lunes, diciembre 08, 2014

Entrevista a Antonio Rodiles en El Nuevo Herald: “Cuba es un país parásito”:

Tomado de http://www.elnuevoherald.com/




“Cuba es un país parásito”: entrevista con el activista cubano Antonio Rodiles

Por NORA GAMEZ TORRES
NGAMEZTORRES@ELNUEVOHERALD.COM
12/06/2014

Miami

Antonio González-Rodiles es un físico y matemático cubano de 42 años. También es un activista político que organizó en Cuba un proyecto de comunicación y debate cívico llamado Estado de SATS.

El nombre viene del teatro, donde el “estado de Sats” define el instante justo antes de salir a escena, cuando el actor concentra toda su energía.

Rodiles salió a la escena política con ese proyecto de entrevistas que son divulgadas a través de Internet y de TV Martí. Ahora se encuentra empeñado en la campaña Por Otra Cuba, una demanda ciudadana que exige al gobierno cubano la ratificación de varios pactos de las Naciones Unidas.

Nadador, estudiante “conflictivo” y sobrino de un alto militar cubano, su historia se vuelve aún más interesante pues entre la Física y la política, emigró, primero a México, donde recibió una candidatura a doctor por la UNAM, y luego a los Estados Unidos. En la Universidad Estatal de la Florida (FSU) hizo una maestría en Matemáticas.

En 2011, en otro punto de giro, decide volver a Cuba, una isla de la que “todos se van”—existe incluso una novela con ese nombre, de la escritora Wendy Guerra. Por eso comenzamos la entrevista explorando sus razones para regresar, nada menos que para hacer política, de la que muchos allá están saturados. También hablamos sobre los programas políticos de la oposición dentro de Cuba, la soberanía, el llevado y traído tema de las ayudas financieras y el embargo.

¿Por qué decides regresar a Cuba y, además, para dedicarte a la política?

Desde joven la política me gustaba y en mi casa se hablaba mucho de política. Desde niño crecí oyendo la Voz de las Américas, Radio Martí. Cuando salí de Cuba por cuestiones familiares y profesionales y llegué a EEUU, sobre todo a Miami, empecé a tener contacto con cubanos que también les gustaba la política y vi que muchos de ellos cargaban un gran peso: tener que abandonar su país sin poder regresar; y eso se manifestaba en una frustración. Yo me pregunté qué quería hacer con mi vida, si realmente quería seguir esta vía profesional y quizá, dentro de muchos años, lamentarme que no había hecho nada por Cuba. Mi decisión fue regresar y ver qué se podía hacer. A partir de eso surgió la idea de Estado de SATS.

Creo que una vez que uno comienza a dar pasos en Cuba, el propio sistema te va llevando a que tú des otro, por la misma represión. Quizá no llegué, al principio, a hacer todo lo que estoy haciendo, sino más bien a hacer un proyecto entre lo cultural, lo académico y lo cívico, pero la misma naturaleza del régimen te lleva a asumir posturas más verticales.

¿Crees que valió la pena regresar en este momento?

Yo creo que sí. Es una decisión dura, porque cuando uno llega a Cuba se da cuenta que es un territorio del absurdo y la estupidez, por un sistema que obliga a que la gente viva en condiciones de miseria por gusto. El cubano es una gente emprendedora, se ve aquí en Miami y, sin embargo, el país está hecho añicos; y eso es porque el sistema no permite que el individuo pueda ser libre, en su pensamiento, en sus acciones.

Yo creo que sí vale la pena, porque cuando estaba fuera de Cuba, yo sentí que pertenecía a ese lugar, a esa casa donde crecí; y participar en el proceso de cambiar esta situación y después reconstruir el país es una experiencia única.

Se ha hablado mucho de la llamada “solución biológica” para Cuba pero ¿eso no supondría que hay que esperar al momento en que Fidel y Raúl Castro fallezcan y todo lo que suceda antes es una especie de impasse?

Yo creo que las cosas en la historia no ocurren de forma discontinua. Ahora mismo en Cuba se está entretejiendo de nuevo esa sociedad que estuvo tan desarticulada durante tantos años, la gente lo está haciendo a pesar del sistema. Todas las necesidades que empiezan a tener los cuentapropistas, los jóvenes profesionales, los artistas empujan a una dirección, a tratar de rescatar sus espacios y armar grupos. Los ciudadanos están reclamando con más fuerza sus derechos, están hablando con mucha más libertad.

