y personalidades, fueron paladines de procesos encaminados a llevar la libertad y la justicia a sus respectivos pueblos. Surge entonces la pregunta que no puede ser soslayada: ¿Por qué tuvieron estos dos próceres finales tan diferentes y por qué sus esfuerzos condujeron a resultados tan distintos que bien pudiéramos calificar de dos Américas, la del norte y la del sur?
(Simón Bolivar)
El primero, Washington, murió a los 67 años—una edad considerada longeva en aquella época—en su plantación de Mount Vernon rodeado de la admiración y el respecto de sus conciudadanos. El segundo, Bolívar, murió a los 47 años en Santa Marta acompañado de un puñado de fieles camaradas de armas después de haber escapado a varios intentos de asesinato y haber sido traicionado por varios de sus colaboradores mas cercanos. Washington fue electo presidente de los Estados Unidos, sirvió dos periodos consecutivos y se negó a ser reelecto a un tercer periodo. Su ejemplo creó la tradición de dos periodos para presidentes norteamericanos, alterada únicamente con Franklin Delano Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial. Bolívar fue hostigado y acusado de dictador por sus asociados de antaño durante sus breves períodos presidenciales y se vio obligado a alejarse del poder político para aplacar las pasiones y evitar guerras civiles. En su lecho de muerte, aferrado todavía al ideal de una gran patria sudamericana, el Libertador exclamó: “Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión yo bajaré tranquilo al sepulcro”.
Asimismo, los procesos a los cuales estos dos hombres dedicaron sus vidas tuvieron como sabemos resultados diferentes. El experimento de democracia iniciado por Washington y sus colegas en el Congreso Continental de 1776 en Filadelfia no sólo ha perdurado durante 232 años sin un golpe de estado sino transformó a los Estados Unidos de una nación de segunda o tercera categoría en la primera potencia mundial. En naciones que respetan leyes la muerte de un líder no cambia los destinos nacionales. Con Washington no murió la democracia norteamericana. Con Bolívar fue todo lo contrario. Su sueño de una gran Federación Sudamericana que trató de convertir en realidad en 1826 en Panamá fue hecho trizas por la sed de poder de caudillos sin otra meta que la gloria personal y la inercia de multitudes ignorantes de sus derechos y deberes como ciudadanos. En naciones que siguen líderes las leyes son incapaces de salvarlas de la tiranía. Con Bolívar murió la esperanza de una gran patria sudamericana y se crearon las condiciones para verdugos y charlatanes como los Chávez, los Castro y los muchos tiranos que les han antecedido y que esperemos no les sucedan.
Sabemos que la respuesta a la pregunta formulada con anterioridad en este trabajo no nos va a granjear muchos amigos. Pero como dijo aquel gran pensador y maestro de generaciones de cubanos que se llamó Don José de la Luz y Caballero: “La verdad y sólo la verdad nos pondrá la toga viril”. Por lo tanto, ahí va mi respuesta. Quienes vivimos al sur del Río Grande—ya seamos hijos de Bolívar, de Martí, de Juárez o San Martín—adolecemos de un rechazo innato a la autoridad, no reconocemos la majestad de la ley, somos incapaces de la disciplina y esperamos que el gobierno resuelva nuestros problemas. Con ello, al abdicar de nuestras responsabilidades, renunciamos a nuestros derechos y ponemos nuestros destinos en manos de los sinvergüenzas. No veo, por lo tanto, otra salvación que educar a las generaciones futuras para el ejercicio de la libertad y la preservación de la democracia. Si queremos salvar a nuestros pueblos de la anarquía, la miseria y la esclavitud no tenemos tiempo que perder.
