domingo, enero 01, 2012

Cuba. La orgía de sangre del Castrismo antes y después del triunfo de la Revolución

Nota del Bloguista



Durante la lucha contra el régimen de Fulgencio Batista, en la Sierra Maestra y la Sierra Cristal el Ejército Rebelde comandado por Fidel Castro fusiló a campesinos y presuntos chivatos en parodias de juicios que no tenían las mínimas garantía procesales y en las que las sentencias ya estaban dictadas antes de comenzar. El Che Guevara llegó a decir que ante la duda de la inocencia o la culpabilidad, se tenía que aplicar el fusilamiento. Esas parodias o mascaradas de juicios siguieron al triunfo de la Revolución el 1 de enero de 1959.

El Castrismo no sólo ha fusilado a personas inocentes sino también ha fusilado a personas que al ver cerrados por el Castrismo todos los espacios de la lucha política pacífica, utilizaron los mismos métodos violentos que utilizaron los mismos métodos que uso el Castrismo para hacerse del poder por la violencia y por lo que los revolucionarios del M-26-7, y de otras oorganizaciones, recibieron por los Tribunales de Justicia cortas condenas o, después de presentado el recurso de Habeas Corpus, el pago de una fianza para su excarcelación, después de la cual pasaban a la clandestinidad, iban para las montañas o para el Exillio. El caso de los hermanos Castro y los Moncadistas es el ejemplo más elocuente ya que después de usar la premeditación y la nocturnidad para vestidos con uniformes militares de la República (Por cierto: cuando la invasión de Playa Girón, Fidel Castro tuvo la desverguenza de criticar que los aviones de la Brigada 2506 estuvieran pintados como los aviones de la Fuerza Aérea de los Castro) atacar y matar a soldados. Fidel tuvo la más larga condena: 15 años, pero él y todos los Moncadistas no llegaron a cumplir los 2 años en una cómoda prisión política que hasta el propio Fidel calificó de centro vacacional o algo parecido.

Los crímenes o asesinatos de las fuerzas batistianas (durante el régimen de Batista se admitía la lucha política pacífica y hasta estaba representada en el Congreso de la República) contra los revolucionarios no fueron contra personas que querían escapar del país como, por ejemplo, los que fueron asesinados por fuerzas paramilitares Castristas con el hundimiento del remolcador 13 de Marzo el 13 de julio de 1994 ni contra pacíficos opositores pacíficos como Orlando Zapata Tamayo en febrero de 2010 al que se le negó el agua durante 16 días en su huelga de hambre pidiendo de que se le tratara como un ser humano él l y a todos los presos y que cesaran las brutales golpizas.

La diferencia entre ambas dictaduras también es elocuente en lo siguiente: según se lee en el libro oficialista En el último año de aquella República, del autor Ramiro J. Abreu ( ex oficial del MININT y funcionario del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba en los años ochenta del pasado siglo XX, años en que fue publicado dicho libro en Cuba), Batista hizo ciertos cambios en su gabinete, compulsado por ciertas fuerzas políticas nacionales y extranjeras y hasta por el propio Nuncio, Monseñor Luigi Centoz, que conllevó a una nueva imagen de su régimen y a una posible solución no violenta a la situación política del país. Leemos en sus páginas 81 y 82:

¨… Ya, desde antes, permitió la reestructuración de los partidos políticos de ´oposición´, restableció ´la libertad de prensa ´ y las garantías constitucionales´, y el 10 de marzo dio el indulto a 40 personas. Con el mismo propósito, Batista se deshizo de su Premier, Jorge García Montes, y nombró en ese cargo a su Embajador en Estados Unidos, Emilio Núñez Portuondo, De esta forma, dio paso al llamado gabinete de la concordia, con el cual procuró tener una apariencia de Gobierno flexible con ribetes liberales …¨

En ese libro también se lee, en sus páginas 99 y 100, que Batista en marzo de 1958 le propuso al Movimiento 26 de Julio que participara como un partido político en las próximas elecciones junto a los otros partidos. Fidel Castro se negó alegando que esa proposición era una trampa de Batista. Los que hemos padecido la tiranía Castrista este medio siglo, sabemos que la verdadera razón de la negativa de Fidel Castro era que no quería Poder, sino todo el Poder; solamente dejó oficialmente el Poder, a regadientes y poco a poco, cuando estaba al borde de la muerte , designando a su hermano Raúl Castro como su sucesor.

