EL ORINE DE CANGURO “ERNESTO”. Esteban Fernández sobre el perfume inspirado en Ernesto Che Guevara
Por Esteban Fernández
17 de octubre de 2014
Mejor les hablo de lo incongruente que resulta dedicarle nada oloroso al desaseado personaje nacido en Rosario, Argentina, donde sus compañeros de escuela y juerga le llamaban “El Chancho” por su costumbre de no bañarse regularmente. Este tipejo que en nuestro país presumía de no bañarse y hasta en discursos desmeritó la necesidad de usar jabón y desodorante, que andaba con las botas sucias y desabrochadas y era muy fácil olfatear el hedor de sus cochinas patas y ahora sacan una esencia con su apelativo. Por favor, la única forma de hacerle justicia a su verdadera personalidad sería echando orine de canguro tuberculoso en el frasco.
Aquí y en todas partes se ha convertido en una verdadera epidemia comercializar a este cadáver putrefacto. Y la tiranía protesta ahora porque algunos vivos quieren negociar sin recibir el visto bueno del Cundango en Jefe ni darle una tajada de las ganancias de esa nueva fragancia.
Comenzaron con el detestable Tshirt. Al principio me encendía la sangre verlos y hasta broncas he tenido con los usuarios de esa basura. Hasta que me di cuenta de que el 99 por ciento de los que se ponen ese adefesio no tienen ni la menor idea de quien verdaderamente fue ese tipo.
Un día me puse bravo y le pregunté al muchacho que traía el pulóver: “Y ¿tú sabes quién fue ese individuo que con tanto orgullo llevas en el pecho?” Y me contestó: “Cómo no, fue un famoso cantante de Rock and Roll” Yo les aseguro que el “Che” despreciaría a todo aquel que se echara esta colonia con su nombre. Para él eso sería una ofensa que desmeritaría su cartelito de hediondo. Él -de buena gana- mejor hubiera preferido que el perfume se llamara “Puerco”.
La mayoría de los que usen ese perfume estoy convencido de que no pueden dar detalles de la vida del atorrante. Unos dirán “Creo que cantaba tangos”, otros saben que estuvo en Cuba en las guerrillas de Castro pero hasta ahí llegan sus conocimientos. Ni son guevaristas, ni fidelistas, ni comunistas, son simplemente unos tontos útiles que apestarán a “meao”.
Hace años en una fiesta en la casa de mi hija se atrevió a llegar un joven con la cara del Che en su pecho. Me extendió la mano para saludarme, se la negué. Le dije que podía usar eso en la calle, pero no en mi territorio. Me dijo que no tenía ni la más ligera idea por lo que yo estaba bravo, ni quién era la persona que estaba exhibiendo. Acalorado le expliqué. Sorprendido se fue al patio, se quitó la camiseta y la quemó en la barbacoa. Y le di un abrazo. Hoy en día tendría que estar muy alerta y esperar a que un marrano de dos patas apeste a huevo podrido para saber que tiene puesto “Ernesto”.
Se pudiera resumir la vida de esta perversa alimaña que hoy le dedican un perfume con pocas palabras: al principio era un insignificante “compañero de viaje” en la Sierra Maestra, durante los inicios de las guerrillas castristas le decían “el saca muelas”, pero rápidamente la cosa cambió cuando le metió un tiro en la cabeza a un guajiro llamado Eutimio Guerra. Fue en realidad el primer asesinato y ya los Castro lo miraron con otros ojos. Se dieron cuenta que el extranjero que consideraban un mediocre (que lo traían creyendo que era médico sin ser médico ni un carijo) era un criminal nato. De ahí en los adelante lo utilizarían como matarife oficial de la revolución.
Le cayó mal a todo el mundo. Inclusive Castro y su plana mayor lo detestaron desde un principio. Y viceversa. Era un pesado, un engreído, un zoquete, detestaba y despreciaba a todos los seres humanos. Se creía superior a todos. Lo cierto es que sería mejor echarle al perfume algo peor que orine: “Vómito de perro rabioso”.
Enfermizo, asmático, débil, odiaba el béisbol, no le interesa la música, el muy torpe quiso infructuosamente que los guajiros de la Sierra Maestra aprendieran a jugar ajedrez. Su famosa caminata de Oriente a Las Villas fue “comprada” al enemigo que se vendió y le permitió la travesía. Creo que no tuvo ni un verdadero combate en todo el trayecto. Y si hubo heridos fue por accidentes en el camino. Nadie lo vio simplemente enjuagarse las axilas en un arroyo.
Al triunfo (que verdaderamente no fue un triunfo, pero él se creyó estúpidamente que fue una gran victoria y ese error le costó la vida más tarde) se fue a una agencia de carros de La Habana y se llevó dos Chevrolet (convertibles) nuevos. Vaya, el rey actual de los descamisados y los humildes con un par de automóviles flamantes y robados. Dicen que -al mes- los interiores de esos carros olían a techo de guagua.
Se fue a una de las mejores playas del país (Tarará) y se cogió una gran mansión allí con el pretexto de que le convenía el aire y ambiente de esa playa para su enfermedad. Se fue a La Cabaña e hizo el baño de sangre más grande que recuerda la América en pleno. Todos los asesinos en serie del mundo, incluyendo a Charles Manson, el estrangulador de Boston, Richard Ramírez, Ted Bundy, se quedan chiquitos comparados con esta hiena.
Fracasó rotundamente en todos los cargos que le fueron asignados. Con desprecio absoluto firmó los billetes de Cuba con su seudónimo “Che”. Durante eso días asesinó por gusto y a capricho al padre de mi buen amigo José Castaño. Si llenaran unos pomos de plasma y les pusieran unas etiquetas con su nombre tendría más sentido que dedicarle una loción.
Dice Aldo Rosado en su libro “Recuerdos de Aurelio” que al maloliente comandante le encantaba llamarle a todos sus subalternos “comemierdas” por la tanto a mí me parece que el nombre del perfume debe ser “Comemierdas”en honor a todos los que compren y se echen encima ese mejunje.
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