martes, enero 07, 2014

Esteban Fernández: ¡ADIVINOS!

 ¡ADIVINOS!  

Por Esteban Fernández  
Enero 7 de 2014


Créanme que la única forma en que yo logré impresionar a mis hijas fue "adivinándoles lo que les iba a suceder". Llegó un momento en que solamente tenía que decirles: "Hagan lo que les dé la gana, pero ¿ustedes saben lo que les va a pasar si lo hacen?". Cuando ellas se dieron cuenta que yo era muy condescendiente, y que no les iba a dar una mano de golpes, lo único que me quedó fue predecirles calamidades si me desobedecían y se portaban mal.

Porque ustedes perfectamente saben que cuando nacemos y nos criamos entre cubanos nos parece que hemos vivido toda una vida rodeados de ADIVINOS. Es algo así como que, todos, con antelación, sabemos perfectamente "lo que va a pasar" y "sí no pasa" con una facilidad tremenda podemos "cambiar el palo pa ‘rumba" y decir: "¡Ah, yo sabía que no iba a pasar nada!"

Las "profecías cubanas" casi siempre comienzan con "Me juego todo al canelo a que..." Y terminamos con un tajante: "¡Eso es al segurete!"... Menos mal que en la última pelea, hace meses, del "Canelo" Alvarez contra Floyds Mayweather no dijimos eso.

Es algo así como que los cubanos llevamos a retortero una mochila con "una bola mágica de cristal" adentro. Usted trabaja junto a un cubano en una oficina. Un tipo se le acerca a una bella joven y le dice: "¡Señorita, la felicito, usted es una empleada ejemplar!". ¿Esa no es una frase inocente para el resto de los seres humanos? Pero el cubano se adelanta a los acontecimientos, adivina el futuro, nos guiña un ojo y nos dice con picardía: "¡Tú verás, tú verás, el fajón es inminente!". 

Es aquí, en los Estados Unidos, donde yo me he acostumbrado a escuchar los partes meteorológicos, porque en mi país no hacía falta eso, todos los cubanos podían adivinar y decirnos: "¡Mi socio, va a caer tremendo aguacero, agarra un paraguas!". Y en Miami, que llueve tanto, cuando el cielo se pone encapotado mis compatriotas dicen: "¡Antes de media hora llega el diluvio universal! Mi amigo Livio Rodríguez me anuncia: "¡Mi hermano, va a caer un palo de agua!"

A veces no adivinamos, o por lo menos no hacemos patente nuestra clarividencia, y "pasa algo" y molestos decimos: "¡Lo sabía, lo sabía, yo sabía que eso iba a pasar!" Y es muy difícil saber si el cubano está incómodo "por lo que pasó" o porque "él, sabiéndolo, no lo advirtió a tiempo". 

En realidad no existe "el pesimista cubano" se trata simplemente de "un adivino de mal agüero". El adivino cubano "se tapa" diciendo: "Yo quisiera estar equivocado, pero me parece que...". Es decir, que si adivina bien, y si no adivina "él está contento porque adivinó que quizás no iba a adivinar". Increíble.

¿Usted nunca ha estado sentado en un restaurante con un cubano y este comienza a "adivinar" que la carne de puerco que ordenó le va a caer mal? Y al terminar "adivina" que el café cubano que se está tomando "lo va a desvelar toda la noche".

 Donde más crecen nuestras dotes de "profetas" es viendo un juego de béisbol. A cada instante el cubano nos dice: "Tú verás, tú verás que éste va a tocar la bola". Las bases están llenas, el "manager" no saca al pitcher, y ahí once millones de cubanos al unísono "adivinan": "¡Me juego la vida que le van a meter un hit!". Ahora, aquí en Los Ángeles, gracias a las dotes del compatriota Yasiel Puig (en la foto con mi nieto André Navarro) no podemos ver un juego de los Dodgers sin predecir que se va a volar la cerca...

Y yo no estoy solo en mi "don" para inventarles calamidades a mis hijas. Usted observe que la inmensa mayoría de los padres cubanos jamás les pegan a sus hijos, los regañan muy poco, y rara vez los ponen en penitencia.  Simplemente "les adivinan los tremendos desastres que les pueden pasar si no siguen sus consejos.". Y decimos cosas como: "¡Yo sé lo que te va a pasar si vuelves a tirarte en segunda base así, vas a partirte la clavícula como me pasó a mí hace 60 años en Ceiba Mocha!"

Pero la verdad es que con los hijos son con los únicos que sinceramente preferimos no adivinar. Un día, a las 10 de la noche, estaba cayendo recio aguacero, a esa hora, y bajo ese diluvio, mi hija decidió irse junto a un grupo de amigas para La Vegas. 

Esa noche no funcionó el "¿Tú sabes lo que te puede pasar?". Se fue. No dormí en toda la noche "adivinando un gigantesco accidente". Por la mañana ella me llamó muy contenta y feliz. Y yo pensé: "¡Ñooo, que bueno que yo no soy adivino!"... Desde luego, no perdí "mi cartel de agorero y futurólogo cubano" y le dije: "¡Yo sabía, yo sabía que todo iba a estar bien!"