En un sitio Castrista se publicó un fraude ( el mayor fraude fué el de los 20 000 mártires) de una de las Bohemia de enero de 1959.

El reportaje de "Bohemia" titulado "El Padre le Daba los Cráneos de sus Victimas Para que Jugara" (enero 11, 1959) fue completamente ficticio. La foto del entonces niño César Necolardes Moreno había sido tomada en los 1940s en el Museo Antropológico Montané, en la Universidad de la Habana. Se nota que dos de las calaveras en la foto reposan sobre un mapa de Cuba. En 1959, las mismas maestras que más de una década antes habían llevado al niño en una excursión estudiantil al museo, le escribieron a Quevedo para que rectificara, pero éste se negó hacerlo. En "Bohemia" jamás apareció ninguna nota de rectificación sobre ningún tema, algo que es común, aunque no frecuente, hasta en los grandes rotativos norteamericanos. Pueden leer más en:
http://baracuteycubano.blogspot.com
y
http://www.latinamericanstudies.org/cuba/cesar-necolardes.jpg

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Fusilado en la Sierra Maestra en 1958 por las tropas de Fidel Castro



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Fusilados en enero de 1959. Un fusilado en el mejor de los casos puede lucir así ...


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Fusilados en Santa Clara después de la Revolución; observen la suela rota del zapato que hablan del origén humilde del fusilado.

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Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodan Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac. Fusilados en el 2003. No mataron ni derramaron una sola gota de sangre.

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Testimonio de Rafael Tamayo Primeros dias de Enero 1959.

Parte 1


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Parte 2


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EMIGRAR AL PATÍBULO

Un testimonio de las últimas horas de Lorenzo Enrique Copello, el último fusilado del castrismo.

Por Ricardo González Alfonso
La Habana

Convivir en un calabozo con un condenado a muerte es intrincarse en el laberinto de una vida ajena, que comienza a pertenecernos, a dolernos.

Lorenzo Enrique Copello, fusilado el 11 de abril de 2003.
Cuando abrieron la puerta de la celda tapiada y vi por primera vez a Lorenzo Enrique Copello Castillo, no imaginé que lo fusilarían en una semana, tras uno de esos juicios sumarísimos de la primavera de 2003.
Lorenzo era un negro de treinta y tantos años, de buen aspecto, que caminaba cojo por la golpiza que le propinaron cuando lo arrestaron en el Puerto del Mariel, al oeste de La Habana. Los zapatos negros y sin cordones tenían marcas de salitre, y sus ojos reflejaban la extenuación de los náufragos, de esos que aún huelen a mar.
Nos saludó con una sonrisa doble: la de sus labios y la de sus ojos. Se acostó, y al instante dormía con la inmovilidad de los difuntos.
Mis compañeros de celda —el chino, un joven acusado de vender drogas, y un muchacho condenado por asesinato e involucrado en un tráfico de emigrantes— nos sentimos desilusionados. Nos sabíamos de memoria nuestras respectivas historias o leyendas y esperábamos del recién llegado una de estreno. En los calabozos de Villa Marista, sede nacional de la Seguridad del Estado, no hay espacio para caminar; y la única opción, entre interrogatorio e interrogatorio, es conversar sobre cualquier tema, para no pensar.
Por la mañana, descubrimos que Lorenzo era un criollazo. Nos relató, como quien cuenta una película, que a medianoche abordó con varios amigos y amigas la lancha Baraguá, una de esas que cruzan con pasajeros la bahía habanera. El grupo de piratas debutantes llevaba oculto en sus mochilas recipientes con combustible; y, además, contaban con un arsenal de desconsuelo: un revólver y un cuchillo. Lorenzo apoyaba su narración con mímica teatral. "Llegué hasta la cabina y disparé dos veces. Una contra la proa y otra al mar. Entonces grité: '¡Esto se jodió, nos vamos pa' Miami!'".
Al principio todo resultó a pedir de sueños. Entre los pasajeros habían dos extranjeras —magníficas piezas de cambio— acompañadas por un par de Rastafaris. En total, tenían una treintena de rehenes. La Bahía de La Habana quedaba atrás, y la embarcación se adentraba en el anchísimo Estrecho de la Florida.
Lorenzo cerró los ojos para disfrutar mejor de sus palabras. "Oigan, ya nos veíamos en las costas de Cayo Hueso enseñando unos carteles que habíamos hecho con frases contra el comunismo, para que los americanos nos dieran asilo político". Lorenzo sonrió, como un chiquillo que recuerda una travesura. Al abrir los ojos, despertó de su aventura onírica. Su expresión se transformó en la de un adulto en peligro.

