miércoles, febrero 08, 2012

Jorge Olivera Castillo desde Cuba: Jaula y garrote

Tomado de http://primaveradigital.or




Jaula y garrote


Por Jorge Olivera Castillo


Habana Vieja, La Habana (PD) El cartel de contrarrevolucionario no tiene fecha de caducidad. Son puntuales las actualizaciones en los talleres donde se cortan a la medida del receptor y se baraja el tipo de letra para garantizar una visibilidad a prueba de miopías y neblinas.expresion

Basta echar una ojeada a las recientes declaraciones del Viceministro de Cultura cubano, Fernando Rojas, para quedar convencido de que esa manía prevalece más allá del tiempo y las circunstancias.

No hay que tener dotes de profeta para saber que ese "atuendo" seguirá usándose para singularizar, en este caso a intelectuales, escritores y artistas que sobrepasen la enigmática línea donde termina la tolerancia.

El funcionario expone en la palestra pública – ¿a modo de aviso? –, la prestancia del garrote.

Como soporte del discurso excluyente aparece, como de costumbre, la misma utilería con que se crean imaginarias conspiraciones externas e internas, entre otros ardides para enmascarar los recios amarres del dogal al que mantienen atada la libertad de creación.

La figura del contrarrevolucionario ha sido una de las piezas imprescindibles dentro de un proceso político que no podría existir sin el pernicioso consenso popular e intelectual en torno a sus postulados.

Aunque hoy exista una discreta hendija en el monolito estatal, el peligro de caer en desgracia por traspasar los límites impuestos por el partido comunista en el sector de la cultura aún es una posibilidad libre de cualquier duda.

Es indispensable convencerse de que sin la recurrente fabricación o detección de enemigos, no hubiese cuajado la estrategia de forjar una nación en la cual la unanimidad en derredor de la ideología dominante, al margen de su gradual declive, aún ocupa un lugar privilegiado en el esquema de poder.

La satanización de actitudes legitimadas – sin ningún tipo de excepcionalidad – en el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, continuará como parte de una conducta que impide el disfrute de la libertad para expresarse, sin concesiones.

Tener criterio propio, sobre todo si éste es diametralmente opuesto al dogma oficial, es caminar por la cuerda floja. Para completar esta afirmación es necesario advertir que el problema en sí radica en la difusión de esas ideas u opiniones, obviamente por canales alternativos.

El ministro no tuvo reparos en calificar como mercenarios y advenedizos a los intelectuales que se han resistido a continuar al amparo de la doble moral.

Aseguró que los herejes representan cantidades minúsculas. Algo razonable a partir de un ambiente en que la fusilería verbal, al servicio del linchamiento, apunta desde todos los ángulos. Esas descargas suelen ser la antesala del ostracismo, la cárcel o la domesticación del sujeto con su consabido regreso a la manada.

Lo significativo del discurso es la admisión de que existe una quiebra en el sector, al margen de las programadas intervenciones públicas con el fin de restarle importancia al número de desafectos visibles.

De nada valió que en la entrevista concedida a la revista oficialista El Caimán Barbudo, el número dos del Ministerio de Cultura, exhortara a hacer un periodismo crítico, cuestionador y revolucionario, desde las filas de los medios aupados por las instituciones del gobierno.

Frente a la incoherente alternancia de exposiciones que en esencia se sitúan en polos contrarios, se confirma la tendencia a favorecer la censura y el exclusivismo en el ámbito cultural.

¿Quiénes serán los próximos contrarrevolucionarios?

oliverajorge75@yahoo.com