miércoles, mayo 13, 2015

Claudia Peiró entrevista al chileno Roberto Ampuero: “Sólo quienes no lo han vivido son fervientes admiradores del socialismo”

Roberto Ampuero


Sólo quienes no lo han vivido son fervientes admiradores del socialismo”

Por: Claudia Peiró
11 May 2015 “

En "Detrás del muro", el escritor chileno Roberto Ampuero relata los años que vivió en el Berlín oriental y comunista. Un antídoto contra la desmemoria "impulsada por un sector de la izquierda", que fue testigo, pero calla

"Me agota discutir sobre el socialismo con quienes no han vivido en él o lo conocen de viajes turísticos o breves jornadas de trabajo de solidaridad revolucionaria", escribe Ampuero en este libro subtitulado "Novela de mi memoria imprecisa".

El muro es el gran protagonista, un muro que no puede ser mencionado bajo la dictadura totalitaria como no sea con el eufemismo de "valla de protección antifascista", y que sólo los que viven de un lado anhelan traspasar.

En 1973, Ampuero, entonces militante de la Juventud Comunista, debió huir de Chile para ponerse a salvo de la represión después del golpe pinochetista. Se refugió entonces en Alemania Oriental, y poco después partió hacia Cuba donde vivió durante cinco años. De esa experiencia es su imperdible Nuestros años verde olivo –otra memoria novelada-, en el que relata su decepción ante el espectáculo de lo que resulta de la utopía comunista al fin concretada.

Detrás del muro (Sudamericana, 2015) es la secuela de aquellas memorias. Perdida la fe socialista, Ampuero sabe que no puede recuperar fácilmente la libertad. En Cuba también hay un muro, intangible, aunque reforzado por el mar. Optará por volver a Berlín oriental, con la finalidad declarada de completar sus estudios de marxismo y con la intención secreta de convertir esa estadía en una transición hacia Occidente, lo que logrará cinco años después.

Para ayudar a la reconstrucción de esa etapa, de 1979 a 1983, Ampuero volvió en 2013 al Berlín ya reunificado y recorrió los sitios en los que vivió y donde –otra paradoja- el recuerdo de esos años parece más alejado que en Chile: "El comunismo (...) solo está en los textos de historia, a diferencia de lo que ocurre en mi patria, donde el Partido comunista sigue admirando a Fidel y a Raúl Castro y celebra el modelo de Corea del Norte", escribe.

De paso por Buenos Aires, invitado a la Feria del Libro, Ampuero dialogó con Infobae.


Su libro parece una interpelación a sus ex camaradas de exilio, que también vivieron bajo estos regímenes, pero no hablan de esa experiencia...

Había varias ideas: recorrer el propio pasado en términos personales, pero también ese pasado que termina en 1989, cuando concluye la Guerra Fría. Y, al igual que En nuestros años verde olivo, pero aquí en Alemania Oriental, me interesa también la reacción de quienes vivieron en ese mundo. No para que concuerden conmigo, sino para que, aun disintiendo, digan "esto es lo que yo recuerdo haber vivido detrás del Muro, y me resultó maravilloso vivir encerrado con los alemanes orientales"... Pero que lo digan. Este libro también recuerda esa historia de latinoamericanos detrás del muro. Porque cuando hablamos de Alemania Oriental, pensamos sólo en los alemanes, pero también hubo muchos latinoamericanos que, debido a la Guerra Fría, terminaron viviendo detrás del muro y lo curioso es que no hay memoria de eso, no hay registros, no hay ensayos. La indagación que queda para la historia es por qué nadie más cuenta sobre eso. Debe haber habido gente que se sintió feliz, realizada, en un Estado tan protegido en todo sentido. Que lo digan, que aparezcan. Pero la gran mayoría guardó silencio, ¿por qué? Creo que por un doble estándar y por una gratitud mal entendida. En algún momento quizás consiguieron un departamento, un automóvil, una beca...

A veces hasta tenían un estatus privilegiado respecto a los locales...

