martes, enero 07, 2014

Un Exilio que practique el decoro y la generosidad. Eloy A. González sobre el suicidio de Antonio Augusto Villarreal Acosta

 Tomado de http://buenavistavcuba.blogspot.com/

Un Exilio que practique el decoro y la generosidad.

 
La noticia de la muerte en el exilio de Antonio Augusto  Villarreal Acosta, ocupó de manera poco frecuente lo titulares, abundaron los artículos de opinión y se buscó un culpable por esta muerte. Esta fue la noticia:
 
Antonio Villarreal, uno de los integrantes del llamado "Grupo de los 75" encarcelados en la Primavera Negra de 2003, falleció este sábado en Miami…., Villarreal, de 63 años, quien sufría secuelas psicológicas debido a los años que permaneció en la prisión en Cuba, apareció muerto en su apartamento del popular barrio de la Pequeña Habana, sin que se conozcan las causas. En julio de 2010 Villarreal llegó a Madrid en el primer grupo de presos que se trasladaron a España…., tras permanecer unos meses en España, el disidente cubano decidió mudarse a Miami, ciudad en la que reside el corazón del exilio cubano. Durante la llamada "Primavera Negra" el régimen castrista detuvo a un total de 75 disidentes y los acusó de conspirar con EE.UU., entre otros delitos. Completa la información la nota de que en realidad se suicidó dejando, sobre la cama de su cuarto , una bandera cubana, una imagen del Corazón de Jesús y otra de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba, el  traje de prisionero que logró sacar del país y una carta…..
 
Jose A Villareal Acosta
Esta es parte de la tragedia del Exilio que parece no interesarnos, la de valerosos cubanos que una vez superadas las desiguales contiendas en Cuba, desterrados y exiliados cuando es certeza que solo les espera la muerte en la Patria y ven avecindarse el deterioro de sus familias y el peligro que se cierne sobre sus seres querido; asumen con pesar las condición de desterramos; ya  exiliados….,  se abandonan a su suerte porque ya nada esperan.  Saben que el desarraigo es como un tormento difícil de superar y no encuentran en  lejanas tierras asidero para continuar una lucha demasiado prolongada, que conjura las ideas y sobrepasa el entendimiento.
 
Esta breve historia de Villa, que así le decían sus más cercanos compañeros de lucha, es la de muchos. Trae el recuerdo más reciente las aciagas muertes de Julio San Francisco, Alberto DuBouchet, Juan Francisco Pulido y Ramón Suárez Díaz, entre tantos nombres que pudieran nombrarse.
Hace algún tiempo escribí una breve nota a un artículo que aparecía en la red, allí señalaba lo siguiente:
 
El exilio no ha sido leve…, he leído el artículo titulado, “Tres años, seis meses y 8 días en ningún lugar”, lo escribe una joven cubana desde algún lugar de España….,  pues bien, es uno de esos testimonios, -no pocos-, que hablan de la pérdida que supone este Exilio. Hace algún tiempo, después de conocer la noticia del suicidio de un joven intelectual cubano en una distante ciudad al norte de los Estados Unidos (distante de Miami que ya es mucho decir), le propuse a una conocida intelectual cubana recoger y escribir un libro de testimonios; no de aquellos que tienen éxito y les va bien sino de los que les va mal..., tan mal que acaban suicidándose o en total indigencia. No fue de su  agrado la idea. Hay dolor en este Exilio que nos consume día a día. Cuando a este dolor se suma el despropósito de muchos, el desdén de los "exiliados camaleónicos” y la extorsión afectiva de la propia familia, la ruina es total.
 
Julio San Francisco
La muerte de Antonio Villareal nos llegó terminando el año y tal vez lo que más me impresionó de esta muerte fue la forma en que dispuso de la bandera cubana, razón de su pasión por Cuba, la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, de lo que fue su Fe y su uniforme de prisionero, la razón de su persecución y sombra. Le visitó tinieblas de muerte en la soledad de este hombre sencillo; dejándonos las claras señales de cuanto, abandonado a su fe, sufrió y expió de manera inmerecida por la Patria atribulada, despidiéndose de una vida transgredida..., ya infructuosa. Como muchos hombres de bien, espero la luz que no alcanzo.
 