( Ricardo González Alfonso, autor del testimonio )

Nos contó, siempre auxiliándose con su gestualidad criolla, cómo el mar —un mar histérico— cambió de humor repentinamente. Imaginé las olas como cascadas continuas, la lancha a la deriva, a merced de ascensos y descensos bruscos y constantes. Vi en el rostro del negro el terror que sintieron aquellos cachorros de mar —secuestradores y rehenes— al saber que en esa situación de espanto se había agotado el combustible, incluido el de reserva.
Un guardacostas cubano se aproximó. A través de un megáfono uno de los guardafronteras los conminó a entregarse. "Pero nosotros, de eso nada. Respondí a gritos que teníamos a dos extranjeras. Que nos dieran combustible o la cosa iba a terminar mal".
Llegaron a un acuerdo. El guardacostas remolcaría a la Baraguá hasta el Puerto del Mariel. Allí le proporcionarían lo necesario para llegar a Estados Unidos, a cambio de que no lastimaran a los rehenes.
Lorenzo intentó esgrimir una sonrisa de consuelo, pero, errático, emitió un suspiro triste. "Era una trampa. Muy cerca del muelle, un hombre rana del Ministerio del Interior le hizo una seña a las extranjeras para que se lanzaran al agua. Una de ellas se tiró. Traté de impedir que la otra hiciera Justify Fulllo mismo, pero un pasajero —después supe que era un militar vestido de civil— me empujó, caí al mar y perdí el arma. Varios hombres ranas me atraparon. En el agua comenzaron a golpearme. Continuaron en el muelle. Mis compañeros también estaban dominados".
"La cosa fue grande. Vino hasta Fidel. Nos dijo que si nos hubiéramos ido, dentro de unos años hubiéramos querido regresar".
Lorenzo movió la cabeza seguro de su negativa. "¡Qué va! Yo hubiera hecho como mi padre, que se pasó la mitad de la vida preso; pero en el 80, cuando lo del Mariel, se fue a Estados Unidos, se cambió el nombre, estudió y se hizo ingeniero. Sí, yo iba a hacer lo mismo. Después reclamaría a Muñe, mi mujer actual; y a Rorro, mi hija, que es del primer matrimonio".
Muñe —apócope de muñeca— vendía pizzas en su casa. Lorenzo la describía como una Venus de Milo, pero con brazos, cálida y cándida. Al hablar de Muñe la expresión del negro se asemejaba a la de un amante primerizo.
Pero ella, como Rorro, desconocía que Lorenzo vivía dos existencias paralelas, y que con esa doble vida recorría su laberinto personal. Él era una moneda que giraba por el aire a cara o cruz, a mal o bien.
Lorenzo trabajaba días alternos como custodio de una policlínica del municipio de Centro Habana. Allí su actitud era ejemplar, nos aseguró. Mas sus días libres eran libertinos. Se dedicaba al proxenetismo y a la estafa. Esta la ejercía a veces a través de juegos de azar; otras, como "guía" de turistas inexpertos.
"Una vez —nos relató entusiasmado— viajé a Pinar del Río con un francés. ÁQué vida! El lo pagaba todo: un apartamento que alquiló, bebida de la buena y a las mejores jineteras. Allá conoció a una temba y se quedó con ella. No sé qué le vio. El francés era un buen hombre. Yo siempre me porté bien con él. Aunque era muy confiado, jamás me aproveché de eso". Nos miró con picardía y añadió: "¡Pero a otros…!".
En una ocasión Lorenzo me dijo: "Ricardo, qué lástima que te dio por la política. Con tu pinta y facilidad de palabras, serías un estafador de primera".
También nos hablaba de Rorro. Una linda adolescente que sabía valerse por sí misma. "Es como yo, pero honrada". El sobrenombre surgió cuando era una bebé, pues la madre y Lorenzo le cantaban para dormirla: "A rorro mi niña, a rorro mi amor". La muchacha estudiaba la enseñanza media en Miramar, un reparto de la antigua —y actual— clase alta. "Papi, allá los autos son cómicos, la gente se viste cómico, las casas son cómicas. En fin, Miramar es una comedia".