Exactamente, por lo general había un trato privilegiado respecto al ciudadano de última categoría que era el nacional. Por esa gratitud, se opta por silenciar la crítica al totalitarismo, a lo que fue esa dictadura, y es un doble estándar porque al mismo tiempo se critica, y con razón, a las dictaduras de derecha que hubo en América Latina. ¡Cuánto cuesta construir un mínimo común denominador, por el cual condenemos a todas las dictaduras, de izquierda, de derecha, para poder generar una América latina más democrática, con respeto a los derechos humanos, con más seguridad, con desarrollo futuro!

¿No hay también una reticencia a la autocrítica? ¿O el temor a tener que admitir que mucho de su lucha fue en vano?

El silencio está también relacionado con la edad de la persona. La decepción implica siempre una herida y un proceso de curación. Para quien era joven, había tiempo para curarse y redefinirse. En cambio el dirigente que se identificaba con los socialismos reales, y ya tenía 40 ó 50 años, dependía de mantener esa ficción. Entonces, sostiene que un sistema que, a todas luces no era democrático, sí lo era, y que era necesario y justo, porque su vida personal depende de que sostenga esa ficción.

Romper con una visión basada en un dogma implica una caída en la orfandad total, y cuando tú perteneces a un movimiento basado en el dogmatismo, como es el comunista, tienes una posición muy cómoda, porque tienes respuestas para todo, establecidas de antemano, eres nutrido por las interpretaciones necesarias, por la verdad revelada. Cuando tú rompes con esa visión, y sobre todo en un mundo donde no existe la literatura que te permite conectar con individuos que han hecho un proceso parecido, como Berlin, Popper, Hayek, cuando no está eso, sientes que tu posición es injustificable, que eres de una minoría total, o piensas: ¿no seré un traidor? ¿No seré un desagradecido? ¿No debería guardarme las críticas porque estoy viviendo en un país que me ha recibido? No es fácil, es un ejercicio muy difícil, doloroso, de muchas dudas, soledad, de saber y sentir que la mayoría te rechaza, porque el dogma sigue primando en esas personas. Y entonces tienes que reconstruir tu vida, tu entorno, tus amistades y tu discurso, y encontrar algún tipo de concepciones político ideológicas que han sido desarrolladas previamente por gente que ha sufrido procesos similares, y tiene una visión crítica de esos regímenes autoritarios desde el punto de vista democrático. Es una experiencia dura, que lleva muchos años.

¿De qué autores pudo nutrirse?

De ninguno, porque viví en Cuba y en Alemania Oriental. Sí me acuerdo haber visto en algún momento, de pasada, porque acababa de salir, el libro de Jorge Edwards, Persona non grata (*). Que un chileno hubiese escrito críticamente sobre Cuba me parecía entonces muy mal, cómo era posible que se criticara a Cuba, cuando debíamos concentrar todo nuestro fuego contra la dictadura de Pinochet. Era hacerle el juego al enemigo. Olvídate de encontrar un texto de Popper, de Kundera, de Solyenitzin... ¡Bulgákov! El maestro y Margarita, me lo presta en un momento Heberto Padilla (**), y ya había que leerlo con mucho cuidado. Yo no tenía conexión posible con el pensamiento liberal, con la crítica a los totalitarismos.

Usted escribe que "recibir algo del régimen y discrepar de él era una expresión de traición". ¿Le sorprende que, 20, 30 años después del fracaso de esos sistemas, aparezcan rasgos estalinistas en algunos gobiernos latinoamericanos? Hace pocos años, en esta misma Feria del Libro, no dejaron hablar a la médica cubana Hilda Molina, y esta vez intentaron hacer lo mismo con Alberto Muller, otro disidente cubano...