Fue el hombre que llegó a la prisión cantando e instruyendo sobre la historia de su Patria a otros; tiempo tenia y amor probado como para pintar ángeles y escribir poemas que le daría a su pequeña hija cuando esta lo visitara. Pronto la soledad y los maltratos convirtieron su rostro en una permanente contracción de sufrimiento y desesperación sin par cuando los días del prisionero se hacen interminables. Una vida se apagaba en la cárcel, escenario injusto que traspasó su alegría y terminó con sus esperanzas más caras. El hombre bueno resultado de aquello fue alguien enviado a la insania, destrozado por un tiempo que no se mereció y abandonado a su suerte en un país distante a donde fue desterrado. En el exilio común de Miami, tomaba la adversa decisión de quitarse la vida; tuvo a bien decirle a otros cuanto le importaba la Patria que espera y cuanto hacía por verla libre. Nadie pudo honrar más a su bandera, esa que quedó sobre el lecho; nadie tuvo más riqueza de espíritu que este hombre honesto que renunciando a la vida se aferraba a su fe; nadie dio mejor testimonio de su suplicio que este condenado que no dejó su uniforme de presidiario en la isla  y lo llevó al exilio dejándolo a la vista de todos. 
 
Alberto Du Bouchet
La lucha contra tanta iniquidad, la búsqueda de la libertad y la dedicación por el derecho de tantos, debía hacernos más solidarios y misericordiosos para los que  nos acompañan en tan difíciles circunstancias; pero no es así. Cuando, sorprendidos más que aceptando este destierro al cual sucumbimos, nos encontramos que ya en lugares remotos e inhóspitos escenarios y difíciles trances, no tenemos la mano amiga de aquellos que deben acompañar a los buenos, a los justicieros y a los vilipendiados; que no les alcanzó las fuerzas como para seguir en tal difícil y desigual lid.
 
Todos saben que esta lucha se ve no pocas veces ensombrecida por los advenedizos y miserables. Que hay Exilados y exiliados, que hay refugiados políticos y no pocos emigrantes con vestimenta de ocasión para parecer refugiados políticos; oportunistas de toda laya que nutren una comunidad de exiliados ya indispuesta  y extraviar. 
 
Juan F Pulido
En tantos años de exilio  no hemos sabido asociamos de modo que nadie que llegue se encuentre en el desamparo y el abandono. Siempre sabemos quien o quienes se despeñaron con dedicación y prestancia a la libertad de la Patria y llegaron al exilio junto a su familia. Hay personas que ya en el exilio conocen del hacer y de las penalidades que otros padecían en la Patria herida. Pero no hay forma ni procedimientos que permitan que aquellos que llegan y tratan de establecerse en el Exilio encuentren una solidaridad a toda prueba y una mano solícita que se extienda para ayudarles. Un gesto de compasión aquí que supere la consagración y el conocimiento, cuando antes, se promovía la comunicación, el  reconocimiento y el apoyo  a los que allá luchaban.
 
Dejemos la inoportuna entrevista, el apretón de manos inicial y después te veo, el resumen de algunos recuerdos y el intercambio ocasional donde la Patria es superada por la comidilla de siempre;  que nada enriquece y menoscaba una historia reciente de dedicación y entrega a una causa justa que no por prolongada y sufriente se puede demorar, porque ya creemos estar en una plaza segura.
 
Ramon Suarez Diaz
Aún estamos a tiempo para convocar al apoyo de los cubanos de bien que ven en este paso por el exilio un antecedente de lo que será un regreso a la Patria ya libre  y de todos. Es tiempo aun de llevar el peso de los más débiles que arribaron y de mostrar una solidaridad sin límites. Antes de superar los atrios de los templos a donde asistimos veamos a cuantos de estos exiliados probados podemos mostrarles un gesto de misericordia; cuando podemos compartir el pan, los bienes y las esperanzas. Tal vez actuando así conjuramos la fallidas esperanzas de los que llegan destrozados por la cárcel y la represión, permitimos que rehagan sus vidas y mostramos el rostro humano de un exilio que en medio de  la desdichada realidad hace el bien practicando la generosidad y la compasión. De esta forma los terrores de muerte no se enseñorearán sobre los nuestros y un aliento de esperanza prevalecerá en muchos.
 
Regresaremos, de una forma u otra a la tierra de nuestros padres; en brazos de nuestros hijos o nietos serán llevados nuestros restos para ser depositados en aquella tierra. Se gozaran los que regresen, andando y desandando los lugares que le fueron comunes en su niñez o acompañándose de lo que sus padres y abuelos les contaron.  Una nueva nación será elevada, esto será posible porque sus hijos que conocieron de tantos años de destierro supieron cultivar la generosidad, una compasión infinita y el decoro colectivo. A gente así Dios le bendice.

Diciembre 2013©