viernes, enero 27, 2012

Rev. Martín Añorga: UNA CONVERSACIÓN CON EL APÓSTOL

Notas del Bloguista

José Martí habla y escribe sobre el Patriotismo y la Patria

No hay viles mayores que los que miran exclusivamente los intereses de la patria como medios de satisfacer su vanidad o levantar su fortuna.

La Patria es nuestra adoración, no nuestro pedestal ni nuestro instrumento.

El deber de un patriota que ve lo verdadero está en ayudar a sus compatriotas, sin soberbia y sin ira, a ver la verdad.

Quien desee Patria segura, que la conquiste. Quien no la conquiste, viva a látigo y destierro, oleado como las fieras, echado de un país a otro, encubriendo con la sonrisa limosnera ante el desdén de los hombres libres, la muerte del alma.

Quien ve a su pueblo en desorden y agonía, sin puerta visible para el bienestar y el honor, o le busca la puerta, o no es hombre, o no es hombre honrado.

Se debe querer a la tierra en que uno nace; con fiereza, con ternura.

Nuestro pueblo está corriendo el riesgo de perder en las ciudades los hábitos de honra, y en los campos – los hábitos de trabajo-. Es preciso que no hagamos un pueblo de miserables, de fugitivos y de merodeadores.

Quien tenga Patria, que la honre; y quien no tenga Patria, que la conquiste.
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Tomado de http://www.lanuevanacion.com/



LinkUNA CONVERSACIÓN CON EL APÓSTOL



Por el Rev. Martín Añorga



El próximo sábado 28 de enero se cumplirán 159 años del nacimiento de José Martí y Pérez, Apóstol de la Independencia cubana. Admirable es que siglo y medio después de su advenimiento todavía su ideario patriótico y político sea fundamental para trazarnos ruta de victoria ante la despreciable tiranía comunista que ya por 53 años ha clavado sus garras perversas en el corazón de la patria.

Imaginariamente quisimos entablar una reverente conversación con el Apóstol, y tuvimos la audacia de acercarnos con profunda humildad ante él, a sabiendas de que tiene la respuesta sabia y oportuna para todos nuestros problemas. Parece difícil de creer, pero a estas alturas de mi ya prolongado exilio que mi edad me señala como definitivo, hay todavía incidencias y situaciones que no comprendo.

Comenzamos nuestra conversación abordando el tema del diálogo conciliatorio con la tiranía Castro comunista que proponen algunos supuestos desterrados, evidentemente sometidos al opresivo sistema establecido en Cuba.

¿Cree usted –le preguntamos al insigne Apóstol-, que puede rescatarse la libertad de Cuba conversando con el tirano que nos la ha conculcado? La respuesta fue rápida y vibrante: “los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre”. Este reto de Martí debemos aceptarlo como una inapelable orden del más grande de todos los cubanos.

A menudo me ha preocupado la afirmación de sociólogos, economistas y hasta de aparentes patriotas sobre un asunto muy debatido, por lo que indagamos la sagrada opinión martiana: ¿Cuál es su opinión sobre la afirmación que hacen muchas personas de que el cubano de hoy se ha adaptado a vivir bajo la tiranía de Castro? El Apóstol dejó correr su torrente de voz: “El cubano es independiente, moderado y altivo. Es dueño de sí mismo. Y no quiere dueños. Quien pretenda encasillarlo será sacudido”. Ha demorado en demostrarlo, pensé con triste sentimiento de pesimismo.

Un tanto preocupado por la indiferencia de muchos compatriotas que aparentemente se han olvidado de sus deberes para con Cuba, quise indagar la opinión del Apóstol, y respetuosamente le hice esta pregunta: ¿Cómo podemos demostrar los exiliados nuestro amor y nuestra lealtad para nuestra sufriente Patria? No le sobraron palabras al Maestro para darnos su contestación: “Amar a la Patria es ponerse a toda hora ante ella”.

¿Qué tiempo, qué de lo que somos y tenemos lo colocamos ante Cuba con desprendimiento heroico?, me pregunté a mí mismo. La respuesta fue una lágrima oculta.

