jueves, septiembre 17, 2015

Alfredo M. Cepero: POLÍTICA, DEMOCRACIA Y REPÚBLICA


Tomado de http://www.lanuevanacion.com

POLÍTICA, DEMOCRACIA Y REPÚBLICA

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Y yo estoy convencido de que el ausentismo en las urnas es la forma más segura de dar un tiro de gracia a la democracia y, por ende, a la convivencia civilizada.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero

Desde el "pan y circo" de los emperadores romanos hasta el "hope and change" de Barack Obama los malos gobernantes han utilizado a través de la historia una variedad de lemas y argucias para adormecer a los pueblos que quieren manipular y someter a sus caprichos. Otros ejemplos recientes han sido los espectáculos elaborados de banderas, luces y sonidos de la Alemania de Hitler, el llamado a los "descamisados" de Evita Perón en la Plaza de Mayo y las concentraciones multitudinarias en la Plaza de la Revolución en la Cuba de los tiranos Castro. Por desgracia los pueblos han contribuido a su encantamiento con su propia ignorancia e indiferencia sobre asuntos de política, democracia y república, una situación prevaleciente hasta en unos Estados Unidos considerados hasta hace poco tiempo la democracia más madura y estable del mundo.

Como pueden ver mis lectores me he metido en un tema elaborado y profundo cuyo estudio serio demandaría varios cursos universitarios sobre ciencias sociales. Pero mi objetivo no es mostrar erudición ni hacerlos a ustedes eruditos en estos conceptos de política, democracia y republica. Me conformo con proporcionar información básica sobre los mismos y con sembrar suficiente inquietud en la ciudanía como para estimular a los electores a informarse sobre los candidatos y sus políticas antes de presentarse en las urnas. De ahí que tocaré únicamente los puntos que considero de mayor importancia para lograr mis objetivos.

Cinco siglos antes del nacimiento de Cristo ya Platón con su "República" y su discípulo Aristóteles con su "Política" advertían a sus conciudadanos griegos sobre los peligros de la fe ciega en sus políticos. Un breve recorrido a través de autores y tiempos nos muestra que Confucio relacionó el buen desempeño como gobernante con la aptitud ética, Platón argumentó que todos los sistemas políticos son corruptos por naturaleza y que el gobierno debía recaer en una clase educada para esa actividad; Aristóteles aseguró que la política es intrínseca a la naturaleza del hombre, que es necesaria para vivir en plenitud moral. Nicolás Maquiavelo aseveró que el fin justifica los medios, resumiendo una postura consistente en acceder a posiciones de poder mediante la utilización de subterfugios.

Lamentablemente, hemos sido testigos de cómo los malos gobernantes han optado por seguir el consejo de Maquiavelo en vez de las admoniciones edificantes de Platón y Aristóteles. Esto ha conducido tanto a politólogos como a políticos honestos a expresar opiniones diversas y hasta contradictorias sobre la política. Jean-Jacques Rousseau, el padre de "El Contrato Social" dijo que: " El verdadero fin de la política es hacer cómoda la existencia y felices a los pueblos". Del otro lado del prisma, un hombre siempre directo y cáustico como el ex presidente Harry Truman se lamento del lodazal político diciendo: "Cuando era joven había decidido ser pianista en un burdel o político profesional. A decir verdad no hay mucha diferencia".

Sin embargo, pienso que la política podrá no ser una ciencia exacta o un crisol de virtudes, pero debe de ser la aceptación del arte de lo posible en que una sociedad sea capaz de funcionar para beneficio de todos sus miembros. En las consultas periódicas que caracterizan a una democracia, los electores no deben de aspirar a candidatos perfectos sino deben de aceptar la realidad de escoger entre algunos de los "menos malos". La alternativa es no ir a votar. Y yo estoy convencido de que el ausentismo en las urnas es la forma más segura de dar un tiro de gracia a la democracia y, por ende, a la convivencia civilizada.