El día que a Lorenzo le entregaron la petición fiscal, le dijo al guardia que servía la comida: "Échame más, ¡qué soy un pena de muerte!". Y se rió. Pero un rato después nos miró serio y comentó en voz baja, casi consigo: "quién lo hubiera dicho, ¡yo deseando una sanción de 30 años!".
Lorenzo regresó del juicio muy optimista. "Mi abogado dijo que cómo se iba a pedir sangre, si no se derramó una gota de sangre". Y repetía a cada rato estas palabras, con el fervor que un moribundo invoca a Dios.
También nos comentó: "Ustedes no me van a creer, pero sentí más miedo cuando en el juicio vi el vídeo de la lancha subiendo y bajando en aquel mar furioso, que cuando yo estaba allí mismito, jugándome la vida".
Esa noche nos llevaron a una oficina. A los cuatro por separado. Cuando llegó mi turno, un capitán me explicó que aunque a Lorenzo le pedían la pena de muerte, eso no significaba que lo fusilarían. "Pero —puntualizó el oficial— algunos condenados a la pena capital se desesperan y se suicidan por gusto, pues la sanción no es ratificada por el Tribunal Supremo o por el Consejo de Estado".
Con este argumento solicitó mi cooperación para impedir —dado el caso— que Lorenzo atentara contra su vida. Accedí. Después me enteré que a mis otros dos compañeros de celda le pidieron lo mismo. Nunca supe que le dijeron a Lorenzo.
Desde entonces la ventanilla de la puerta tapiada la mantuvieron abierta; y afuera, un policía permaneció de guardia.
Al otro día por la tarde vinieron a buscar a Lorenzo. Regresó muy contento. "La Seguridad del Estado trajo en un auto a Rorro, a la mamá de ella y a mi madre. Me dijeron que el director del policlínico le iba a escribir al Consejo de Estado hablándole de mi buena actitud laboral". Al rato vinieron de nuevo por él.
Ya a solas , el Chino, el otro muchacho y yo comentamos que esa visita era la despedida final. La policía política —y la otra— no acostumbra a traer a nuestros familiares para que nos visiten. Estábamos equivocados. No era la última despedida, sino la penúltima.
Lorenzo retornó feliz. Dos oficiales fueron a buscar a Muñe y había tenido una visita con ella. A discreción, mis compañeros de celda y yo nos miramos consternados. Comprendimos que Lorenzo sería ejecutado próximamente.
Aquella tarde la comida fue diferente a la habitual: medio pollo, arroz con moros, ensalada, vianda, postre y refresco. Lorenzo sospechó. "¿Medio pollo para cada uno?". El guardián lo tranquilizó argumentando que habían traído tantos pollos que no cabían en las neveras, y a todos los detenidos les estaban sirviendo la misma ración. Lorenzo le creyó —o simuló creerle—: era su última cena.
Horas después, Lorenzo sintió un dolor en el pecho. Avisé al guardia. Se lo llevaron inmediatamente a la posta médica. Regresó al rato. Nos aseguró que se sentía mejor después que lo inyectaron. Estaba soñoliento. Obviamente lo drogaron. Transcurridos unos minutos, dormía otra vez con la inmovilidad de los difuntos. Recordé la noche que lo conocí. Apenas —y a penas— había pasado una semana.
Sería medianoche cuando abrieron la puerta. En el pasillo vi a seis guardias. Uno entró y despertó a Lorenzo. Se levantó aturdido. Se calzó con torpeza sus zapatos sin cordones. Me miró como preguntándome: "¿Qué ocurre?". Se lo expliqué con una mirada. Le di una palmada en el hombro, y lo vi partir a la muerte.

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Lorenzo Enrique Copello Castillo, Bárbaro Leodan Sevilla García y Jorge Luis Martínez Isaac.
Fusilados en el 2003. No mataron ni derramaron una sola gota de sangre.