¿Existe diálogo entre grupos opositores establecidos y aquellos que no quieren ser etiquetados como tal pero quieren hacer cierta crítica social? Por ejemplo, ¿a Estado de SATS asisten personas que no son opositoras?

El régimen cuida mucho eso. En 2013, que tuvimos una asistencia por encima de las 300 personas en un festival que hicimos, ellos decidieron recrudecer la represión porque se dieron cuenta que estaban asistiendo personas que no tenían nada que ver con la oposición.

Nosotros sí intentamos ese diálogo, hemos tenido entrevistas con personas que no pertenecen a grupos de la oposición: un investigador de un centro en La Habana, un cooperativista, algunos cuentapropistas...

¿Han tomado represalias contra esas personas?

Sí, siempre han tratado de amenazarlos pero de todas formas creo que eso va en incremento. En la campaña Por Otra Cuba—que demanda al régimen que ratifique e implemente los Pactos [de la ONU]—ahora mismo se está repartiendo una boleta para que las personas la firmen y la entreguen personalmente al Consejo de Estado, o la envíen por correo certificado, y están firmando las personas que no tienen que ver con la oposición. Creo que el trabajo está llegando pero lleva esfuerzo y sistematicidad.

Hay mucho énfasis en tu trabajo y en el de otros opositores en los derechos humanos. Aunque fue un tema fundamental en las transiciones en Europa del Este, ¿crees que centrar las demandas de la oposición en los derechos humanos está funcionando como estrategia política en Cuba?

Creo que sí, pero hay que buscar la arista que les interesa a las personas. Por ejemplo, los cuentapropistas ahora están totalmente indefensos contra el sistema, no tienen los mecanismos para demandar a un inspector, o que se les bajen los impuestos. Y se están dando cuenta que sí necesitan de un sindicato independiente, de un abogado independiente que los pueda defender. Depende de cómo enfoquemos el tema de los derechos humanos.

Dentro de ese tema está la libertad de asociación, y ella implica sindicatos libres, grupos gremiales y hay una demanda de todo esto en el país, pero hay que explicarle al ciudadano común cómo se relacionan esos derechos humanos—que es algo abstracto— con la vida cotidiana.

Algunas personas notan la ausencia de un programa social dentro de la oposición ¿Es una elección no centrarse en temas sociales? ¿Eventualmente esto ocurrirá?

No puedo hablar en nombre de todos los grupos de la oposición, te hablo en nombre del trabajo que hacemos nosotros. Sabemos que la aparición de partidos políticos con programas de trabajo llegará obligatoriamente. Desde mi perspectiva, el tema que toca ahora a la oposición, principalmente, es abrir las compuertas para que la sociedad pueda ocupar los espacios que le tocan. La misma forma de trabajo del gobierno no permite que se puedan articular grupos coherentes, con todo un programa bien estructurado, con el capital humano necesario para trabajar en estos programas y la articulación de grupos más amplios. Eso la misma represión del régimen no lo permite.

A mí me parece muy peligroso que empecemos a elaborar cosas muy estructuradas sin un consenso y sin una base social. Creo que primero hay que trabajar por buscar esa base social, comentándoles cuál es la idea que tenemos sobre cómo reconstruir el país, pero no cosas muy específicas porque eso toca a partir del momento en que se empiece a reestructurar todo.

En Cuba todavía no se reconocen los partidos políticos, pero en EEUU, por ejemplo, hay políticos con una agenda más liberal o más conservadora y eso implica modelos distintos de sociedad…

Pero eso existe en Cuba. Hay grupos que hablan desde la socialdemocracia. Particularmente me interesa más la visión liberal clásica. Para armar ya un grupo político sí se necesita más, pero el germen está. A mí no me gusta vivir en la fantasía, me gusta vivir en la realidad, y el papel que me toca a mí y a los que estamos trabajando en esta campaña Por Otra Cuba es empujar para que se abran las compuertas y el país empiece a rearticularse y armarse como una sociedad normal. Si no tenemos grupos estructurados, ¿en dónde hacemos política?, ¿con quién la hacemos? La política se hace con una base social y eso es lo que el régimen se ha ocupado de tener dispersa y atomizada.

