lunes, julio 07, 2014

Lilianne Ruiz desde Cuba: Dirige la tiranía de los Castro maquinaria de acoso a investigador contra el cáncer Oscar Casanella


Tomado de http://www.cubanet.org/

Dirigen maquinaria de acoso a investigador contra el cáncer

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El joven Oscar Casanella es amenazado en la vía pública por “factores” de la revolución. La Seguridad del Estado quiere sacarlo de su trabajo
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Por Lilianne Ruiz 
julio 4, 2014

LA HABANA, Cuba.- Alguien debió escuchar las conversaciones telefónicas de Oscar Casanella. Por esos días, él estuvo organizando una fiesta con sus amigos para recibir a Ciro, el guitarrista de la banda de punk- rock “Porno para Ricardo”, quien regresaba del extranjero.

Inesperadamente, el jueves 5 de diciembre de 2013, a las 9:15 pm, justo frente a su casa, (en la calle La Rosa 634 bajos, entre Boyeros y Ermita, Plaza de la Revolución, La Habana), cuatro personas desconocidas, dos hombres y dos mujeres de unos sesenta años, le cerraron el paso para decirle: “Oscar, usted no puede hacer ninguna actividad por estos días y si la hace va a sufrir serias consecuencias. Personas extrañas para usted le pueden hacer daño, e incluso nosotros le podemos hacer mucho daño”.

Este fue el preámbulo de su historia kafkiana:

Unos vecinos le dijeron más tarde que entre quienes le habían amenazado estaba uno nombrado Gari Silegas, y que los cuatro eran miembros del partido comunista, que se reunían en algo conocido como “Núcleo Zonal”, agrupación de militantes retirados de varios “Comités de Defensa de la Revolución” (CDR).

Oscar se dirigió, el sábado siguiente, día de la fiesta, a la Estación Policial de Zapata y C para hacer la denuncia. Pero allí lo remitieron al Jefe de Sector, nombrado Eusebio, que opera en las calles aledañas a su casa; lo cual significaba que Eusebio, el policía, y Silegas, el comunista, se conocían y hasta trabajaban juntos. Recordemos que en Cuba a ese grupo de trabajo se le conoce como los factores del barrio.


(Oscar Casanella en su lugar de trabajo)
-A Gary Silegas le pidieron que no volvieran a amenazarme. Todo quedó en una labor profiláctica, me dijeron. Intenté hacer la denuncia pero ellos la desestimaron-, explica Oscar.
Ese mismo día, apareció una moto Suzuki con chapa azul. La intimidación subía de tono. Dos individuos vestidos de civil se negaron a mostrar su identificación pero se presentaron como agentes de la Seguridad del Estado. Narra Oscar:

-Me amenazaron con meterme preso. Me dijeron que yo puedo pensar lo que quiera pero no puedo decírselo a nadie, y que no puedo reunirme con mis amigos en mi casa. Me dijeron además que yo debería irme del país y que ellos me iban a “joder la vida a mí y a mi familia”. No habiendo yo cometido ningún delito o infracción que atente contra persona alguna, me siento amenazado. Mencionaron también mi asistencia, como público, a Estado de SATS, que se realiza en el municipio Playa en la casa de Antonio Rodiles. Testigo de estos hechos fueron prácticamente todos los vecinos del barrio.

Esa noche tuvo lugar la fiesta. Las vecinas de Oscar, activas cederistas, para darle más “sabor” al proceso, se dedicaron a copiar las chapas de los carros que estaban parqueados en la calle, sin importar si sus dueños asistían. Fueron más de cincuenta invitados, la mayoría jóvenes graduados de la Universidad de la Habana. Oscar ponía discos de Juan Luis Guerra y la 440 y Ciro de música punk, pero todos hablaron la misma lengua y pasaron la noche bailando y divirtiéndose.

La reacción no se hizo esperar

El 9 de diciembre, a Oscar lo esperaba una sorpresa en su centro de trabajo, el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (Hospital Oncológico), donde trabaja como investigador. Su tesis de doctorado la hace sobre el cáncer de colon esporádico. También trabaja como profesor adjunto de la Facultad de Biología sin percibir ningún salario por esta última labor. Un colega suyo, Pedro Wilfredo Fernández Cabezas, le esperaba para decirle que de continuar asistiendo a actividades con grupos contrarrevolucionarios, de “mercenarios, anexionistas y neoliberales” ―un coctel de acusaciones alucinante― podría sufrir consecuencias negativas en su trabajo. Oscar le respondió que tiene amigos que se expresan contrario al gobierno, pero que no son mercenarios ni anexionistas. Tranquilamente, le explicó que tampoco creía que fueran de tendencia neoliberal, aunque consideraba que si así fuera, eso no justificaba ninguna acción contra ellos.

Volvemos así al punto inicial.

-El miércoles 11 de diciembre del 2013, intenté nuevamente hacer la denuncia de estas amenazas en la Estación de la PNR de Zapata y C. El primer teniente Abad se opuso a escribir la denuncia porque, según él, la amenaza se registra y se atiende solamente cuando es amenaza de muerte, no cuando me amenazan con golpearme, ni con meterme preso, ni con sacarme del trabajo-, prosigue Oscar en esta saga del absurdo.

Y el pasado mes de abril, un oficial de la Policía Nacional Revolucionaria dejó una citación en su casa para que se presentara al día siguiente en la Unidad de Zapata y C. ¿El motivo? Una entrevista con el capitán José A. Blasco.

-Pero cuando me presenté en la Unidad, el capitán José A. Blasco me conduce a una oficina y seguidamente se retira. Nunca existió tal entrevista con dicho capitán. En la oficina se encontraban tres hombres más jóvenes que yo, vestidos de civil, de los cuales solo uno se identificó como Marcos, aunque los tres decían ser de la Seguridad del Estado. En resumen, me dijeron que me iban a sacar de mi centro de trabajo, donde llevo trabajando 10 años sin tener problemas laborales, para ponerme a trabajar en otro centro de menor envergadura o en un policlínico. Me dijeron que podían perjudicarme aun más a mí y a mi familia, pues la Seguridad del Estado dice que yo no puedo seguir comunicándome con algunos amigos, como Ciro, el de Porno, al cual conozco desde el pre-universitario-, continuó Oscar.

Sus alternativas estaban claras y eran solo dos, en su caso complementarias. Conversar con esta reportera y quejarse a las instituciones del Estado.

El joven investigador escribió cartas en todas direcciones. Recogió firmas de muchos de sus compañeros y alumnos. Las llevó a todas las instituciones posibles y le entregó copias acuñadas a cada uno de quienes le apoyaron.

La maquinaria kafkiana parecía detenerse en un punto, pero en realidad continuó. Todo esto le ha robado muchas horas de investigación. Ha tenido que dedicarlas también a estudiar derecho y a tratar de entender por qué un régimen se dedica a irrumpir en la intimidad de la gente y a desestimular los talentos propios de personas a quienes les interesa, sobre todo, aportar conocimientos. Oscar todavía no es un disidente.