DECLARACIÓN DE RAMONA COPELLO ,MADRE DE FUSILADO



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SOBRE LOS FUSILAMIENTOS EN LOS PRIMEROS MESES DE 1959

Añadido por el bloguista de Baracutey Cubano

Tomado de http://baracuteycubano.blogspot.com


ENTREVISTA A JAVIER ARZUAGA, EX SACERDOTE FRANCISCANO Y CAPELLÁN DE LA PRISIÓN DE LA CABAÑA DURANTE LA DÉCADA DE LOS AÑOS 60

(FRAGMENTO DE UN PROGRAMA RADIAL DONDE PARTICIPARON:
Dr. Guillermo Toledo, Don Javier Arsuaga, Lic. Pino, Ing. Abascal, Lic. Enrique, Alfredo Melero, Dr. Cotto. )

Dr. Guillermo Toledo: El caso Luís Ricardo Grau que estaba muy enfermo.

Don Javier Arsuaga: Si estaba muy enfermo, yo no se la enfermedad que tenia, pero estaba muy enfermo sin embargo con una entereza, era educado en un colegio católico y el, se enfrento a la muerte tratando de revivir y crecer en la fe que había sido educado….

Y en realidad la noche que iba a ser fusilado junto con otros 6 compañero, me dieron la posibilidad de decir quien iba a ser el primero… el segundo así… yo lo elegías quien tenia mejor preparación.

Le digo a Luís Ricardo Grau: Me va a perdonar pero te dejaré para lo último y mientras tanto ve comunicando tu fe y tu fortaleza a los demás.

Todos morían con una entereza tremenda… y cuando le llego el turno a Luís Ricardo Grau, aun lo veo, aun veo la estampa, no lo puedo olvidar, la estoy viendo:

Oí el… ¡Pelotón atención, preparen, apunten, fuego!

A la palabra fuego, en todos los casos todos se desplomaban, Luís Ricardo Grau que era tan delgado, tan frágil, seguía de pie… le dispararon el tiro de gracia y solo entonces se desplomo.Yo no vi, si le habían atravesado 6 balas o no… pero sin balas o no era para estar muerto, estaba muerto y de pie.

Lic. Pino: Padre usted que vivió los fusilamientos allí, que llovían a granel, la muerte de esas personas ¿era inmediata?

Dr. Guillermo Toledo: Voy a leer un párrafo del libro de Don Javier Arsuaga que quizás conteste esta pregunta y es de un impacto tremendo:

No recuerdo su nombre era un sargento de la policía, de cuerpo robusto de poco hablar, llegaba al paredón junto con otros 4 compañeros coacusados de los hechos de Humbolt 7 en donde perdió la vida Juan Carlos Carbo Servia.

Como lo veía el mas fuerte y el de animo mas sereno, le dije que sus 4 compañeros serían fusilados primeros que el. así fue que dispuse como otras noches el orden según los vieras, mejor o peor apertrechado para ese momento.

Desde la posición en que estábamos, los otros no podían ver nada, pero si oían las voces de mando que ordenaban hacer fuego, era horrible, pero era inevitable.

El Capitán Alfonso era el jefe del piquete esa noche, como a todos le dije al condenado que nos tomaríamos los minutos que nos parecieran para charlar, fumar, rezar lo que el quisiera.

Conversamos unos minutos y procedimos a hacer los ritos de despedida, el beso a la imagen de cristo en su cruz, el abrazo, el que dios te acompañe. Me hice a un lado.

El Capitán Alfonso dio la orden, se desplomó el cuerpo, nos acercamos, no estaba muerto, el moribundo seguía gimiendo y gritando: Padre, Padre…

Visiblemente asustado el Capitán Alfonso, no procedía a aplicarle el tiro de gracia, me agite y con señas le apremie que hiciera lo que tenia que hacer.

Sin inclinarse hacia el moribundo, quien sabe si con los ojos cerrados disparo y no se sabe adonde fue a parar la bala, el moribundo seguía gritando: Padre, Padre.

Se agolparon alrededor del moribundo Duque Estrada y otros Oficiales mientras el moribundo seguía gritando: Padre, Padre…

Le dije a Duque Estrada: Ya se cumplió la pena de fusilamiento, ya se cumplió la sentencia… llévenlo a un hospital.

