LA PAZ CÍNICA DE LA DECRÉPITA TIRANÍA CASTRISTA.
Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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El régimen comunista de Cuba anunció esta semana a todo pulmón la celebración de la II cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) pautada para los días 28 y 29 de enero próximos en la capital cubana. El plumífero amaestrado que hizo el anuncio, vicecanciller Abelardo Moreno, dijo que el propósito de la satrapía es declarar a la América Latina y el Caribe como "Zona de Paz". La ironía de estas palabras se le puede escapar únicamente a quienes hayan estado viviendo durante los últimos 55 años en otra galaxia o a los 33 jefes de estado que, con su participación en el truculento circo castrista, otorgan certificado de respetabilidad democrática a la tiranía más antigua y feroz que ha sufrido pueblo alguno en América.
Ahora bien, para comprender mejor esta diplomacia arrodillada y podredumbre moral que tendrá lugar en La Habana es necesario precisar que es la Celac, quien es el delincuente que la preside en estos momentos y quiénes son sus anfitriones de este año. Ostensiblemente, la Celac es una organización inter-gubernamental de 33 países que tiene entre sus objetivos oficiales nada menos que el de promover la democracia. En realidad, es otra más en la sopa de letras de organizaciones latinoamericanas que proporcionan tribuna a demagogos y dictadores que se aferran al poder esgrimiendo una bandera de lucha contra un decadente y hasta renuente imperialismo "yankee". Con tal objetivo, fue creada a instancias del orate de Hugo Chávez para reunirse sin la presencia de Estados Unidos y Canadá.
Su presidente es un general que alcanzó sus grados fusilando adversarios sin juicio, asesinando a opositores políticos y atropellando a mujeres indefensas. El 12 de de enero de 1959, Raúl Castro ametralló a 72 personas y las enterró en una fosa común cerca de la ciudad de Santiago de Cuba. El 24 de febrero de 1996, ordenó personalmente el derribo de dos avionetas de Hermanos al Recate que patrullaban el Estrecho de la Florida en misión humanitaria de salvar a balseros que escapaban del infierno castrista. El saldo fue de 4 tripulantes muertos, entre ellos tres norteamericanos que engrosan las filas de 28 ciudadanos de Estados Unidos asesinados por la tiranía. Este asesino tiene otros centenares de muertos en su hoja criminal pero estos dos hechos cuentan con suficientes elementos probatorios para condenarlo a muerte si llegara a sobrevivir la caída inevitable de la tiranía. Su voz fue grabada dando la orden para el derribo de las avionetas.
Sin embargo, ninguno de estos antecedentes de maldad y crimen fueron obstáculo para que los jefes de estado reunidos en enero del 2013 en Santiago de Chile le hicieran presidente de la Celac. Hasta el presidente saliente, el chileno Sebastián Piñera, se volcó en atenciones y elogios hacia el hombre cuyo gobierno desató una cruenta guerra fratricida entre sus compatriotas chilenos. Quizás abatido por un ataque de conciencia, Piñera incurrió en el desliz de decirle a Castro en su discurso de entrega de la presidencia que “dentro de los objetivos de esta presidencia… está mantener la unidad, promover el entendimiento, defender la democracia, las libertades”…¡Que escena más repugnante y grotesca es la de ver a un gobernante demócrata predicarle principios de democracia y de libertad a un dictador perverso, ignorante y mendaz! No nos quepan dudas de que todos esos adjetivos describen a cabalidad a Raúl Castro.
La dolorosa realidad es que a base de una inversión de $350,000 en la campaña política de 1970, la tiranía de Castro se apoderó del país cuando resultó electo presidente el diputado marxista Salvador Allende. Lo demás es una historia que aún queda por aclarar sobre quienes dieron la orden y quienes fueron los asesinos de Salvador Allende. Fuentes bien informadas afirman que la respuesta anda a buen resguardo en una caja de seguridad que tiene en el exterior el ex general Patricio de la Guardia y que lo salvó de un seguro fusilamiento como el de su hermano gemelo Tony de la Guardia.
