Desde Cuba escribe Luis Cino: Las verdaderas culpas de José Antonio Portuondo
Es conocido que en varias ocasiones en que había que hacer un trabajo ¨sucio¨ dentro de la UNEAC, su Presidente en aquel entonces, el poeta Nicolás Guillén ¨enfermaba¨ y le dejaba esa tarea al disciplinado de José Antonio Portuondo para que pusiera la cara.
Las verdaderas culpas de Portuondo
Por Luis Cino Álvarez
5 de Enero de 2012
Arroyo Naranjo, La Habana (PD) A José Antonio Portuondo (1911-1996), un intelectual orgánico, primero del Partido Socialista Popular (PSP), en el periodo republicano, y luego del régimen de Fidel Castro, se le achacan más culpas de las que realmente le corresponden. Los cien años de su nacimiento, que acaban de cumplirse, son un buen motivo para tratar de poner las cosas en su lugar.
Durante muchos años se sospechó que Portuondo fue el autor de los artículos firmados por Leopoldo Ávila que aparecían entre 1968 y 1971 en la revista Verde Olivo, órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Con sus enconados ataques contra Heberto Padilla, Antón Arrufat y otros escritores, dichos artículos preludiaron el decenio gris. Ahora se sabe que Leopoldo Ávila fue el teniente Luis Pavón Tamayo, un oscuro burócrata militar, cuyas pretensiones literarias fueron utilizadas para convertirlo en represor de intelectuales. Así y todo, dado que las luces de Pavón no daban para tanto, es muy probable que a Portuondo le asignaran la tarea de darle una mano al teniente en la redacción de sus artículos en la revista de las FAR.
También a Portuondo, en su calidad de director del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba se le achacan las omisiones por motivos ideológicos de varios de los más importantes escritores cubanos del Diccionario de la Literatura Cubana. En dicho diccionario, publicado por la Editorial Letras Cubanas en 1980, y en las posteriores reediciones, resulta escandaloso constatar que faltan, entre otros, los nombres de Guillermo Cabrera Infante, Gastón Baquero, Lino Novás Calvo y Carlos Montenegro, mientras que ciertos autores incluidos, como Jorge Mañach, son descalificados como "contrarrevolucionarios".
(A la izquierda José Antonio Portuondo Valdor)
"No fue él, no era él quien tomaba esas decisiones", aseguró al respecto su discípulo y amigo, el ensayista santiaguero Miguel Ángel Botalín en una reciente entrevista con Yunier Riquenes para el número correspondiente a julio/agosto de 2011 de la revista La Gaceta de Cuba.
Según Botalín, Portuondo "fue siempre muy disciplinado, al Partido, a las autoridades, a los superiores, y no siempre se puede ser tan disciplinado". Explica: "Siempre opiné que no aprendió a decir que no. Abusaron de él. Cuando digo abusaron de él, lo digo en el rango y en el nivel en que se desenvolvió como cubano, revolucionario, militante e intelectual. Le han echado culpas que no tiene".
En todo caso, las culpas –las propias y las ajenas- de José Antonio Portuondo, seguidor a pie juntillas del marxismo-leninismo más ortodoxo y del realismo socialista, son las que se buscó con su obediencia ciega a los dictados del Partido Comunista. Cedió totalmente su autonomía intelectual para supeditarse al papel de teórico y burócrata cultural automatizado de una dictadura rústica e iletrada. Esa es su principal y verdadera culpa.
luicino2004@yahoo.com
Agregado por el bloguista
José Antonio Portuondo Valdor (Santiago de Cuba, 10 de noviembre de 1911-La Habana, 18 de marzo de 1996), Doctor en Filosofía y Letras, Universidad de La Habana, 1941. Fue profesor en las universidades de Nuevo México, La Habana, Oriente, Los Andes (Venezuela), Wisconsin, Columbia, Pensylvania (Estados Unidos). Embajador de Cuba en México y en el Vaticano, rector de la Universidad de Oriente, director del Instituto de Literatura y Lingüística que hoy lleva su nombre, miembro de la Academia Cubana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española, profesor de Mérito de la Universidad de Santo Domingo, Doctor Honoris Causa de la Universidad de San Marcos de Lima, Perú, Premio Nacional de Literatura en 1986.
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El chivo expiatorio
Por Orlando Freire Santana
Agosto 1, 2011
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) – Una semana después de haber concluido el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, el periódico Granma anunció el nombramiento de Luis Pavón Tamayo como presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC). Con independencia del matiz personal que el funcionario incorporara a esa labor, su tarea consistía en llevar a la práctica los acuerdos de dicho congreso sobre la represión a los homosexuales. Acuerdos que, como sabemos, fueron diseñados por la máxima instancia del poder en la isla.