Duque Estrada respondió: No, el fue condenado a morir y tiene que morir aquí.

El Capitán Alfonso disparo otro tiro de gracia, otra bala perdida y seguían los gritos del moribundo: Padre, Padre.

Agarré a Alfonso por la muñeca y acerqué lo que mas pude la mano a la cabeza del moribundo… le grite: dispara ya… dispara ya.

Disparó y el moribundo estremeció su cuerpo, con la respiración entrecortada, temblando le di la extremaunción, le dije: Descansa en Paz.

Me retire sin despedirme de nadie.

El Padre Estanislao Sedupe que se quedaba dormido todas las noches, con un libro en las manos, lo desperté: Quiero confesarme, he matado un hombre.

Me pregunto: ¿Que has dicho?

Le costó mucho trabajo tranquilizarme, lo logró muy a media, subí a la azotea del convento a llorar.

Lic. Pino: Terrible testimonio.

Dr. Guillermo Toledo: Padre yo no se si usted desea comentar este hecho que a mi me estremeció.

Don Javier Arsuaga: Yo creo que hice lo que debía diciéndole a Duque Estrada que lo llevaran a un hospital, pero no, no fue condenado a la pena de fusilamiento, fue condenado a morir y entonces sabía yo lo que iba a seguir... más sufrimiento del moribundo.

Dr. Guillermo Toledo: Hay un señor del que usted habla en su libro, un norteamericano Herman Mart.

Don Javier Arsuaga: Bueno Herman Mart había estado con Fidel Castro en la Sierra Maestra, era un matón, uno de esos de armas enfermas, asesino nato, que había sido condenado en Estados Unidos y que había escapado de la Justicia. El al parecer ligaba muy bien las palabras revolución y muerte, revolución y sangre.

En la Cabaña cayó en su ambiente, porque en realidad por ejemplo al Capitán Alfonso le era difícil dirigir al Pelotón.

Pero llegó este americano y decía: Encantado como no, a matar gente.

El día en que debía morir a Luís Ricardo Grau me grito contento: Padre, Padre, hoy tenemos 7.

Como si me estuviera invitando a un banquete. Era horrible, a uno le da vergüenza tener que haber tratado a gente así.

Lic. Pino: Esa es la revolución humanista de Fidel Castro.

Ing. Abascal: Padre, yo le voy a hacer un comentario de una anécdota de un Sacerdote que se llama Becha Berbe.

Mi Padre era uno de los principales lideres de la resistencia cívica en Santiago de Cuba, en mi casa estuvo escondida dos veces la perra de Vilma Espin, posiblemente mi Padre le salvo la vida.
El día en que Raúl hace todos aquellos fusilamientos en el Valle de San Juan en el que manda a matar a más de 70 personas, ese día al amanecer el Padre Becha Berbe se encontraba en el corredor de mi casa sentado en un sillón. Mi madre se asustó mucho y fue a verlo y le dijo: Padre que le ha pasado, ¿que hace aquí?

El Padre Becha Berbe que era de piel morena, era árabe, pero estaba blanco como el papel, mi madre le decía: ¿Padre que le ha pasa?.

El Padre Becha Berbe le contesto: No puedo violar los secretos de confesión, pero están fusilando inocentes.

Usted sabe Padre que nadie va a decir una mentira en confesión antes de morir.

Don Javier Arsuaga: Yo en realidad no confesé a nadie y no lo hice precisamente por esa razón, por saber la verdad.

Unas de las biografías de Ernesto Che Guevara y cuando habla de el Che Guevara dice: El capellán Javier Arsuaga que confesaba a los prisioneros, dijo esto y dijo lo otro, diciendo como que yo estaba revelando secretos de confección y yo me libré de eso desde el primer momento, no confesé a nadie. Por lo que no pude revelar secretos de confesión

Dr. Guillermo Toledo: Veamos este caso Padre de este niño, de este muchacho, que usted escribe en su libro:

Ariel Lima fue condenado a muerte, lo mantuvieron como una semana en la galera de la muerte, apenas hablaba, vivía enajenado, vació de si mismo, perdida la mirada, como ausente de lo que le estaba pasando, los demás prisioneros lo veían tan niño, tan solo, tan necesitado, le prometí que hablaría con Ernesto Che Guevara e intercedería por el.

