Esteban Fernández: LA “SABIDURÍA” DE LOS RICOS
Por Esteban Fernández
Julio 8 de 2014
En términos generales -porque no todos son así- cuando las personas acumulan una fortuna eso trae como consecuencia que se crean eruditos en todas y cada una de las materias.
Todos sabemos que hacer dinero no siempre es el resultado de una brillante mente. Todos menos ellos porque en un 90 por ciento de los casos el rico vive convencido que le debe todo lo que tiene a su cerebro privilegiado.
El rico, sobre todo el nuevo rico, camina diferente, se conduce diferente y opina orgullosamente sobre los temas más intricados y difíciles de resolver. Hace el ridículo pero como casi siempre se rodea de guatacas que les celebran todas las gracias y asienten a todos sus estrafalarios conceptos entonces él ni cuenta se da de lo energúmeno que es.
Se creen saber muchísimo más de política, de negocios, de carros, de inversiones, de pelota, de construcción, de religión, de mecánica, de medicina, de leyes, de los impuestos, de asuntos militares, que cualquier individuo que acaba salir con brillantes notas “summa cum laude” de una afama universidad. ¿Ustedes no han visto la cantidad de estupideces que declaran los artistas de Hollywood porque se creen superiores al tener dinero y fama?
Si trabajamos para el rico entonces la cosa empeora porque eso de saber que nuestras vidas y la situación económica propia y la de nuestras familias dependen de él, eso redobla sus “conocimientos” de cuanta cosa existe en el universo.
El dueño de la “Casa de Cambios de Cheques” donde yo trabajaba, llamado Tony Sokolosky, se creía gracioso porque hacía los chistes y los empleados se reían a carcajadas. Hasta un día en que yo le dije: “Usted no va a saber si verdaderamente es simpático y sus gracias son cómicas hasta que me llame a mi primero, me haga el chascarrillo y si yo me río está bueno y si no entonces ni lo repita más”.
Otro día Tony me preguntó: “¿El pelotero Sammy Sosa es cubano como tú? Y yo le dije: “No, es dominicano” Y me respondió: “Bueno, es la misma basura”. Y yo le repliqué: “Estoy de acuerdo con usted, y entiendo que nos vea exactamente iguales a un cubano y a un dominicano, porque -por ejemplo- usted es polaco y para mí esa es la misma mierda que ser ruso o checo”. No cambié su personalidad pero aprendió a respetarme y tratarme con deferencia.
Había un comerciante en Los Ángeles riquísimo y semianalfabeto que cada vez que me encontraba con él me decía que el semanario 20 de Mayo era una basura, que estaba en desacuerdo con todo lo que nosotros escribíamos y que iba a quitar sus anuncios. Es decir que sin apenas saber leer ni escribir, pero experto en acumular billetes, nos quería dictar pautas a seguir y darnos clases de periodismo a cuanta persona se atreviera a escribir públicamente. Si no me creen pregúntenle a Antonio Rotella, que es un hombre muy serio y que no saber mentir, la mandada al carajo que le di delante de todo el mundo en su negocio.
Una vez el director del periódico, Abel Pérez, me pidió el favor de que fuera a cobrar un anuncio a un tipo que decía “haiga” y “en todavía” y antes de terminar de explicarle el motivo de mi visita me dijo: “Siéntese ahí y espéreme”. Después de 45 interminables minutos haciéndole antesala al fin se dignó a acercarse a mí y simplemente me dijo: “Oh, ya sé quién es usted, usted es el que escribe la columnita en el periodiquito ¿qué desea?” Y le contesté: “Si ese soy yo y vine simplemente para decirle que se meta su “anuncito” por donde mejor le quepa”. Menos mal que Abel nunca me preguntó por el resultado de esa gestión.
Y no se les puede echar toda la culpa a los opulentos, yo le achaco el 95 por ciento de la culpabilidad a los “hala levas” que les escuchan con mucha atención y “admiración” cuanta barrabasada salga de la boca del acaudalado “sabelotodo”. Por muy bueno que sea un individuo los adulones lo echan a perder. Nos sacamos un par de millones en la Lotto y a la semana la gente nos hace creer que somos una liga de “Superman y Albert Einstein”.
( Carlos Prío Socarrás)
Y le dedico este escrito a un güinero llamado Eugenio Angulo quien hiciera un inmenso capital en mi pueblo y jamás, ni por un solo instante de su vida, se dio importancia.
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