René Gómez Manzano HABLANDO DEL ESCAMBRAY
No por gusto se le dice a la dictadura Castrista que es una dictadura totalitaria. El carácter dictatorial está presente en todos los sectores y componentes de la sociedad cubana, y en particular en la ciencia y en la educación.
HABLANDO DEL ESCAMBRAY
Por René Gómez Manzano
Abogado y periodista independiente
En años recientes, los comunistas cubanos se han empeñado en cambiar el nombre a las montañas del centro de la Isla: Guamuhaya, en lugar de Escambray. Esto lo plantearon en el Diccionario Geográfico de Cuba, publicado en 2000, así como en el curso de Toponimia impartido en las últimas semanas por televisión. Ese empeño inocula una dosis de política a un tema que debería estar muy lejos de consideraciones ideológicas.
La esencia de la nueva tesis oficialista aparece en el tabloide del curso: “Una confusión singular se creó en la designación de las montañas de Guamuhaya en el centro de Cuba, con el nombre Escambray”. Según los profesores, el error se deriva de una equivocación de los alzados en la provincia de Las Villas, lo cual atribuyen al “desconocimiento de la toponimia de la zona donde se inició la lucha revolucionaria en esa región”.
Esas aseveraciones carecen de fundamento. El imprescindible libro de consulta Cuba en la mano no recoge siquiera el nombre Guamuhaya, y plantea que el Escambray es “el núcleo matriz y principal de todas las dependencias y derivaciones del Cubanacán”. Por su parte, el doctor Alfredo Zayas, en su antológica Lexicografía antillana, define Guamuhaya sólo como una “provincia india lindante con la de Camagüey y la región montañosa en los alrededores de Trinidad”.
Para justificar su predilección, los autores del actual curso de “Nombres geográficos de Cuba” no vacilan en hacer fuerza a la Etimología, cuando afirman que Guamuhaya “es voz indígena y Escambray es alteración del hispanismo escambrón, nombre de un árbol”.
Este esclarecimiento está “cambrón”. La Enciclopedia Espasa-Calpe da a ese vegetal una definición sorprendente: “Ribes uva-crispa de Jarava”. Uno no alcanza a comprender por qué ese árbol exótico fue utilizado para nombrar una serranía de la Isla, ni cómo “se alteró” para adoptar una terminación aborigen típica (la misma de Guanajay, Mabay, Bariay y Yaguajay). Este cambio de desinencia sería una rarísima excepción, pues en nuestro país hay fitopónimos de indudable origen europeo, pero ninguno ha sufrido semejante metamorfosis.
(Al centro Evelio Duque y Osvaldo Ramirez, con sombrero alón, los primeros jefes que tuvo todo el Escambray ; ambos lucharon contra el régimen de Fulgencio Batista y fueron oficiales del Ejército Rebelde)
En resumen: el empeño de los profesores comunistas parece arbitrario. Esto, a su vez, impone la pregunta: ¿Qué sentido tiene, desde el punto de vista del régimen, ese infundado cambio de nombre?
Para nadie es un secreto que el Escambray es una espina clavada en el corazón de los castristas, y ello desde antes del triunfo de la Revolución. Se recuerda que en esos montes villareños, junto a otras, operaba contra el batistato una organización de decidida orientación anticomunista: el Segundo Frente Nacional del Escambray.
Tras el primero de enero de 1959, esta entidad fue marginada por las fuerzas triunfantes encabezadas por Fidel Castro. El señor Ernesto Guevara, como si fuese vegetariano, tildó a sus miembros de “comevacas”. Se les ninguneó de diversos modos, y en la llamada “unidad de las fuerzas revolucionarias” sólo participaron el Movimiento 26 de Julio, el Directorio Revolucionario (encabezado por el incoloro Faure Chomón) y los “pericones” del viejo Partido Socialista Popular, que nada —o poco y tarde—hicieron en la lucha contra Batista.
Tras la trepa al poder de los castristas, el Escambray se convirtió en símbolo de resistencia anticomunista. Aunque desde un principio el nuevo movimiento insurreccional se vio privado del liderazgo intelectual —al perder a hombres como Plinio Prieto y el dirigente estudiantil Porfirio Remberto Ramírez—, los jefes campesinos que quedaron, encabezados por Osvaldo Ramírez, supieron mantenerse sobre las armas durante años, y esto pese a tener frente a sí no a un ejército corrupto e incapaz como el de Batista.
Al contrario, los nuevos alzados se enfrentaban a cientos de miles de hombres del Ejército Rebelde y las Milicias que sí combatían con denuedo, motivados por las ilusiones creadas por las medidas gubernamentales adoptadas en aquellos años iniciales de revolución. La llamada “Limpia” incluyó no sólo operaciones militares, sino también acciones encubiertas y el desplazamiento de los campesinos de la zona, que fueron trasladados en forma coercitiva hacia los llamados “pueblos cautivos” en zonas alejadas del Escambray.
Se trató —sin dudas— de la resistencia popular más firme que enfrentó el gobierno en su empeño por implantar el totalitarismo comunista en Cuba. Eso explica la obsesión que muestran ahora en cambiar hasta el mismo nombre tradicional de esas serranías, con el propósito de borrar hasta la mera evocación de aquella prolongada resistencia.
Pero a pesar de esos esfuerzos, las montañas continuarán allí, recordando a todos la epopeya librada en ese lugar, y —por suerte— lo más probable es que los cubanos sigamos conociéndolas por el nombre que siempre tuvieron: Escambray.
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