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MADRE AMÉRICA
Por José Martí
De lo más vehemente de la libertad nació en días apostólicos la América del Norte. No querían los hombres nuevos, coronados de luz, inclinar ante ninguna otra su corona. De todas partes, al ímpetu de la frente, soltaba hecho pedazos, en las naciones nacidas de la agrupación de pueblos pequeños, el yugo de la razón humana, envilecida en los imperios creados a punta de lanza, o de diplomacia, por la gran república que se alocó con el poder; nacieron los derechos modernos de las comarcas pequeñas y autóctonas; que habían elaborado en el combate continuo su carácter libre, y preferían las cuevas independientes a la prosperidad servil. A fundar la república le dijo al rey que venia, uno que no se le quitaba el sombrero y le decía de tú. Con mujeres y con hijos se fían al mar, y sobre la mesa de roble del camarín fundan su comunidad, los cuarenta y uno de la Flor de Mayo. Cargan mosquetes, para defender las siembras; el trigo que comen, lo aran; suelo sin tiranos es lo que buscan, para el alma sin tiranos. Viene, de fieltro y blusón, el puritano intolerante e integérrimo, que odia el lujo, porque por él prevarican los hombres; viene el cuáquero, de calzas y chupa, y con los árboles que derriba, levanta la escuela; viene el católico, perseguido por su fe, y funda un Estado donde no se puede perseguir por su fe a nadie; viene el caballero, de fusta y sombrero de plumas, y su mismo hábito de mandar esclavos le da altivez de rey para defender su liberta. Alguno trae en su barca una negrada que vender, o un fanático que quema a las brujas, o un gobernador que no quiere oír hablar de escuelas; lo que los barcos traen es gente de universidad y de letras, suecos místicos, alemanes fervientes, hugonotes francos, escoceses altivos, bátavos económicos; traen arados, semillas, telares, arpas, salmos, libros. En la casa hecha por sus manos vivían, señores y siervos de sí propios; y de la fatiga de bregar con la naturaleza se consolaba el colono valeroso al ver venir, de delantal y cofia, a la anciana del hogar, con la bendición en los ojos, y en la mano la bandeja de los dulces caseros, mientras una hija abría el libro de los himnos, y preludiaba otra vez en el salterio o en el clavicordio. La escuela era de memoria y azotes; pero el ir a ella por la nieve era la escuela mejor. Y cuando, de cara al viento, iban de dos en dos por los caminos, ellos de cuero y escopeta, ellas de bayeta y devocionario, a oír iban al reverendo nuevo, que le negaba al gobernador el poder en las cosas privadas de la religión; iban a elegir sus jueces, o a residenciarlos. De fuera no venía la casta inmunda. La autoridad era de todos, y la daban a quien se la querían dar. Sus ediles elegían, y sus gobernadores. Si le pesaba al gobernador convocar al consejo, por sobre él lo convocaban los "hombres libres". Allá, por los bosques, el aventurero taciturno caza hombres y lobos, y no duerme bien sino cuando tiene de almohada un tronco recién caído o un indio muerto. Y en las mansiones solariegas del Sur todo es minué y bujías, y coro de negros cuando viene el coche del señor, y copa de plata para el buen Madera. Pero no había acto de la vida que no fuera pábulo de la libertad en la colonias republicanas que, más que cartas reales, recibieron del rey certificados de independencia. Y cuando el inglés, por darla de amo, les impone un tributo que ellas no se quieren imponer, el guante que le echaron al rostro las colonias fue el que el inglés mismo había puesto en sus manos. A su héroe, le traen el caballo a la puerta. Él pueblo que luego había de negarse a ayudar, acepta ayuda. La libertad que triunfa es como él, señorial y sectaria, de puño de encaje y de dosel de terciopelo, más de la localidad que de la humanidad, una libertad que bambolea, egoísta e injusta, sobre los hombros de una raza esclava, que antes de un siglo echa en tierra las andas de una sacudida; ¡y surge, con un hacha en la mano, el leñador de ojos piadosos, entre el estruendo y el polvo que levantan al caer las cadenas de un millón de hombres emancipados! Por entre los cimientos desencajados en la estupenda convulsión se pasea, codiciosa y soberbia, la victoria; reaparecen acentuados por la guerra, los factores que constituyeron la nación; y junto al cadáver del caballero, muerto sobre sus esclavos, luchan por el predominio en la república, y en el universo, el peregrino que no consentía señor sobre él, ni criado bajo él, ni más conquistas que la que hace el grano en la tierra y el amor en los corazones, -y el aventurero sagaz y rampante, hecho a adquirir y adelantar en la selva, sin más ley que su deseo, ni más límite que el de su brazo, compañero solitario y temible del leopardo y el águila.
