De los falsos mitos. Zoé Valdés sobre Aung San Suu Kyi, Fidel Castro y Yoani Sánchez
Tomado de http://zoevaldes.net/
De los falsos mitos
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Tomado de http://www.elmundo.es/
El mito de Aung San Suu Kyi se resquebraja pese al apoyo de Barack Obama
- La Premio Nobel de la Paz pierde su popularidad entre los birmanos
- Le critican su postura dubitativa sobre los grandes problemas interétnicos del país
- No entienden asimismo que minimice las rampantes violaciones de derechos humanos
Especial para EL MUNDO
Bangkok
14/11/2014
BIRMANIA La decadencia del icono democrático de la nación surasiática
El mito de Aung San Suu Kyi se resquebraja pese al apoyo de Barack Obama
La Premio Nobel de la Paz pierde su popularidad entre los birmanos
Le critican su postura dubitativa sobre los grandes problemas interétnicos del país
No entienden asimismo que minimice las rampantes violaciones de derechos humanos
La líder opositora birmana, Aung San Suu Kyi, durante la visita de...
La líder opositora birmana, Aung San Suu Kyi, durante la visita de Obama a su residencia en Rangún. Afp
Hace cuatro años, su puesta en libertad tras casi dos décadas de diversas formas de detención impuesta por la Junta militar birmana confirmaba a la Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, como el icono democrático de la nación surasiática. Su inspiración en los movimientos no violentos y su compromiso con los Derechos Humanos, que le valieron el máximo reconocimiento internacional, consagraron a la hija del héroe de la Independencia birmano, el general Aung San, como la esperanza del incipiente proceso de reformas inaugurado poco después por los militares.
Ayer, el presidente Obama volvía a encontrarse con Suu Kyi durante su visita a Birmania -ya lo hizo en un emocional encuentro en 2012- en una reunión cargada de complicidades pero ensombrecida por una crítica por parte del norteamericano. "No creo que la discriminación contra los rohingya y otras minorías religiosas describa el tipo de país que Birmania quiere ser a largo plazo", afirmó Obama. "En último término, eso desestabilizará a la democracia", aseguró. La respuesta de Suu Kyi carecía de la emocionalidad previsible: se limitó a expresar su deseo de que los birmanos vivan "en armonía".
(Suu Kyi, durante la visita de Obama a su residencia en Rangún. Afp )
A cambio, la líder opositora volvió a arremeter contra el Gobierno por la Carta Magna que le impide presentarse como candidata a las próximas elecciones dado que sus dos hijos ostentan nacionalidad británica, en una provisión dictada por los militares 'ex profeso' para impedir que la Premio Nobel de la Paz pueda repetir la masiva victoria de las elecciones parciales al Parlamento de 2012, cuando su formación, la Liga Nacional por la Democracia, se hizo con 43 de los 45 escaños en liza. "La Constitución dice que todos los ciudadanos deben ser tratados con igualdad y eso es discriminación basada en mis hijos", denunció ante un Obama que aseguró "no entender una cláusula que prohíbe a nadie presentarse a la Presidencia por quién sean sus hijos. No tiene mucho sentido".
La ambición de Suu Kyi por alcanzar el poder en Birmania comienza a suscitar sospechas entre la población. El diario británico 'The Times' publicaba ayer que Aung San Suu Kyi ha perdido toda esperanza de convertirse en la próxima presidenta birmana, pero que, a cambio, intenta forjar una alianza con el general Shwe Mann, 'número tres' de la Junta militar que gobernó hasta 2011 y por tanto, corresponsable de sus consecutivos arrestos. El objetivo, según el rotativo, sería obtener el puesto de presidenta del Parlamento a cambio de arropar a Mann en su camino a la Presidencia y, desde su nuevo cargo, facilitar un eventual cambio en la Constitución que le permita postularse en los comicios de 2020.
'Ambiciosa y decepcionante'
El foco de San Suu Kyi en el camino a la Presidencia y su escaso sentido crítico a las violaciones de los Derechos Humanos a manos de los militares está resquebrajando duramente su popularidad en Birmania. "Ambiciosa" y "decepcionante" son algunos de los calificativos que le dedican algunos birmanos. "Me pasé toda mi juventud leyendo sus escritos, admirando su valor y esperando su oportunidad para cambiar nuestra Historia", reflexiona una joven periodista birmana que prefiere no ser identificada. "Ahora que es la líder de la oposición, está perdiendo su oportunidad para denunciar la represión y la persecución de minorías. Eso demuestra que el racismo hacia las minorías es un problema social, más que de la Junta militar".
En los últimos cuatro años, desde que recobrase su libertad, Suu Kyi -de 69 años- se ha mostrado dubitativa a la hora de abordar los grandes problemas interétnicos de Birmania, nación budista de 55 millones de habitantes -se calcula que hay un 10% de musulmanes, duramente perseguido por el resto de comunidades- enfocándose en el desafío político al Gobierno y en la presión para instalar un Estado de Derecho que ponga fin a la herencia de casi medio siglo de dictadura militar. Pero como principal líder de la oposición birmana, muchos extrañan que la política minimice las críticas y denuncias hacia las rampantes violaciones de Derechos Humanos cometidas por el ejército, que persigue, tortura, arresta y asesina con una impunidad similar a la que gozaba cuando estaba en el poder, especialmente en sus enfrentamientos con las minorías kachin, karen y shan, donde según ha documentado Naciones Unidas los civiles "se enfrentan a ataques, ejecuciones extrajudiciales, violencia sexual, detenciones arbitrarias, desplazamientos internos, confiscación de tierras y trabajos forzados". Su silencio respecto a esas atrocidades llevó a 23 ONG locales a firmar una carta abierta de protesta contra la Premio Nobel de la Paz.
En abril de 2013, un grupo de agricultores y monjes bloqueó los accesos a una mina de cobre de propiedad china cerca de Monywa: la policía intervino con especial crudeza, dejando decenas de heridos entre los manifestantes. Suu Kyi encabezó la comisión parlamentaria que investigó los hechos para concluir que la mina debía seguir operando, pese a los daños medioambientales y los conflictos de tierra que implicaba, en una decisión que desató la ira de los locales contra su partido.
Pero el ejemplo más consistente es, seguramente, su mutismo hacia las flagrantes violaciones de los derechos de la comunidad rohingya, musulmana, a la que las autoridades niegan todo derecho -incluido la nacionalidad- confinada a campos de desplazados internos, sin posibilidad de subsistir, y objeto frecuente de las iras de la comunidad budista. Ni siquiera cuando Obama destacó la persecución contra la minoría rohingya Suu Kyi se manifestó al respecto, siguiendo la línea de las autoridades birmanas, que niega a esta comunidad incluso la identidad.
"Nos gustaría haber visto a Aung San Suu Lyi hablar de forma más directa sobre los Derechos Humanos", aduce Matthew Smith, responsable de la ONG Fortify Rights, especialmente activo en Birmania. "Sus declaraciones son equívocas en lo que respecta a violaciones graves de Derechos Humanos que, en algunos casos, constituyen crímenes contra la Humanidad". "No se le pide que ejerza la autoridad política sobre su pueblo", destaca John Sifton, responsable de Human Rights Watch para Asia. "Se le pide que ejerza su autoridad moral como merecedora de un Premio Nobel de de la Paz, y ha dejado de ejercer".
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