Hablando de democracia, mi definición predilecta de ella fue dada por aquel iluminado de la justicia que se llamó Abraham Lincoln. En su discurso con motivo de la victoria de Gettysburg, Lincoln la definió como: "El gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo." Puesta de otra manera, es la participación del pueblo en la acción gubernativa por medio del sufragio y del control que ejerce sobre lo actuado por el estado. A mayor abundamiento, es un modo de vivir basado en el respeto a la dignidad humana, la libertad y los derechos de todos y cada uno de los miembros de la comunidad.

Pero esas son definiciones de la democracia en su manifestación ideal. La realidad es muy diferente. La democracia ha sido víctima de tiranos y demagogos que han oprimido y engañado pueblos para hacerse del poder y disfrutar de las prebendas que trae consigo. Una de ellas la mal llamada República Democrática Alemana, una dictadura comunista supeditada a la hegemonía de la Unión Soviética.

Ahora bien, en su aplicación más común hay dos formas predominantes de democracia, la representativa y la participativa . La representativa supone que los individuos eligen mediante el voto a sus representantes, pero la participación de éstos no se extiende más allá de esta acción de voto. En cambio, la democracia participativa supone una actividad mucho más amplia de los ciudadanos en el área política, como pueden ser las consultas populares o las audiencias públicas. Esta última forma fue desvirtuada por tiranuelos como los Castro y los Chávez, quienes dijeron que no eran necesarias elecciones con opciones de candidatos porque sus pueblos los habían aclamado a ellos en actos colectivos y marchas multitudinarias.

En casos especiales se ha hablado de democracia directa. Algo como el Landsgemeinde (en 2009) del cantón de Glarus, en Suiza. Se trata de la democracia en estado puro, tal como la vivieron sus fundadores atenienses, se practica en Suiza. Pero no todos los pueblos tienen el sentido de responsabilidad ciudadana y el equilibrio racional de los suizos. Orestes Ferrara lo señalo con su característica ironía durante un debate en el Senado de Cuba. Cuando uno de sus colegas afirmó que Cuba podría ser la Suiza de América, Ferrara le destruyó el argumento con la frase lapidaria de: "¿Dónde están los suizos?".

Así llegamos a la institución de la república, la última en esta trilogía de un curso básico para la defensa del ciudadano frente al poder omnímodo de sus gobernantes. República es un vocablo que tiene su origen en la expresión romana “res publica”. En esta acepción república es sinónimo de comunidad política, sin referencia a una forma o tipo especial de gobierno. En la república, la máxima autoridad cumple funciones por un tiempo determinado y es elegida por los ciudadanos, ya sea de manera directa o a través del Parlamento (cuyos integrantes también son elegidos por la población). El principal canal de participación ciudadana en la república es el voto. Las elecciones deben ser libres y el voto, secreto. De esta manera, los ciudadanos pueden expresar su voluntad sin presiones ni condicionamientos.

Cabe destacar, sin embargo, que muchos estados que, a lo largo de la historia, se autodenominaron como repúblicas, no permitieron la participación de sus ciudadanos en elecciones ni respetaron los derechos humanos. Este es el caso de Estados totalitarios como China o la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.). También pasa algo similar con las repúblicas islámicas, que se fundamentan en el Corán y no en la Ilustración (por lo tanto, están basadas en creencias de fe y religiosas).

En mi opinión, ante esta confusión sobre la función de estas instituciones como fórmulas de estabilidad y justicia para los miembros de cualquier sociedad, así como freno contra demagogos y tiranos queda solamente una línea de acción. La educación constante de los ciudadanos por instituciones educativas y medios de información independientes de los gobiernos. Se ha dicho que la prensa es "el cuarto poder" en una república democrática. Yo digo que la prensa y la universidad son los poderes determinantes para salvar a los ciudadanos de la esclavitud auto impuesta por su ignorancia y por su indiferencia ante los procesos políticos. En conclusión, no son las instituciones sino los ciudadanos y el uso que hagan de ellas quienes determinan la felicidad y prosperidad de las naciones.