Fui a hablar con Ernesto Che Guevara y el me dijo que eso lo decidía el Tribunal de Apelaciones quien decidía eso y me pregunto por que debía anular la sentencia.

Le dije: Por dos razones, una por sentimiento humano por sus solo 16 años, la segunda por sagacidad política, porque al otro día de la muerte de este niño, la prensa mundial, en Estados Unidos, América Latina y Europa hablaría de que la revolución cubana carecía de sentimientos y que juzgaba por igual a adultos que a menores y que esto muy poco beneficiaria a la revolución.
Inútil, a mas compasión que se le pedía al Che, con mas crueldad respondía. En la vista se decidiría.

Fui a la vista de apelaciones, el Che sabía por qué estaba allí. La vista apenas duro media hora… ratificada la sentencia, sería fusilado aquella misma noche.

Cuando termino me vio en la puerta saliendo con su comitiva, me dio un saludo y salio.

En su camino a la Comandancia… una mujer corrió al frente de ellos y se postro en el suelo delante de todos ellos. Alguien le dijo: Es la madre de Ariel Lima…

Le dijo: Le recomiendo que hable con el Padre Javier Arsuaga, es un maestro consolando.
Me miro y en tono burlón me dijo: Es suya.

Le ayudé a levantarse del suelo y le aconsejé que se retirara a su casa le dije: Señora trate de superar su tragedia y de seguir viviendo sin su hijo, encomiéndese a Dios. Nunca mas vi a esa mujer….

Esa noche odie al Che.

Dr. Guillermo Toledo: Padre que nos puede decir de Ariel Lima.

Don Javier Arsuaga: Ariel Lima era un muchacho revolucionario, lleno de sueños, lucho contra Batista. Los de Batista, lo torturaron para que hablara… nunca lo hizo, hasta que un día… esto el me lo contó de sus propios labio, le dijeron: Tú vas a hablar…

Le llevaron a su madre y delante de el, la comenzaron a desnudar y le dijeron: Tú sabes lo que vamos a hacer con ella…

Cuando el muchacho vio efectivamente lo que estaban haciendo, el muchacho hablo y naturalmente dijo que querían que dijera.

Naturalmente nunca salio del cuartel y cuando triunfa la revolución nunca mas salio del cuartel porque había traicionado a sus compañeros y entonces lo enviaron a la Cabaña. No era ni de uno ni de otros, estaba solo, no tenia amigos, era una tristísima figura y estaba tan enajenado que no se daba cuenta que lo estaban fusilando.

Dr. Guillermo Toledo: Nos queda un testimonio del caso del Capitán del ejercito de Batista José Castaño, un hombre muy culto, que hablaba 5 idiomas, usted atendió José Castaño, el no tenia las manos embarradas de sangre, no cometió ningún hecho de sangre, solo que José Castaño, era un hombre que conocía todos los vericuetos del comunismo en América Latina, estaba a cargo del Buró de Represión de actividades comunistas, tenia información y documentos de esa actividad en diferentes partes del mundo y eso no se lo perdonaron. La mayoría de los testigos del juicio eran militantes comunistas, acusándolo de cosas que realmente no cometió, no le probaron ningún hecho de sangre, tengo entendido que solo una señora lo acuso de haberla violado, era una total mentira, esa misma señora después testifico en otro juicio contra el artista famoso en aquella época, Manolo Fernández y también dijo mentira.

Lic. Pino: Un comentario, este Señor José Castaño, tenía información con relación a los miembros del partido comunista en Cuba e incluso de organizaciones izquierdistas, información que logro sacarla de Cuba antes que la tiranía de Fidel Castro ocupara el poder y eso fue lo que provoco el fusilamiento.

Don Javier Arsuaga: José Castaño era un hombre muy culto, muy versátil, creía en cuestiones esotéricas, creía en la magia negra en la magia negra, era un hombre muy interesante en su conversación, pero no tenia fe cristiana.

Entonces era muy respetuoso en su conversación y desde que cayó en la galera de la muerte me dijo:

Se que se reza aquí y demás, yo no me opongo a nada, pero le voy a pedir un favor, no se meta conmigo ni mi fe, déjeme tranquilo.