Treinta y cinco años después, a fines de 2006, cuando ya los homosexuales habían sido incorporados a la cultura oficialista, y nadie se acordaba de Pavón, el antiguo funcionario apareció en la televisión. De inmediato, un torrente de correos electrónicos inundó el ciberespacio. Los escritores y artistas homosexuales, alarmados, alertaban acerca de que esa aparición pública de Pavón podría ser una señal de que el pasado volvía.
A pesar de que el oficialismo se apresuró a declarar que la política cultural de la revolución permanecía inalterable, se inició una polémica que iba a estremecer los cimientos de la vida cultural. ¿Fue la represión a los homosexuales una obra exclusiva de Pavón Tamayo, o una acción concebida por el gobierno revolucionario?
Los mensajes provenientes del exterior, y también algunos escritos en la isla, insistían en que a los verdaderos culpables había que buscarlos en el aparato de poder, y en especial, en Fidel Castro. Del lado opuesto emergió la figura del ensayista Desiderio Navarro. Hasta ese momento, Navarro simbolizaba la rebeldía dentro de los marcos del sistema, un hombre que había protestado contra la copia del modelo soviético en los años setenta, y que pretendió que su revista, Criterios, fuese la sucesora de la desaparecida Pensamiento Crítico.
Sin embargo, en un giro de ciento ochenta grados, Navarro se transformó en un defensor del gobierno. Apuntó que Pavón Tamayo no había sido un mero ejecutor de orientaciones provenientes de arriba, y que muchas de las decisiones tomadas por el gobierno se sustentaron en las informaciones e injustas valoraciones del entonces presidente del CNC.
Algunas voces independientes opinaron que Navarro se convirtió en un “palanganero” que le permitió al poder lavarse las manos con el asunto, a lo Poncio Pilatos. Después de todo, no era la primera vez que el castrismo buscaba a figuras subalternas para responsabilizarlas con las derrotas o la vergüenza de las malas actuaciones.
El coronel Tortoló fue el culpable de la debacle en Granada al tergiversar las órdenes del Comandante en Jefe; al economista Humberto Pérez le correspondió la inviabilidad del Sistema de Dirección y Planificación de la Economía, en momentos en que la dirección de la revolución analizaba la deuda externa de América Latina; y el general Arnaldo Ochoa, de manera irresponsable, vinculó a Cuba con el narcotráfico internacional, sin informar de ello a sus jefes. En aquel momento, simplemente, le tocaba el turno a Luis Pavón Tamayo.
ALGUNOS COMENTARIOS DEJADOS
NA ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Desde Cuba escribe Luis Cino: Las verdaderas culp...":
De acuerdo con Cino. En medio de la persecución político-ideológica de los años setenta, el profesor José Antonio Portuondo era el único que se atrevía a afirmar en público que la melena era una cuestión de moda y no había en eso nada malo. Eso entre otras muchas cosas que lo diferenciaban de la ola represiva de entonces. Sus conferencias eran un vacilón, divertidas al mismo tiempo que instructivas. La clase con JAP era uno de los pocos momentos en que uno no se sentía perseguido. Lo cual no quita otras cosas, pero hay que matizar. Intentaré luego escribir un poco más al respecto. Saludos cordiales, querido amigo Pedro Pablo --- Nicolás
Comentario del bloguista
Un fuerte abrazo Nico y esperamos ansiosos ese artículo tuyo con tus vivencias y opiniones. Felicitaciones por tu artículo de la última Nochebuena antes del triunfo de la Roboilusión.
Anónimo ha dejado un nuevo comentario en su entrada "Desde Cuba escribe Luis Cino: Las verdaderas culp...":
Con el diccionario de la música cubana (cuyo redactor fue el Sr. Helio Orovio) también sucedió otro tanto, están ausentes de él auténticas GLORIAS como Celia Cruz, Olga Guillot, Willy Chirino, por sólo mencionar unos pocos ejemplos. Las razones pueden írselas imaginando.
chicho el cojo
2 Comments:
De acuerdo con Cino. En medio de la persecución político-ideológica de los años setenta, el profesor José Antonio Portuondo era el único que se atrevía a afirmar en público que la melena era una cuestión de moda y no había en eso nada malo. Eso entre otras muchas cosas que lo diferenciaban de la ola represiva de entonces. Sus conferencias eran un vacilón, divertidas al mismo tiempo que instructivas. La clase con JAP era uno de los pocos momentos en que uno no se sentía perseguido. Lo cual no quita otras cosas, pero hay que matizar. Intentaré luego escribir un poco más al respecto. Saludos cordiales, querido amigo Pedro Pablo --- Nicolás
Con el diccionario de la música cubana (cuyo redactor fue el Sr. Helio Orovio) también sucedió otro tanto, están ausentes de él auténticas GLORIAS como Celia Cruz, Olga Guillot, Willy Chirino, por sólo mencionar unos pocos ejemplos. Las razones pueden írselas imaginando.
chicho el cojo
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