A la hora de captar a esa base social, ¿no crees que ayudaría tener algún tipo de demanda social que haga a la gente ver que tu proyecto se conecta con sus vidas cotidianas?

La demanda social ahora misma está relacionada con el tema de los Pactos. El primer paso que queremos es que se le regresen al pueblo cubano sus libertades fundamentales. Una vez que se le regresen sus libertades fundamentales van a aparecer los grupos gremiales, los sindicatos, va a reestructurarse toda la sociedad, y se va a poder hacer política en serio. Ahora nos estamos enfocando en frenar la represión, en empujar y abrir esa puerta, enlazarle al pueblo cubano los derechos humanos con su vida cotidiana y que entiendan que sin esos derechos, no va a ser posible reconstruir ni hacer nada en Cuba.

¿Qué tipo de transición se está gestionando ahora mismo en Cuba?

Cuando colapsa el muro de Berlín, muchos analistas tienden a creer que todo va a moverse hacia las democracias liberales. Y la historia demostró que no. Han aparecido nuevas formas de autoritarismo que usan las mismas herramientas de la democracia, hacen elecciones, tienen una supuesta prensa libre y una supuesta sociedad civil, pero al final, lo que logran construir es una democracia falsa. Ese es el dilema que hay en Cuba: si nos vamos a mover a un autoritarismo con estas condiciones o si nos vamos a mover a una democracia.

En Cuba estamos ante ese gran riesgo, que el país se mueva hacia el autoritarismo, apoyado por países latinoamericanos a los que les está siendo atractiva este tipo de dinámica social. Y ahí tenemos que ser muy verticales nosotros y por decirlo de alguna forma, muy radicales. Yo no quiero que la clase que está en el poder en Cuba ahora, herede a su familia, a sus aliados, y tengamos un autoritarismo capitalista por los próximos 20 o 30 años. El resultado final lo sabemos previamente: van a construirse las mafias, el crimen organizado va a estar allá adentro, el tráfico de drogas, el tráfico humano—que ya está funcionando con bastante fuerza a través de México conectado con el grupo de los Zetas, que mueve a los cubanos en territorio mexicano para que crucen la frontera. Desde Cuba no vamos a descubrir nada nuevo: si se va hacia el autoritarismo capitalista, sabemos lo que vendrá en el mediano plazo; si va hacia una democracia, habrá grandes retos.

¿Cómo se podría evitar ese traspaso de poder?

El trabajo dentro de la isla debe incrementarse, desde la oposición, y también el apoyo de la comunidad internacional. Creo que sería nefasto que la comunidad internacional acepte este tipo de transferencia de poder en Cuba y le de un cheque en blanco a Raúl Castro y no siga ejerciendo presión. Por eso creo que el embargo es tan importante en el caso de Cuba; eliminar las sanciones en un momento en que ellos están desesperados buscando financiamiento sería fatal, porque les permitiría hacer esa transferencia.

Hay veces que se discute si fue o no efectivo, pero lo que sí es real es que si en este momento el régimen recibe los fondos y los recursos que necesita, va a poder hacer esa transferencia y tendremos a esos grupos políticos durante los próximos 30 años.

Hay personas que alegan que un levantamiento de las sanciones ayudaría también a la democratización del país. ¿Qué crees de este argumento?

Yo creo que es muy ingenuo. Ahí tenemos el caso de Venezuela, contra Venezuela no hay ninguna sanción económica. Y mira lo que está pasando. Leopoldo López está preso, ahora se está hablando que María Corina [Machado] va a ir presa, la represión ha sido intensa, han creado grupos para-policiales que reprimen impunemente sin ninguna responsabilidad legal. Decir que porque van a visitar Cuba un más o un poco menos de norteamericanos eso va ayudar a que el país transite hacia la democracia, es demasiado ingenuo y es desconocer lo que ha pasado en el mundo.

Pero quienes están a favor de la normalización consideran que el embargo solo pone más presión al pueblo. Dentro de Cuba, muchos tienen también esa impresión.