Entonces le lleve a un amigo mío, Profesor de filosofía y estuvieron toda una tarde conversando. Cuando llegó la hora del juicio desde luego lo condenaron a muerte y en el juicio de apelación el Che Guevara decidió que le fusilaran aquella misma noche.

Esa misma noche, cuando yo le iba a informar a José Castaño de que sería fusilado, se me acerca Duque Estrada y me dice:

Padre acompáñeme tenemos que ir a ver Fidel Castro para que pare esta ejecución.

Nunca me dijo por que quería hacer eso, un abogado me dijo que al parecer habría un canje de prisioneros con Estados Unidos… cosa que nunca creí.

Fuimos a ver a Fidel Castro, estaba dando uno de sus interminables discursos y nos pusimos a un lado y en un intervalo del discurso nos acercamos y le dijo lo que pedía y Fidel Castro cuando esta en trance de sus discursos no oye a nadie se oye así mismo y dijo: Esta bien esta bien.

Yo fui a la Cabaña y le dije a José Castaño: Fidel Castro ha dicho esto, al parecer el dueño de la vida, te regala un día más de vida.

Cuando termino el discurso de Fidel Castro a eso de las 3 de la mañana, vinieron a buscarme pregunté ¿que decidió el Che?… dijo que lo fusilaran.

El Che Guevara había ordenado que nadie fuera fusilado sin que yo estuviera presente, al parecer se había corrido la voz de que yo los hipnotizaba, de que yo los llevaba hipnotizado y que por eso todo era mas fácil, cosa que no era verdad y esa noche José Castaño estaba en el Paredón solo y a un lado los del pelotón fumando y conversando.

Llegue yo y me dije: Que le voy yo a decir a este hombre, que le he sembrado esperanzas.

Me acerqué a el y el me dijo: No se preocupe Padre, yo se como son, yo los conozco bien… ¿es allí donde se fusila verdad?

Le dije que si, en el poste aquel. Poste a propósito en el que nadie se tuvo que atar de los 55 fusilamientos que yo asistí.

Me dice: Pues vamos para allá.

Y cuando estábamos en la despedida yo me acordé que él me dijo, no me hable de fe ni de cristo ni de Dios.

Me dice: Padre, quiero pedirle un favor, usted sabe que yo no tengo fe, pero se que voy a morir y no se que hay del otro lado, Padre por favor… ¿podía prestarme su fe para morir?

Me quedé seco. Rezamos un Padre nuestro, beso el Cristo, me separé y con los ojos muy abiertos, muy abiertos mirando a Cristo, escuchó las voces de mando y cayó al piso.

Lic. Enrique: Padre usted que participó en todos estos eventos tan dolorosos, estas personas que formaban el pelotón era los mismos o se rotaban, ¿cuántos eran?

Don Javier Arsuaga: Eran 6 y se rotaban, eran miembros de la tropa de Ernesto Che Guevara, guajiros de la Sierra Maestra.

Lic. Enrique: Yo quisiera preguntarle al Doctor Cotto, Doctor en Psiquiatría, solamente por tener una breve idea que le pasa por la mente a esas personas que hicieron eso, que les pasa por la mente, que tienen que llevar dentro, toda la vida, esa experiencia.

Doctor Cotto: Bueno lo que sucede es que la dinámica o la psico-dinámica que se aplican los que aprietan el gatillo, es el simple hecho que están cumpliendo ordenes, para ellos es una orden que le da un superior, son guajiros actuando como soldados de la revolución, en realidad ellos no cargan conciencia de culpa.

Alfredo Melero: Es verdad lo que dice el Doctor, porque familiares míos que estaban preso en Boniato me lo decían a mi, especialmente uno que fue Capitán del Ejercito Rebelde en la Sierra Maestra, el Capitán Fido Avalo, que estuvo preso por 12 años en Boniato, estuvo enfermo en el Hospital que estaba afuera de la prisión, pero muy cerca de donde estaba el pelotón que fusilaba… y el me contó a mi, que cuando no había fusilamiento parecía que se enfermaban y cuando había fusilamiento empezaban a tocar música sacra para todo el presidio para atormentar a todos los presos y que entonces se alegraban