Y ¿cómo no recordar, para gloria de los que han sabido vencer a pesar de ellos, los orígenes confusos, y manchados de sangre, de nuestra América, aunque al recuerdo leal, y hoy más que nunca necesario, le pueda poner la tacha de vejez inoportuna aquel a quien la luz de nuestra gloria, de la gloria de nuestra independencia, estorbase para el oficio de comprometerla o rebajarla? Del arado nació la América del Norte, y la Española, del perro de presa. Una guerra fanática sacó de la poesía de sus palacios aéreos al moro debilitado en la riqueza, y la soldadesca sobrante, criado con el vino crudo y el odio a los herejes, se echó, de coraza y arcabuz, sobre el indio de peto de algodón. Llenos venían los barcos de caballeros de media loriga, de segundones desheredados, de alféreces rebeldes, de licenciados y clérigos hambrones. Traen culebrinas, rodelas, picas, quijotes, capacetes, espaldares, yelmos, perros. Ponen la espada a los cuatro vientos, declaran la tierra del rey, y entran a saco en los templos de oro. Cortés atrae a Moctezuma al palacio que debe a su generosidad o a su prudencia, y en su propio palacio lo pone preso. La simple Anacaona convida a su fiesta a Ovando, a que viera el jardín de su país, y sus danzas alegres, y sus doncellas; y los soldados de Ovando se sacan de debajo del disfraz las espadas, y se quedan con la tierra de Anacaona. Por entre las divisiones y celos de la gente india adelanta en América el conquistador; por entre aztecas y tlaxcaltecas llega Cortés a la canoa de Cuauhtémoc; por entre quichés y zutujiles vence Alvarado en Guatemala; por entre tunjas y bocrotaes adelanta Quesada por Colombia; por entre los de Atahualpa y los de Huáscar pasa Pizarro en el Perú; en el pecho del último indio valeroso clavan, a la luz de los templos incendiados, el estandarte rojo del Santo Oficio. La mujeres, las roban. De cantos tenía sus caminos el indio libre, y después del español no había más caminos que el que abría la vaca husmeando el pasto, o el indio que iba llorando en su treno la angustia de que se hubiesen vuelto hombres los lobos. Lo que come el encomendero, el indio lo trabaja; como flores que se quedan sin aroma, caen muertos los indios; con los indios que mueren se ciegan las minas. De los recortes de las casullas se hace rico un sacristán. De paseo van los señores; o a quemar en el brasero el estandarte del rey; o a cercenarse las cabezas por peleas y virreyes y oidores, o celos de capitanes; y al pie del estribo lleva el amo dos indios de pajes, y dos mozos de espuela. De España nombran al virrey, el regente, el cabildo. Los cabildos que hacían, los firmaban con el hierro con que herraban las vacas. El alcalde manda que no entre el gobernador en la villa, por los males que le tiene hechos a la república, y que los regidores se persiguen al entrar en el cabildo, y que al indio que eche el caballo a galopar se le den veinticinco azotes. Los hijos que nacen, aprenden a leer en carteles de toros y en décimas de salteadores. "Quimeras despreciables" les enseñan en los colegios de entes y categorías. Y cuando la muchedumbre se junta en las calles, es para ir de cola de las tarascas que llevan el pregón; o para hablar, muy quedo, de las picanterías de la tapada y el oidor; o para ir a la quema del portugués; cien picas y mosquetes van delante, y detrás los dominicos con la cruz blanca, y los grandes de vara y espadín, con la capilla bordada de hilo de oro; y en hombros los baúles de huesos, con llamas a los lados; y los culpables con la cuerda al cuello, y las culpas escritas en la coroza de la cabeza; y los contumaces con el sambenito pintado de imágenes del enemigo; y la prohombría, y el señor obispo, y el clero mayor; y en la iglesia, entre dos tronos, a la luz vívida de los cirios, el altar negro; afuera la hoguera. Por la noche, baile. El glorioso criollo cae bañado en sangre, cada vez que busca remedio a su vergüenza, sin más guía ni modelo que su honor, hoy en Caracas, mañana en Quito, luego con los comuneros del Socorro o compra cuerpo a cuerpo, en Cochabamba el derecho de tener regidores del país; o muere, como el admirable Antequera profesando su fe en el cadalso del Paraguay iluminado el rostro por la dicha o al desfallecer al pie del Chimborazo "exhorta a las razas a que afiancen su dignidad". El primer criollo que le nace al español, el hijo de la Malinche, fue un rebelde. La hija de Juan de Mena que lleva el luto de su padre, se