El silencio en el que cayó la izquierda mundial tras la caída de los socialismos reales fue una etapa que quedó atrás, fundamentalmente gracias a la desmemoria o a la mala memoria, y porque sectores liberales, de centro o de derecha, no le dan la importancia debida a la batalla de las ideas. Eso facilita que se olvide algo que ocurrió hace muy poco y que podría arrojar lecciones para los individuos y los países. Aquella articulación de izquierda, que veía su realización en el socialismo realmente existente, cuando éste desparece, pasa un tiempo sumergida, pero luego se reorganiza, apuesta a la mala memoria, al olvido, y aparece hoy como populismo, una versión nueva de aquello que conocimos y que antes estaba más identificado con un orden político y económico bien definido. Eso es lo que le da hoy la fuerza porque se desvincula de aquella responsabilidad, apuesta por una alternativa más vaga pero al mismo tiempo empieza a rescatar algunos de los íconos de aquella época, como el Che Guevara y el castrismo. Hay gente que sostiene que el régimen de dos hermanos que ya supera los 50 años es democrático... es inconcebible e injustificable, pero pasa, y creo que esa pérdida de memoria elaborada e impulsada por un sector de la izquierda, junto al hecho de que los liberales no hacen su tarea en la batalla de ideas, contribuye a esta situación y creo que este populismo, con subsidios, con clientelismo, va a seguir siendo un factor político importante en nuestros países. Es un riesgo grande y pareciera que América Latina vuelve a caer en un nivel que solo queda lamentar. Mientras tanto, no sólo los países europeos del este han empezado a recuperarse económicamente, dando por superada aquella etapa y con pragmatismo, sino incluso el África está mostrando crecimiento. América Latina en cambio...

Y con respecto a Hilda Molina y Alberto Muller, me parece muy inquietante que se utilicen recursos filo fascistas para impedir que la gente plantee lo que piensa, es grave para el desarrollo de una sociedad democrática. Impedir la libre expresión y la circulación de los libros nos lleva a las noches más negras de occidente; sean de izquierda o de derecha, son prácticas condenables.

Para transmitir el clima de una época a quien no la ha vivido, ¿es más eficaz la novela que el ensayo?

Son dos formas distintas de tocar los temas, pero en el sentido de empatizar, de captar, de sentir una época, la novela, por su plasticidad, por el hecho de que aparecen seres de carne y hueso, amando, odiando, teniendo miedo, permite que las personas se imaginen más el clima bajo el cual se vivió en una época, permite rearmar la estructura de los sentimientos de una época. En Chile hay otros libros que hablan de Europa del Este, pero ninguno tan leído como éste. Y ningún libro ni biografía ha tenido tantos lectores como mi novela El tango de Salvador Allende. Lo mismo pasa con El caso Neruda, en un país donde se lo lee y se escribe sobre él.

¿Cree que caerá pronto el "muro" castrista?

Raúl Castro sabe que ya no podrá seguir contando con la asistencia económica de Venezuela, sabe que Venezuela tiene los días contados, y su acercamiento a Estados Unidos obedece a una nueva forma de supervivencia; la tuvo con la URSS, con Venezuela, y ahora vuelve al imperio para buscar allí un tipo de asistencia. Pero ese acercamiento y el hecho de que empiecen a circular decenas de miles de turistas norteamericanos permitirá a muchos cubanos independizarse económicamente del Estado, vinculándose a actividades de servicios. A muchos miembros de la dirigencia cubana, civil o militar, los va a consolidar en su visión de que debe haber vida más allá del socialismo y les hará ver oportunidades que van a contribuir a que esto se vaya resquebrajando.

¿Hay una verdadera reunificación en Alemania?
En el socialismo se pierde dos veces. Una, por vivir bajo ese régimen, otra, cuando viene la transición al capitalismo. Alemania Occidental financió y restauró una economía quebrada como era la oriental; desde cero, porque ya nada funcionaba. Pero para el ciudadano germano oriental la experiencia no es fácil porque por haberse acostumbrado a una sociedad sin competencia, donde el Estado paga tu sueldo, aunque muy modesto, pero de pronto entrar a un mundo de competencia, donde el conocimiento es importante, donde nadie te asegura nada, es muy difícil. Para los jóvenes es más fácil, pero para todos aquellos que tenían entre 40 y 60 años cuando cae el muro la experiencia es muy difícil. Eran todos empleados del Estado. Se ha logrado una integración a nivel económico, aunque Alemania Oriental todavía está a un 30% de distancia del nivel de desarrollo de la Alemania Occidental. Cuando cae el socialismo lo que queda es una gran población sin recursos de ningún tipo, sin ahorros, sin capacidad de iniciativa propia, de comprarse un negocio, porque el dinero que ganaban era una miseria, y el occidental se encuentra con un país barato, donde puede comprar negocios, departamentos, y eso lógicamente genera resentimiento. Por eso digo que se pierde dos veces en el comunismo. Pero el país va hacia la integración.