(José Martí en Jamaica)

La resignación de muchas personas ante la fatal idea de que Fidel Castro es invencible, me obligó a plantearle la siguiente pregunta al Apóstol: ¿Cree usted que habrá finalmente alguna manera de derrotar al tiránico régimen que nos oprime? De manera convincente y firme sentenció el Mártir de Dos Ríos: “El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, que es desaparecer: no cede jamás ante quienes se le humillan”. Un reto como éste debe hincársele a cada cubano en el corazón.

Cambiamos el tema y fuimos concretos en nuestra próxima pregunta: ¿Cómo mira usted a los cubanos que envían dólares y recursos a Cuba? Las respuesta de Martí debiera grabarse en la conciencia de cada cubano honesto: “Al enemigo que se le hace la guerra no se le puede estar sirviendo de proveedor”.

Siguiendo en la misma línea casi se nos escapó esta pregunta: ¿Qué cree usted de los cubanos exiliados que regresan a Cuba de paseo? El Apóstol, en un tono que yo supuse paternal, me ofreció esta respuesta: “Mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa su suelo en son de fiesta la casa de los que se los conculcan, es enemigo de su pueblo”. Yo colocaría este pensamiento martiano en algún prominente lugar del aeropuerto y frente a las numerosas agencias de viaje que han convertido a Cuba en un destino turístico.

Si oyéramos a Martí la situación de Cuba sería diferente; pero tristemente para muchos la figura del Apóstol es lejana y anacrónica. Con cierta nota de tristeza buscamos la respuesta martiana a esta pregunta que multitud de cubanos se hace: “Maestro, nuestra lucha contra Castro ha durado mucho tiempo, ¿qué puede decir usted a los cansados y a los frustrados?. No demoró Martí su respuesta: “Yo entiendo la guerra así: despertar con la primera batalla y no dormir hasta haber ganado la última”.

¡Pero ya no tenemos a los héroes de nuestra historia!, repliqué con visible tono de desconsuelo. El Apóstol, en unas breves y recias palabras nos enseñó dónde está el secreto de la heroicidad: “el hombre tiene que ser abatido como una fiera antes de que aparezca el héroe”. Quizás para muchos cubanos –hemos pensado- los caminos del exilio han sido tan apacibles y prósperos que la patria ha caído en el vacío de la amnesia.

Compartí con Martí mi preocupación sobre nuestras generaciones futuras en Cuba, y le pregunté ansiosamente, ¿volverá el cubano a ser feliz? La respuesta del Apóstol me devolvió la esperanza. Estas fueron sus palabras, “la felicidad de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes”. Entendí que el cubano volverá a ser feliz cuando alcance su libertad y se quite de encima el oprobio de la tiranía que hoy lo consume.

Nuestra fe en la redención futura de Cuba, a pesar de los obstáculos, permanece invicta, de aquí que con optimismo le preguntáramos al Apóstol cuál es el lema que propone para la Cuba del mañana, cuando vuelva a ser libre y soberana. La respuesta del Maestro debemos inscribirla con letras de oro en nuestra conciencia: “Pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula de la amor triunfante: con todos, y para el bien de todos.”

No queríamos ponerle punto final a nuestra imaginaria conversación con el Apóstol sin tratar el tema de la fe. Sin preámbulos, le hicimos la pregunta: ¿Cree usted en Dios, Maestro? Su respuesta nos llenó de paz: “Dios existe en la idea del bien, que vela el nacimiento de cada ser, y dejó en el ser que se encarna en El una lágrima pura”. Sin dar tiempo para pausas, de pronto inquirí, ¿Y qué nos dice de Jesús?. “¡Ah!, es preciso batallar para entender a los que han batallado: es preciso para entender a Jesús, haber venido al mundo en pesebre oscuro”.

Más de un siglo después de la bendita llegada de Martí a nuestra amada Cuba, su voz se mantiene firme para señalarnos rutas, criticarnos flaquezas e inflamarnos de patriotismo.

El paradigma de su entrega total a la Patria debe ser para nosotros, hoy día, orden que nos da desde el cielo el héroe eterno que santificara con su sangre el fértil suelo cubano.

Antes de despedirnos del venerable Apóstol le expresamos nuestra gratitud preñada de admiración por los ejemplos gloriosos y sacrificados que nos legara, confesándole con tristeza que no hemos sido dignos de la historia que hemos heredado. Sus palabras fueron profundamente inspiradoras: “De amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas para adquirir las glorias nuevas”.