jueves, febrero 23, 2012

Alfredo M. Cepero: EL ARTE DEL BUEN VIVIR

Tomado de http://www.lanuevanacion.com/



EL ARTE DEL BUEN VIVIR

Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com



"No serás más bueno porque te alaben ni serás más malo porque te vituperen. Lo que eres, eso eres." De la imitación de Cristo, Tomás de Kempis.


De un tiempo a esta parte, se ha hecho un hábito casi compulsivo en mi vida mantener contacto semanal a través de la magia de la cibernética con una pléyade de amigos a quienes no conozco en persona pero que son parte de una familia espiritual cuyos lazos son, con frecuencia, más sólidos que los de la misma sangre. Son, sobre todo, amistades cimentadas sobre principios y metas compartidos en un mundo bajo asalto de una peligrosa relatividad de los valores tradicionales que dan contenido, sentido y atractivo a la vida humana.

Entre otros principios, compartimos un compromiso absoluto con la defensa de la libertad tanto de los pueblos y como de sus ciudadanos, con la garantía del derecho de cada ciudadano a adorar al Dios de su predilección, con la preservación de la democracia como el menos imperfecto de los sistemas de gobierno implantados por el hombre y con la promoción de la libre empresa como el proyecto donde cada individuo puede ser el arquitecto de sus éxitos y debe asumir la responsabilidad de sus fracasos. Todo ello, porque estamos convencidos de que estas son las condiciones dentro de las cuales los ciudadanos contamos con los mejores instrumentos para defender nuestra dignidad de seres humanos frente a la intrusión y el control de los organismos de gobierno.

Por otra parte, estamos convencidos de que lo más importante en la vida no es la meta sino el camino. No es llegar a ella, sino haber llegado a ella siendo fieles a nuestros principios. Ahora bien, mis amigos y yo entendemos que esas metas pueden ser tan diversas y divergentes como la acumulación de fortuna y la vida paupérrima de un monje de clausura. Pero todas, absolutamente todas, deben ser perseguidas con honestidad y tener el denominador común de no lesionar la dignidad, los intereses o las metas de otros seres humanos. Bien claro lo puso Benito Juárez en su frase lapidaria de:" El respeto al derecho ajeno es la paz."

Siguiendo con las metas, mis amigos y yo tenemos sin embargo una serie de parámetros que influyen sobre lo que nosotros consideramos que deben ser los objetivos ideales de todo ser humano. Como criaturas de Dios tenemos tanto derechos como deberes. Es más, la historia ha demostrado que muchas veces el ejercicio de nuestros derechos han estado determinado en gran medida por la forma en que hayamos cumplido nuestros deberes.

Muchos padres negligentes en la crianza y educación de sus hijos se han visto abandonados a su suerte en los años vulnerables de su vejez. Los ciudadanos indiferentes a los asuntos políticos se han visto sometidos a la corrupción y el abuso de gobernantes venales y totalitarios. Como tantos otros pueblos de América Latina, los cubanos hemos sido testigos y víctimas de esta negligencia en el cumplimiento de nuestros deberes ciudadanos.

En el plano global, la historia es rica en ejemplo de líderes en distintos campos de la vida humana que supieron cumplir el deber de su tiempo. En medio de una guerra civil que amenazaba con destruir los cimientos del entonces incipiente proyecto democrático americano Abraham Lincoln tomó el riesgo político de emitir su Proclama de Emancipación en enero de 1863 y poner fin al odioso flagelo de la esclavitud. En el curso de una guerra horrenda que causó 12 millones de muertos, un médico alemán se fue en 1939 al corazón de Africa a salvar vidas de pacientes que solamente podían pagarle con la moneda de su gratitud. Su obra de amor en Lambaréné le ganó a Albert Schweitzer el Nobel de la Paz.

Casi al mismo tiempo, a finales de la década de 1940, coincidieron en tiempo y espacio dos gigantes del espíritu humano: la Madre Teresa y Mahatma Gandhi. El padre de la nación india murió en 1948 a manos de un fanático que se oponía a su prédica de tolerancia entre hindúes y musulmanes. La diminuta monja búlgara fundaba en 1950 en la India las Misioneras de la Caridad que hoy llevan atención y sosiego a leprosos, tuberculosos y pacientes de sida en 610 misiones diseminadas en 123 países del mundo.

Ninguno de estos extraordinarios seres humanos se destacó por su capacidad para acumular una fortuna material sino por la inmensa riqueza de su espíritu y la generosidad de sus servicios. Los mismos servicios que fueron el resultado de la aplicación de sus principios de sentirse responsables del bienestar de los más necesitados. Los mismos servicios que les ganaron el respeto y la admiración de la humanidad. Por eso sus vidas fructíferas y generosas fueron su pasaporte a la inmortalidad.

Una inmortalidad que no lograron gente con poder de vida y muerte sobre sus semejantes como Nerón, Napoleón, Hitler o Stalin porque utilizaron su poder omnímodo para servir sus diabólicas metas personales y no para servir a sus pueblos. Una inmortalidad que no lograrán diletantes y mitómanos como los Castro, los Chávez o los Ortega que son hoy pesadilla de sus pueblos y vergüenza de América. Porque, como en la Alemania de Hitler, a la mañana siguiente de su caída nadie en sus respectivos países admitirá jamás haber simpatizado con ellos.