La gente sabe que el problema es Fidel Castro, la gente lo dice en la calle. A estas alturas del partido todo el mundo sabe que los responsables de la situación que estamos viviendo es esa élite que está en el poder, que ha acumulado riquezas, que tiene a su familia viviendo en condiciones muy distintas a las que viven el resto de los cubanos. Las personas también están claras de quién está todo el tiempo poniendo restricciones, en la Aduana, para los micronegocios. Es el Estado, es el sistema.

La mayoría de los cubanos estamos claros también de que nos mantenemos viviendo por las remesas que vienen de EEUU y el envío de bienes y medicamentos es descomunal. El embargo, por una parte, sí tiene que ver con el otorgamiento de créditos, con los viajes de los norteamericanos, con la transferencia de algunas tecnologías pero, por otra parte, el cubano común, que no está implicado en temas de política, sabe muy bien que se mantiene viviendo por su familia que está en EEUU y que le envía los medios para sobrevivir.

Grupos dentro de la isla que tienen arraigo en intelectuales y académicos plantean la cuestión de la soberanía como el punto de distinción entre lo que sería una oposición “leal” y otra oposición sin adjetivos que se supone desleal. ¿Cuál es tu postura en este tema?

Para mí la soberanía radica en el individuo, no radica en un ente abstracto, que desconozco qué cosa es. Como ser humano, la soberanía significa para mí que yo tenga mis libertades fundamentales y que yo pueda asociarme, integrarme a grupos que me interesan y así ir generando las cosas a nivel de las instituciones, pero basado en las libertades fundamentales del individuo.

Yo no entiendo a qué llaman soberanía cuando tienes un país donde los individuos tienen que depender del dinero que le mandan familiares que están viviendo dentro del “imperialismo”. Es absurdo, que el país dependa siempre de otro país, que sea un país parásito, primero de la Unión Soviética, ahora de Venezuela. Cuba es un país parásito. ¿En qué radica la soberanía en Cuba? ¿Radica en que se permita que un número de personas ostenten el poder por tantos años y aplasten a los demás? Yo no lo entiendo.

Para mí la soberanía tiene que ver con mis libertades fundamentales y que yo sea una persona próspera y que pueda desarrollarme. Lo demás es pura palabrería que al final lo que está buscando es esconder un totalitarismo que ya se hace insoportable para todo el mundo, son 55 años.

Otro tema muy debatido es la relación de la oposición con el gobierno de EEUU. Existe una ayuda aprobada por el Congreso para apoyar a la disidencia interna y ese ha sido el punto más explotado por el gobierno cubano, que acusa a los opositores de ser “neoplattistas” ¿Qué puedes responder a quienes alegan que la oposición que tiene vínculos con el gobierno de EEUU no es “leal” y no quiere la soberanía del país?

Lo que ha ocurrido es que no solamente los cubanos, los latinos nos hemos ido anexando a la Florida. En la práctica, la Florida es la puerta de entrada de América Latina a EEUU. Cuando transito por las calles de Miami, lo que veo es la cultura cubana.

Hay que entender que el mundo está globalizado; cuando hablamos de “plattismo”, estamos hablando de algo de finales del siglo XIX [sic] y estamos en el siglo XXI con dinámicas distintas. De hecho los espacios ya no son solo físicos, está el ciberespacio. Yo creo que hablar en esos términos es repetir un discurso gastado. Estar hablando de estos nacionalismos tan verticales me parece absurdo. Yo no he escuchado nunca la intención de ningún gobierno de que Cuba sea parte de su territorio.

Sobre el tema de las ayudas, generalmente son ONGs—no solamente en EEUU, en Europa también—que tienen relación con la incipiente sociedad civil cubana y tratan de ayudar; eso es lo que pasa normalmente en todas partes.

Pero, ¿crees que el hecho de que el gobierno de EEUU destine un dinero para la democratización de la isla ha beneficiado o ha sido perjudicial para la imagen de la oposición dentro de Cuba?

¿Qué hace el régimen de La Habana en Venezuela, en Bolivia y en otros países? Ellos han hecho cosas incluso mucho peores, han puesto a la Seguridad del Estado al servicio de ciertos grupos de poder y han ayudado a preparar a todos estos grupos parapoliciales. Eso sí es una intervención ofensiva. En este otro caso no, se destinan ayudas, ahora mismo a personas que han salido a conocer realidades de otros países, en Europa, en América Latina. Yo creo que eso es parte de lo que ocurre en este mundo actual. Ahí hay una mezcla, no solo son gobiernos, las ONG reciben parte de ayuda privada, parte de gobiernos y la destinan a capacitación de grupos de la sociedad civil en países donde la situación es más difícil.

