jueves, enero 12, 2012

Eduardo del Llano, director de Monte Rouge y más de 10 críticas producciones cinematrográficas escribe sobre los DICTADORES DE FILAS

Tomado de http://eduardodelllano.wordpress.com



DICTADORES DE FILAS

Por Eduardo del Llano
11-01-2012


Hace unos días me encontré, a la entrada del ICAIC, un grupo de amigos que trabajaron conmigo en Vinci y se disponían a empezar una película de Pichi Perugorría. Me contaron que buena parte de la misma se desarrollaba en el cementerio, pero que las autoridades de la Necrópolis de Colón aún no habían autorizado el rodaje; según ellos, había irrespeto implícito. (Supongo que un gran número de cadáveres habrá protestado). Uno de los funcionarios llegó a decir que si él hubiera estado allí entonces, no habría autorizado a Tomás Gutiérrez Alea a filmar La muerte de un burócrata.

Al final dieron el permiso.

Daniel Díaz Torres me contó otra anécdota extraordinaria del rodaje de La película de Ana (con guión suyo y mío) terminado a mediados de diciembre pasado. Filmaban una fiesta cederista en un barrio centrohabanero; no se trataba, por supuesto, de una fiesta real, sino de una puesta en escena, una fiesta modélica, con júbilo, bombillos y cadenetas. Bueno, pues en cierto momento se presentó un funcionario, miembro del Buró Municipal del Partido o algo así, a preguntar quién organizaba aquella fiesta, y por qué ellos no habían sido informados. Aunque le enseñaron las autorizaciones firmadas, el tipo seguía preocupado y suspicaz, no porque hubiera nada raro en la fiesta propiamente dicha, sino porque la felicidad cederista le parecía sospechosa. Como al personaje de Néstor Jiménez en mi corto Pravda, que la gente mostrara iniciativa y alegría le resultaba antinatural.

(!¿Daniel Díaz Torres?!, Geraldine Chaplin y Eduardo del LLano)

El individuo con una parcela de poder te amarga la vida todos los días. Te hace volver mañana porque falta una firma, no te deja pasar, te censura, te oprime. No entiende lo que le explicas, se molesta porque reclames. Ese gran mazacote de funcionarios, dictadores de filas, son un enorme obstáculo en cualquier proceso de apertura. Por más que el gobierno apruebe reformas útiles, necesarias, largamente esperadas, la mentalidad del empleado intermedio sigue siendo la misma que durante más de cincuenta años ha tenido los derechos humanos por una frase obscena, a los artistas por larvas contrarrevolucionarias y a los homosexuales por basura subhumana. Claro que ha desarrollado esa mentalidad no porque fuera muy, muy malito, sino porque era ese el deber ser: ha pensado así y obrado en consecuencia con la aprobación y estímulo del gobierno.

Para que la transformación de la sociedad cubana funcione habría que criar funcionarios nuevos. El año pasado se eliminó un número de puestos de trabajo innecesarios y se echó a mucha gente a la calle, gente que no tenía la culpa de que esos puestos fueran creados en primer lugar. Alégrense de que yo no sea un político, porque si de mí dependiera, este año echaría a todos los funcionarios. A todos, desde los más conservadores en el Buró Político hasta los que, a nivel de municipio, sospechan de la alegría de la gente.

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InterMezzo, de Eduardo del LLano

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