¿No hay añoranza por el pasado?

Puede haberla. La veo en Chile en cierta gente, cuando se habla de los 70, se idealiza el gobierno de Allende. Hoy Chile tiene un nivel de pobreza de alrededor del 14% y en aquel momento casi la mitad de la población era pobre, había gente descalza que pasaba hambre, ese era el Chile real, pero el proceso de idealización de aquellos años es asombroso. Y si hay varias generaciones que no han conocido esa historia y se les dice eso, terminan creyéndolo. Es una izquierda retrógrada absoluta, que ve el futuro en el pasado. El pasado siempre se puede idealizar, es como un refugio frente a las tareas y los desafíos que te esperan. Es un riesgo y en eso se apoya el populismo. En no hacer referencia a que ya hubo algo parecido en el pasado.

Quizá lo más fuerte como mensaje de este libro es la paradoja de que los más ardientes defensores de estos sistemas totalitarios son personas que no han vivido en ellos...
Hubo un debate muy interesante en los 80 entre Mario Vargas Llosa y Gunther Grass. Vargas Llosa le dice a Grass que su planteo es paternalista y rayano en el racismo, porque él rechaza para Europa regímenes como el de Ceaucescu, o el de Alemania Oriental, Polonia, la URSS; sin embargo, considera que para América Latina el régimen de Cuba sí es bienvenido. Y lo peor que hay es el turismo político. Yoani Sánchez dijo que mucha gente está yendo a Cuba para ver "eso" antes de que desaparezca, antes de que cambie, y ella pide que cuando vayan a Cuba ayuden a que Cuba cambie.

Cuando cayó Allende muchos chilenos se fueron a vivir a Cuba. Cuando termina la dictadura, diría que el 98% de ellos vuelve a Chile, salen de Cuba, no se quedan a vivir allá. A la inversa, muchos cubanos están emigrando a Chile. Dejan el socialismo donde tienen todo asegurado, para venir a vivir al capitalismo salvaje, neoliberal.

Usted dice que no termina de entender por qué adhirió al comunismo, y que hoy defiende la economía de mercado y la democracia liberal. ¿Pero las razones que impulsan a abrazar estas ideas no están en el mismo sistema capitalista?

Que uno critique al populismo, que hoy es el principal enemigo de la libertad en América Latina, no significa que se idealice el funcionamiento de nuestras repúblicas y de la economía de mercado, fundamentalmente en el aspecto de la colusión de intereses, ya sea entre empresarios que se ponen de acuerdo para abusar del mercado como entre empresarios que llegan a acuerdos con los gobiernos populistas para asegurarse segmentos de mercado. Desde el punto de vista liberal lo que se quiere es la igualdad de condiciones para la competencia real. Otro tema que los liberales deben abordar es la pobreza, la forma de superarla, la urgencia de ciertas situaciones que en el corto plazo no necesariamente pueden resolver los mecanismos de mercado, la forma en que tú puedes dosificar la presencia y el papel del Estado en estas medidas, y esto tiene que ver con una mayor sensibilidad social que no es patrimonio de la izquierda. Si lo fuera, los países comunistas habrían resuelto estas cosas y en Europa occidental y EEUU no habría riqueza ni prosperidad.

(*) Escritor chileno que fue embajador del gobierno de Salvador Allende en Cuba, en 1971. Como no cayó rendido a los pies de Fidel Castro, La Habana lo declaró persona non grata. Con ese título, publicó un relato de esa experiencia en 1973.

(**) Poeta cubano disidente al que el régimen encarceló y luego obligó a la humillación de la autocrítica y más tarde al exilio.