lunes, diciembre 09, 2013

Bertrand de la Grange sobre Cuba: Nelson Mandel, la antítesis de Fidel Castro

 Nota del Bloguista
El interés  de Sudafrica en Angola en los años 70s  y en los años 80s del pasado siglo XX   tenía su explicación:  durante la última etapa en que Angola era colonia de Portugal, los guerrilleros de la SWAPO (South West Africa People’s Organisation) , dirigidos por San Nujoma,  tenían en el  Sur de Angola  muchos de sus campamentos militares  de donde partían   a combatir en  Namibia ( la cual estaba bajo la administración de Sudafrica,. Cuando Portugal renuncia como metrópoli de Angola producto de la lucha por la independencia de Angola ( lidereada más por la UNITA que por el MPLA) y de la revolución de los claveles en Portugal, el MPLA de manera aportunista avanza a Luanda para apoderarse de la capital y así tener el   Poder político desconociendo a las otras fuerzas que lucharon por la Independencia y en particular en contra de la UNITA,  lidereada por Jonas Sabimbi. El MPLA apoyado por la tiranía Castrista (mediante la operación Carlota) mantuvo el control de Luanda y con la ayuda militar proporcionada por  los Castro extendieron su área de control en Angola. Sudafrica conocía los lazos que unian al MPLA y a las SWAPO y por eso apoyó a la UNITA. El FNLA, otra fuerza que luchó por la independencia angolana y que era lidereada Holden Roberto,  fue apoyado por China. Las SWAPO mantuvieron sus campamentos de entrenamiento y recuperación en Angola y hasta combatieron al lado de las tropas  del MPLA ( llamadas FAPLA) y las cubanas,  apoyadas en  asesoría y logística por la Unión Soviética,    contra las tropas de la UNITA y  de Sudafrica.
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La antítesis de Fidel

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'Grima dan las fotos del libertador de Sudáfrica abrazándose con los opresores de sus propios pueblos, pero hay explicaciones históricas.'
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Por Bertrand de la Grange
 Madrid 
 8 Dic 2013

Nelson Mandela tenía muchos amigos antes de morir a los 95 años. Y ahora tiene aún más, ya que no parece haber nadie en el planeta que no quiera lucirse con unas frases ditirámbicas para despedirse del "padre de la nación" sudafricana. Los dirigentes de los cinco continentes, el rey de España, la corona británica, el papa Francisco, el Dalai Lama, Obama, Putin, Xi Jinping, todos han expresado la misma admiración sensiblera hacia el líder africano. Solo faltó el "camarada Fidel Castro", como llamaba Mandela a su gran amigo.

El presidente Raúl Castro se encargó de suplir el silencio de su hermano —¿sigue vivo?— con una declaración institucional, mientras la prensa oficial, es decir, todos los medios de la Isla, recordaron con fruición una de esas frases deplorables que Mandela soltaba de vez en cuando para hablar de la revolución cubana, esa "fuente de inspiración para todos los pueblos amantes de la libertad". Madiba, como le llamaban cariñosamente en su país, dijo también que Cuba "destacaba por encima del resto [del mundo] por su amor hacia los derechos humanos y la libertad". Declaró algo parecido sobre el dictador libio Muamar Gadafi al felicitarle por su "implicación en la lucha por la paz".

Grima dan las fotos del libertador de Sudáfrica abrazándose con los opresores de sus propios pueblos, pero hay explicaciones históricas. Mandela tenía una deuda con Castro, Gadafi y varios dirigentes africanos que le ayudaron durante la lucha contra el apartheid. Algunos financiaron su organización, el Congreso Nacional Africano (ANC, según sus siglas inglesas), convertido luego en el principal partido político del país. Otros prestaron su territorio para entrenar los guerrilleros del ANC. Y La Habana mandó a decenas de miles de soldados a Angola para impedir la victoria militar en ese país de un grupo aliado con el gobierno sudafricano.

Mandela era amigo de Fidel y lo dijo públicamente en múltiples oportunidades. Los dos hombres tuvieron un recorrido bastante similar en su juventud: ambos eran abogados y escogieron la vía armada para luchar, el primero contra la segregación racial en Sudáfrica y, el otro, contra la dictadura de Batista en Cuba. Los dos fueron a la cárcel, pero con una diferencia abismal: Fidel estuvo menos de dos años en la prisión de Isla de Pinos, donde recibió un trato privilegiado, mientras Mandela pasó la mayor parte de sus 27 años de cárcel en una celda diminuta en Robben Island.

Todo lo demás separa a los dos líderes. Mandela entendió que el diálogo con el adversario era la única vía para acabar con el apartheid, instituido en 1948. Además, llegó al poder por la vía electoral, en 1994, y no quiso presentarse a un segundo mandato de cinco años. Aquí está la mayor diferencia con Fidel Castro, que no ganó una sola elección democrática en su vida y se retiró solo cuando su estado de salud le impidió seguir en el poder. Y para colmo, entregó sus cargos a su propio hermano, algo impensable en la Sudáfrica de Mandela.

Sin menoscabo de sus grandes cualidades humanas, empezando por su humildad y su generosidad, Mandela nunca llegó a ser el estadista que necesitaba Sudáfrica para llevar a buen puerto una transición política de una gran complejidad después de tres siglos de dominación blanca. A pesar de sus esfuerzos, el primer presidente negro del nuevo Estado multirracial no logró conducir a su país por la senda del desarrollo económico y de la paz social.

Sudáfrica es hoy menos rica y más violenta —tiene uno de los niveles de criminalidad más alto del planeta— que en los siniestros tiempos del apartheid. Los mineros negros mueren ahora a manos de policías negros —el año pasado, fallecieron unos 40 trabajadores en un enfrentamiento con las fuerzas de seguridad en la mina de platino de Marikana— y los negros se matan entre ellos por problemas de droga o por desavenencias entre las tres grandes tribus del país.

De la misma forma que el chavismo ha creado en Venezuela sus "boliburgueses", que se han enriquecido gracias a la corrupción y a sus estrechos vínculos con el poder, Sudáfrica tiene también sus nuevos ricos negros, los "black diamonds", que llevan un tren de vida ostentoso. En cambio, según los datos oficiales, los pobres son aún más pobres que antes. Los blancos, que representan alrededor del 10% de la población, ya no huyen despavoridos, como lo hicieron cuando Mandela tomó posesión. Muchos viven bien, pero otros han perdido sus empleos y están en la precariedad absoluta, al punto tal que hay mendigos blancos en las calles de las grandes ciudades, algo nunca visto antes.

Todo es muy frágil en Sudáfrica, como lo era el propio Mandela en los últimos diez años de su vida, ya apartado del poder y retirado en su modesta casa. Madiba no verá el desastre que se avecina. Se ha ido a tiempo.