Ahora mismo hay un debate en la prensa estadounidense sobre si los programas de ayuda a la democratización son pertinentes o no, que se inserta en un debate mayor sobre la política exterior hacia Cuba…

El caso de Cuba es muy particular. Quizá en otros países quien está tratando de desarrollar un proyecto puede generar sus propios fondos, pero en el caso cubano… En mi caso particular, mis padres rentaban habitaciones a turistas, lo primero que pasó cuando comenzamos a realizar estas actividades fue la amenaza de que “le vamos a quitar la casa y la licencia”. Lo que hicieron fue tratar de cortar todas las vías de entrada de dinero. No es lo mismo una dictadura que un totalitarismo, son dos cosas distintas. Este logra controlar todos los aspectos de la vida y logra cortarte la posibilidad de generar tus propios recursos, mucho más para hacer un proyecto que pueda retar al poder vigente. Todo eso está fríamente calculado. Decir que el cubano puede internamente generar los recursos para poder contribuir a un cambio de régimen es totalmente absurdo.

Al cabo de dos años de la reforma migratoria que permitió a opositores salir fuera del país, ¿qué balance haces de esta experiencia?

Como todo en la vida tiene lados positivos y negativos. Para algunos ha sido importante poder salir. En mi caso [he podido] estar mucho más activo en la cuestión de la ratificación de los pactos. Recientemente, pude tener una entrevista con Christian Leffler, que es el negociador por parte de la Unión Europea (UE) y con distintas cancillerías. Es muy importante tener ese contacto personal.

Hay muchas críticas también de personas que están saliendo, que no están capitalizando los viajes en resultados políticos o para sus profesiones. En la medida que pase el tiempo, los mismos grupos con los que se hacen los intercambios irán dándose cuenta quiénes pueden resultar más efectivos. No solamente los errores son de los que estamos en Cuba, también [son] de los grupos que están fuera. Es bueno que se cuestione porque obliga a un debate y a que las cosas sean más eficientes. El resultado general es positivo.

¿Has notado algún aumento significativo de acciones represivas?

El régimen está ensayando nuevas estrategias. En los últimos días, hemos visto incidentes dentro de los grupos opositores. Eso responde a una premura de hacer movimientos más atrevidos y mostrar un rostro distinto hacia la comunidad internacional. La estrategia ahora es usar personas que están dentro de los grupos opositores o usar personas que “sembraron” para generar estos conflictos.

Sí tengo que decir que, en algunas ocasiones, con la intención de crecer y tener más impacto, han entrado en los grupos opositores personas que no serían en ningún lugar del mundo tomadas como defensoras de derechos humanos. Es parte de la crítica que tiene que existir dentro de la oposición. El movimiento opositor en Cuba tiene que tener un perfil muy claro de las personas que desea que estén dentro de él para que realmente se gane un prestigio dentro de la sociedad cubana. De lo contrario, el gobierno va a usar eso para tratar de denigrar al movimiento opositor.

Te has reunido con Christian Leffler, que está al frente de las negociaciones entre Cuba y la Unión Europea para la firma de un nuevo acuerdo bilateral ¿Qué se puede esperar de esas negociaciones?

Posiblemente, y es lo que esperamos, siga el mismo cauce de otros procesos de negociación que se han suscrito con otros países. Mi impresión es que la UE no va a separarse de lo que regularmente fija con otras naciones y la UE tiene dentro de su constitución el tema de derechos humanos como algo fundamental; creo que eso estará en el caso de Cuba

Me pareció excelente que el canciller español [José Manuel García] Margallo, cuando fue a Cuba, mencionó el tema de los pactos como un paso inicial para destrabar la situación que se vive en el país. No creo que haya sido iniciativa propia, es parte de un consenso en los países europeos. Me agrada porque ha sido un proceso largo el poner esta carta, desde nuestra parte, en ese proceso de negociación y está funcionando.