Pero como los tiempos han cambiado y los años los han debilitado tanto en lo físico como en lo institucional, los terroristas decrépitos que han cubierto de sangre al mundo se visten ahora de abuelitas inofensivas como el lobo del cuento de la Caperucita Roja. Se presentan como demócratas que predican la paz y ofrecen sus buenos oficios para zanjar conflictos como el de Colombia. Un país que ha sufrido por medio siglo el flagelo de los salvajes de las FARC financiados y dirigidos desde sus inicios por los diablos de La Habana.
Sus víctimas, por otra parte, tenemos la obligación de alzar nuestras voces por encima de la prensa cómplice, de los gobernantes corruptos y de los mercaderes inescrupulosos que contribuyen a prolongar la agonía del pueblo de Cuba. Nuestra misión debe ser la de denunciar sus crímenes y no permitir que el mundo los olvide. Para ello contamos con la enciclopedia de la maldad que recoge los desmanes de estos malvados que serán los anfitriones de la próxima cumbre de la Celac. Ningún continente se ha salvado de su saña ni de su maldad. Veamos.
Los Castro fueron los pioneros de los secuestros aéreos en el Continente Americano. Un avión de la Compañía Cubana de Aviación que realizaba un vuelo entre Miami y La Habana el primero de noviembre de 1958, fue desviado hacia la zona oriental de Cuba por militantes del Movimiento “26 de julio” y se estrelló frente a las costas cubanas con un saldo de 14 muertos y 4 heridos.
Por otra parte, el terrorismo desatado por la satrapía durante estos 55 años no ha respetado fronteras políticas ni distancias geográficas. Desde los primeros meses de 1959, comenzaron a llegar a La Habana aventureros y miembros de los partidos comunistas de Haití, República Dominicana, Nicaragua, Paraguay y Panamá. Desde la base de operaciones de la Isla de Cuba se promovió el terrorismo y se lanzaron invasiones contra Panamá, República Dominicana, Haití y Nicaragua. Más adelante, les tocaría el turno a Guatemala, El Salvador, Colombia, Venezuela, Bolivia, Uruguay y Argentina. Tantas fueron las agresiones que, en febrero de 1964, ante acusaciones de Venezuela, el régimen de Castro fue expulsado de la Organización de Estados Americanos.
Irónicamente, estos autoproclamados guerreros anti imperialistas fueron durante más de tres décadas lacayos del imperialismo soviético. A nombre de su amo moscovita, los Castro llevaron la guerra a Argelia, Marruecos, el Congo, Guinea Bissau, Somalia, Yemen del Sur, Angola, Etiopía, Namibia, Zanzíbar, Irak, el Líbano y Siria. En determinado momento, los mercenarios cubanos en África alcanzaron la cifra de 60,000 efectivos. El petróleo soviético fue pagado con sangre cubana y, esa sola acción, equipara a los Castro con monstruos de la dimensión diabólica de Mao, Hitler o Nerón.
Por otra parte, contra toda lógica y en desafío de todas las leyes de la convivencia civilizada estos facinerosos no han reducido sus niveles de ensañamientos contra el pueblo de Cuba en el transcurso de estos 55 años. Los métodos son más sutiles pero el terror y la opresión son los mismos. Entre ellos, la masacre del Río Canímar en 1980 con un saldo de 7 adultos y cinco niños muertos, el hundimiento del Remolcador “13 de marzo” en 1994 con un saldo de 37 personas ahogadas, entre ellas numerosos niños, los asesinatos arteros de Laura Pollán y Oswaldo Payá y las salvajes golpizas dominicales contra las Damas de Blanco.
Estos son los anfitriones que darán la bienvenida a los flamantes jefes de estado que se reunirán la semana que viene en La Habana bajo el estandarte de una inocua y desprestigiada Celac. Con su presencia y participación en esa cumbre de la indignidad se hacen cómplices de los horrendos crímenes cometidos por la tiranía contra el pueblo de Cuba. Al igual que los Castro se han hecho acreedores a nuestro asco y nuestro desprecio. Cuando se produzcan el cambio inevitable, las víctimas del castrismo haríamos bien en sustituir esa falsa "hermandad latinoamericana" por una hermandad de la democracia y de la libertad donde no quepan ni demagogos ni tiranos.
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