viste de fiesta con todas sus joyas, porque es día de honor para la humanidad, el día en que Arteaga muere! ¿Qué sucede de pronto, que el mundo se para a oír, a maravillarse, a venerar? ¡De debajo de la capucha de Torquemada sale, ensangrentado y acero en mano, el continente redimido! Libres se declaran los pueblos todos de América a la vez. Surge Bolívar, con su cohorte de astros. Los volcanes, sacudiendo los flancos con estruendo, lo aclaman y publican. A caballo, la América entera. Y resuenan en la noche, con todas las estrellas encendidas, por llanos y por montes, los cascos redentores. Hablándoles a sus indios va el clérigo de México. Con la lanza en la boca pasan la corriente desnuda los indios venezolanos. Los rotos de Chile marchan juntos, brazo en brazo, con los choles del Perú. Con el gorro frigio del liberto van los negros cantando, detrás del estandarte azul. De poncho y bota de potro, ondeando las bolas, van, a escaparse de triunfo, los escuadrones de gauchos. Cabalgan, suelto el cabello, los pehuenches, resucitados, voleando sobre la cabeza la chuza emplumada. Pintados de guerrear vienen tendidos sobre el cuellos los araucos, con la lanza de tacuarilla coronada de pluma de colores; y al alba, cuando la luz virgen se derrama por los despeñaderos, se ve a San Martín, allá sobre la nieve, cresta del monte y corona de la revolución, que va, envuelto en su capa de batalla, cruzando los Andes. ¿Adónde va la América, y quién la junta y guía? Sola, y como un solo pueblo, se levanta. Sola pelea. Vencerá, sola.
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ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
José González ha dejado un nuevo comentario en su entrada "ALFREDO CEPERO: LA AMÉRICA DE WASHINGTON Y LA DE ...":
Pablo, excelente tu comentario y lo que añadiste sobre ideas de Marti.
Sobre Bolivar, solo hay que ver la primera Constitucion Politica de Bolivia, hecha por el la cual creaba la posicion de "Presidente Vitalicio", o la carta de Santander a Bolivar diciendole, entre otras cosillas que el, Santander, habia luchado por la independencia de la gran Colombia para crear una republica no para que naciera un "Simon I", en alusión a las inclinaciones dictatoriales, a veces disfrazadas de "republicanas" de Simon Bolivar.
Ps yo la verdad, no se, cuando leo esas citas de Martí(despues de mis maestrías y demás) si era el (Martí)un megainstruido, un loco o un jodedor, siempre paso trabajo para entender lo que escrbió( va y eso se propuso), pero me place saber que murió por lo que creyó.
La verdad no está escrita y la verdad que de nosotros los humanos(de unos mas que de otros, claro de los mexicanos y sudamericános mas) o los que no lo sean( ps estoy mas que convencido que hay millones de otras civilzaciones)se van a reir a carcajadas los que nos sigan o seestán riendo los que nos observan.
Saludos Baracutey
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Comentario del Bloguista
Saludos Felipe Vera
José Martí escribió para varios diarios o periódicos prestigiosos de América Latina (La Nación, de Argentina, entre ellos) y se le pagaban muy bien sus artículos: 100 dólares de la época, unos 1000 dólares de hoy, por cada artículo, luego era un periodista muy leido y apreciado.
3 Comments:
Pablo, excelente tu comentario y lo que añadiste sobre ideas de Marti.
Sobre Bolivar, solo hay que ver la primera Constitucion Politica de Bolivia, hecha por el la cual creaba la posicion de "Presidente Vitalicio", o la carta de Santander a Bolivar diciendole, entre otras cosillas que el, Santander, habia luchado por la independencia de la gran Colombia para crear una republica no para que naciera un "Simon I", en alusión a las inclinaciones dictatoriales, a veces disfrazadas de "republicanas" de Simon Bolivar.
saludos
Ps yo la verdad, no se, cuando leo esas citas de Martí(despues de mis maestrías y demás) si era el (Martí)un megainstruido, un loco o un jodedor, siempre paso trabajo para entender lo que escrbió( va y eso se propuso), pero me place saber que murió por lo que creyó.
La verdad no está escrita y la verdad que de nosotros los humanos(de unos mas que de otros, claro de los mexicanos y sudamericános mas) o los que no lo sean( ps estoy mas que convencido que hay millones de otras civilzaciones)se van a reir a carcajadas los que nos sigan o seestán riendo los que nos observan.
Saludos Baracutey
ya lo hice.
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